19-10-2007
El 17 de mayo de 1945 una patrulla del ejército estadounidense descubrió en el interior de una mina de sal austriaca unas cámaras que contenían cerca de mil doscientas obras de arte. Se trataba de la colección personal de Hermann Goëring, procedente del expolio de colecciones públicas y privadas de la Europa ocupada. Una de las obras más valiosas era el cuadro Cristo y la mujer adúltera, obra del maestro flamenco del s. XVII Johannes Vermeer. El cuadro fue devuelto a Holanda, donde comenzó una investigación para averiguar la identidad del traidor que había vendido a los nazis parte del patrimonio artístico nacional. Junto al cuadro se encontró una factura fechada en Amsterdam en 1943 que consignaba su compra por un agente de la Gestapo llamado Walter Hoffman por una cantidad de 1,6 millones de florines. El vendedor era Alois Niedl, un marchante de arte y hombre de negocios alemán residente en Holanda desce hacía muchos años. Niedl era el agente de adquisiciones de Goëring en Holanda cuando éste se lanzó a comprar casi compulsivamente obras de arte. Además, trabajaba sin saberlo para el RSHA, el servicio de seguridad de las SS, que a través de él y sus negocios turbios ponía en circulación las libras esterlinas falsas que las SS fabricaban dentro de la Operación Bernhard (Hoffman pagaba a Niedl con dinero falso). Sometido a interrogatorio Niedl confesó que en 1942 había comprado el cuadro a otro marchante, un pintor fracasado holandés llamado Han van Meegeren.
Han van Meegeren fue detenido el 29 de agosto de 1945, bajo la acusación de colaboración y complicidad con el enemigo en tiempo de guerra. En un principio se defendió alegando que él había comprado el Vermeer a un marchante italiano, presentándose como simple intermediario, pero su táctica resultó ser un error, y fue acusado de comerciar no con una sino con dos potencias enemigas, Alemania e Italia. Siendo acusado de doble traición a su país en tiempo de guerra era bastante probable que de ser declarado culpable fuese sentenciado a muerte. Ante esto, Van Meegeren cambió su declaración y confesó que el Vermeer era una falsificación pintada por él mismo. El cuadro había sido autentificado por expertos holandeses y norteamericanos, y el tribunal pensó que era una treta desesperada de Van Meegeren al sentirse perdido. Sin embargo, su abogado defensor consiguó que se permitiera al acusado demostrar su inocencia pintando otro Vermeer en su celda. En dos meses del verano de 1946, en presencia de testigos (un experto en arte, un fotógrafo, tres oficiales de justicia y el carcelero), Van Meegeren pintó Jesús entre los doctores, otra conocida obra del maestro Vermeer. Así se descubrió el origen de su impresionante fortuna (se calculaba en seis o siete millones de florines): unos años antes, harto de las malas críticas que recibían sus pinturas propias, que le tachaban de simple imitador de los grandes maestros flamencos, decidió tomárselas al pie de la letra, pintando y vendiendo sus falsificaciones a los incautos que estaban dispuestos a comprarlas como auténticas. El tráfico de obras de arte se disparó durante la guerra, ya que tenían tanto valor internacional como el oro, pero eran mucho más fáciles de transportar, y muchos de los compradores de las obras de Van Meegeren fueron dirigentes nazis que transformaron parte de sus fortunas en colecciones de arte. El traidor se había convertido para los holandeses en una especie de héroe nacional que había engañado a los nazis. La fiscalía se vio obligada a retirar los cargos de traición, pero los cambió por otros de falsificación y fraude. Por ellos fue condenado a un año de prisión el 12 de noviembre de 1947. Murió unos días después, el 29 del mismo mes, de un ataque al corazón. Está considerado uno de los más grandes falsificadores de arte del siglo XX.
Van Meegeren en prisión, pintando Jesús entre los doctores: