27-05-2017
**27 de Mayo de 1941.-**El acorazado alemán “Bismarck”, es hundido por la escuadra británica del Almirante John Tovey.
Tal día como hoy, hace 76 años, tiene lugar la acción mencionada. Entre las muchas víctimas, un nombre destaca: el Almirante Günther Lütjens. Por ello aporto el artículo del historiador italiano Francesco Lamendola, (especializado en temas bélicos), con una visión no muy habitual, pero no por ello menos cierta.
[size=10pt] Restituire l’onore dovuto all’ammiraglio Lütjens, protagonista dell’epopea della «Bismarck»[/size]
Restituir el honor debido al Almirante Lütjens, protagonista de la epopeya del Bismarck.
Cuando el cine de entretenimiento y la literatura para el público de fácil contentar, se apoderan de un sujeto histórico no muy conocido en los detalles, hay que rogar a Dios que el director o el escritor sean, más que personas cultas, personas honestas: porque, de otro modo, existe el riesgo de que millones de hombres y mujeres en todo el mundo hagan propia una deformación de la verdad de la que no se librarán jamás, visto que sólo una pequeñísima minoría posee bastante sentido crítico como para inducirse a profundizar personalmente en los temas, sin conformarse con creer en cualquier cosa, sólo porque otros la han dicho.
El director inglés Lewis Gilbert, filmando, en el 1960, la película "Hundid el Bismarck" - y a quince años de distancia de la conclusión del último conflicto mundial y de la aplastante victoria de los Aliados -, ha falsificado descaradamente la verdad histórica, al solo objeto de lisonjear el nacionalismo de sus compatriotas y de contemplar el éxito de taquilla; a pesar del lisonjero juicio del crítico Morandini, que habla de una película "cautivadora, inteligente y convincente" y le concede un juicio extremadamente lisonjero de cinco estrellas, se trata en realidad de la enésima alabanza a la bondad y a la justicia de la causa británica en la segunda guerra mundial y de una deliberada, y malvada denigración del enemigo, en particular del almirante alemán Lütjens.
Ya hemos revivido el hecho histórico que llevó a la destrucción, el 27 de mayo de 1941, de este espléndido y modernísimo acorazado – había sido botada dos años antes, en el 1939 y entrado en servicio en menos de un año -, por lo que no volveremos sobre el aspecto descriptivo de aquel hecho bélico, (cfr. nuestro artículo “La caza al acorazado "Bismarck" dramático episodio de la segunda guerra mundial", aparecido sobre el sitio de Ariadna Editora en fecha 13/10/2008), nos apremia en cambio partir una lanza por la rehabilitación de la figura moral del almirante Lütjens, para afirmar el principio de que los vencedores no tienen el derecho a falsificar sistemáticamente la historia y no por cierto, por inconfesables simpatías nazis, simpatías que, por lo demás, el almirante alemán no sentía afecto, y lo demostró en público de la única manera permitida a un soldado decidido a servir en todo caso a su propio País: absteniéndose del saludo hitleriano y siempre y solo saludando a la manera militar.
La película de Gilbert Lewis, título original: "Sink the Bismarck", basado en la novela de G. S. Forrester,( pero también se puede leer, para una interesante comparación, el relato de Dino Buzzati "El acorazado Tod"), e interpretado por Kenneth Moore, Dana Wynter y Carl Möhner, se desarrolla sobre el hilo de la conjunción entre la historia de amor, con la bonita secretaria que se enamora del capitán Shepard, del servicio de operaciones navales, el que sigue desde Londres el desarrollo de la caza al acorazado alemán, y la clásica historia de guerra y acción, alternando las escenas en las estancias del Almirantazgo con las de mar abierto y distribuyendo, en estas últimas, los habituales ingredientes de alta espectacularidad y dramatismo, aunque la película ha sido realizada - y esto debe ser dicho en su mérito - con medios relativamente modestos
Pero ya el hecho de que, cada vez que se habla de la Alemania nazi, es necesario precaverse declarando la misma condena, política y moral, de aquel régimen, lo que es un testimonio de por si elocuente del chantaje ideológico permanente en el que vivimos y al que estamos tan acostumbrados, que ya no se hace caso. Una tal declaración preliminar de rechazo y condena no se solicita, en efecto, cuando se habla de otros sistemas políticos los que, incluso, fueron atroces, algunos lejanos en el tiempo, pero otros mucho más próximos: un ejemplo para todos: los Jemeres rojos de la Camboya de Pol Pot, autores de un genocidio perpetrado entre el 1975 y el 1979 ha costado la vida a un número de personas que varía entre los dos y los seis millones.
En la película, no sólo el almirante Lütjens es pues, un nazi convencido y, por eso mismo, bastante antipático, también es presentado como un balón inflado, un vanidoso en busca de medallas y alabanzas, dispuesto a jugarse la suerte de los 2.200 hombres a él sólo confiados por su obtusa fidelidad a las órdenes equivocadas de su Führer y por una especie de "hybris" que le emana del estar al mando de un barco de la potencia nunca vista hasta entonces, y que le hace capaz de enfrentarse a una entera flota británica para tener por fin la razón "hybris" que lo llevará hacia la inevitable Némesis.
Además aparece como poco perspicaz y, a fin de cuentas, poco inteligente, justo porque obscurecido por la fatal mezcla de teutónica presunción soldadesca y ciega dedicación al nazismo y a su "loco" jefe, (que habrá estado también loco, más allá de, indudablemente criminal, pero no fue un estúpido ni un incompetente en cuanto a temas militares, si se quiere decir pan al pan y vino al vino), es decir justo aquello que no fue y que todas las fuentes, concuerdan, niegan haber sido; al revés, sabemos que fue un oficial muy preparado e inteligente, uno de los más apreciados comandantes de la Marina germánica y un digno representante de la mejor tradición militar alemana.
Como si todo eso no bastara, para aun hacer más negativo su personaje, los guionistas de la película han querido contraponerle a aquel positivo comandante del "Bismarck", Ernst Lindemann, clásico estereotipo del aleman "bueno", (también los alemanes tienen un alma, después de todo, aunque no lo parezca ),: sosegado, razonable, de ánimo fuerte, melancólicamente resignado a causa de la obediencia hacia un superior estúpido e incapaz. La pareja Lütjens-Lindemann, pues, es presentada como en una tarjeta postal : la clásica pareja enfrentada, con un esfuerzo ideológico deliberado y socarrón: un poco como hacen aquellos críticos literarios los que, con buena o mala fe, no habiendo entendido absolutamente nada del "Don Quijote de la Mancha", siguen cansinamente repitiendo, sólo porque lo dicen todos, que el escudero Sancho Panza es totalmente opuesto a su noble señor - a pesar de que una de las más finas inteligencias españolas, Miguel De Unamuno, haya puesto en guardia de una parecida interpretación, tanto pobre y restrictiva, como banal.