19-02-2006
" Apenas habíamos tocado tierra firme cuando se me presento un oficial y me entregó la invitación del «Führer» para que nos trasladásemos a Berlín. Al dia siguiente, el comandante y la dotacion del «U47» seríamos sus invitados en la Cancilleria del Reich.
Prorrumpimos en gritos de júbilo que se oyeron en todo el puerto.
Luego siguió nuestro vuelo a Berlín en el propio avión del «Führer», la llegada al aeropuerto de Tempelhof, el recorrido entre miles, decenas de miles de alemanes, apilados en las calles mojadas por la lluvia, en permanente muestra de júbilo, agitando las manos.
Al fin nos encontramos en presencia del «Führer». Se nos introdujo en su despacho, espacioso y con dimensiones de sala. Toda la tripulacion estaba allí. Fuera, en la calle, continuaba gritando la multitud. Las voces llegaban muy apagadas al interior de la estancia, porque en ella reinaba el silencio más profundo.
El ayudante se acercó hasta nosotros y nos anunció: «i El Führer!»
Hitler entró. Yo ya le había visto antes alguna vez. Pero nunca como en aquel momento solemne en el que comprendí cuán intensa es la vida. El sueño de mi juventud se había convertido en realidad... Me acerqué al «Führer» y me presenté. El me lo agradeció y me estrechó la mano, al tiempo que me imponia la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro a título honorífico para toda la tripulación.
Orgullo y felicidad... Eso fue lo que sentí en aquel momento. Mentiría si no lo reconociese. El destino me ensalzaba en aquel instante. Y, sin embargo, yo sabia que encontrarme alli se debía a otros muchos que, desde el anonimato y el silencio, mantenían la misma lucha que yo había librado. Tan solo el éxito nos separaba. Pero, (¿qué es realmente éxito?. Más bien se le podría llamar suerte o gracia. Con todo, cuando el triunfo llega hasta los hombres, se reduce a la posesión de un corazón de luchador capaz de olvidarse de si mismo por amor de lo que merece una actitud de servicio.
El «Führer» recorrió la fila de los marineros de mi submarino, estrechando la mano a cada uno de ellos y dandole las gracias. Yo le seguía e iba mirandoles, hombre por hombre, sintiendo que mi corazón latía por cada uno de ellos".
Günter Prien.
**Fuente:**Historia del III Reich(Noguer).