19-09-2007
Vasily Sirotenko, profesor de historia medieval, formó parte de la 59ª Armada del general Ivan Stepanovich Konev (con el rango de Mayor) que arrebató a los alemanes Cracovia el 17 de enero de 1945. Al día siguiente el soldado se encontraba entre los hombres que ocuparon una mina de piedra de la empresa Solvay a unos cincuenta kilómetros de la ciudad. "También allí los alemanes se rindieron y escaparon casi inmediatamente -recuerda Sirotenko-. Los obreros polacos se habían escondido: cuando llegamos comenzamos a gritar: Son libres libres, salgan, salgan, son libres. Cuando los contamos, eran ochenta. Poco después descubrí que 18 de ellos eran seminaristas".
Vasily se hizo amigo de Karol y pidió que le tradujera también artículos sobre la caída del Imperio romano, que era fruto de todo tipo de interpretaciones por parte de Stalin. Fueron tan amigos que un día el comisario político Lebedev convocó al oficial soviético: "Camarada mayor, ¿qué hace usted con ese seminarista?, ¿Piensa ignorar las órdenes de Stalin?, ¿La disposición del 23 de agosto de 1940 sobre los oficiales, maestros y seminaristas polacos no le convence?".
Sirotenko respondió: "No puedo fusilarlo. Es demasiado útil. Sabe idiomas y conoce la ciudad. Y añade: El comisario sabía que era verdad, pero no quería correr riesgos. De modo que me dijo que la responsabilidad era mía".
Después, salieron los primeros carros de prisioneros hacia Siberia, personas que no volverían nunca más. Los seminaristas de la cantera Solvay estaban entre los primeros de la lista. Sirotenko, sin embargo, les salvó la vida. La misma excusa volvió a convencer a Lebedev.