11-02-2006
Stalingrado, destruida por los intensos bombardeos de ambos ejércitos y con las líneas del frente poco definidas se convertía en un lugar idóneo para los tiradores rusos; el ambiente ruinoso, la infinidad de posiciones desde las cuales poder abrir fuego, y el efecto del eco en los disparos proporcionaba un camuflaje perfecto a los francotiradores.
El ejército rojo fomentó el culto al francotirador, aquel que llegaba a 40 bajas recibía la medalla “al valor” y el título de “noble francotirador” además, estos soldados gozaban de privilegios que no estaban al alcance del resto de soldados de infantería. Los blancos más apreciados por los soviéticos eran los oficiales y los observadores de la Luftwaffe (fuerza aérea) y artillería, aunque los más frecuentes eran los soldados encargados de transportar las vituallas y municiones al frente por el poco peligro que conllevaban dichos blancos.
Los tiradores rusos desarrollaron curiosas técnicas (“cebos”) para atraer a los soldados alemanes, como el ucraniano Kovbasa que cavó falsas trincheras en las cuales situó numerosas banderas blancas atadas a palancas. Kovbasa agitaba dichas banderas en la distancia mediante una cuerda. Los alemanes que se asomaban sorprendidos desde sus trincheras para observar el agitar de las banderas eran abatidos por Kovbasa desde una posición oculta. Danielov también cavó falsas trincheras en las que sitúo espantapájaros vestidos de soldados soviéticos. Danielov disparaba a aquellos alemanes que intentaban asaltar las trincheras. Otras técnicas consistieron en el camuflaje, como Ilin, que disparaba desde el interior de una tubería lo que hacía indetectable su posición o el discipulo de Zaitsev; Anatoly Chekov, que para evitar que al disparar el fogonazo del fusil delatara su posición ideó un dispositivo situado en la boca del cañón que reducía dicho efecto, además siempre procuraba disparar con poca luz, y en el mejor de los casos se valía como fondo de una pared blanca. Por otra parte, los soldados alemanes desdibujaban la silueta de sus cascos utilizando prendas blancas para evitar ser detectados por los francotiradores.
El tirador más famoso durante la batalla de Stalingrado fue Vassili Ivanovich Zaitsev con 149 bajas. Zaitsev entrenó nuevos francotiradores, significando esto el comienzo del “movimiento de francotiradores”, además, difundió sus técnicas y tácticas en conferencias de tiradores. Según algunas fuentes, Zaitsev se vio envuelto en un duelo con el Coronel Heinz Thorwald, jefe de la escuela de francotiradores alemana de Zossen, en dichas fuentes se menciona que Thorwald permaneció oculto tras una lámina de cinq durante un largo periodo de tiempo en el que abatió a un gran número de soldados soviéticos. Las altas tasas de de bajas sufridas en ese sector por el alemán atrajeron a Vassili Zaitsev. Tras tres días de intensa vigilancia por parte de los dos tiradores, Zaitsev creía haber encontrado la posición del alemán, para comprobarlo el ayudante de Vassili alzó un guante entre las ruinas mientras Vassili observaba el frente. Thorwald al observar asomar el guante abrió fuego y el ayudante de Vasili simulo haber recibido el impacto. Segundos después el alemán asomo la cabeza para comprobar que había alcanzado el blanco y Vassili lo abatió. Este duelo de francotiradores no aparece reflejado en los archivos soviéticos y alemanes, lo que hace pensar que se trate de una de las muchas historias de propaganda soviética.
Además de Vassili Zaitsev también brillaron otros tiradores en la batalla de Stalingrado, entre ellos se encuentran la sargento Tania Chernova, novia de Vasili Zaitsev, con 80 bajas, el sargento Passar del 21º Ejército, popular por sus tiros a la cabeza con 103 bajas, Studentov con 170, el citado anteriormente comisario de la Guardia Ilin con 185y Zikan con la máxima puntuación valorada en 224 bajas.
El francotirador fue la llave para acosar y desmoralizar el ataque de las fuerzas alemanas. Los francotiradores implicados se convirtieron en héroes soviéticos. Uno de ellos era Vassili Zaitsev. Se volvió famoso después de que la prensa descubriera que logró 40 muertos en un período de diez días.
Él usaba una ronda de tiros simples cuando elegía sus blancos. Esta habilidad que él tenia la aprendido mientras cazaba ciervos en los bosques cercanos a Elininski, su hogar en las colinas de las montañas de Ural.
El 20 de septiembre de 1942, Zaitsev fue a Stalingrado con la 28ª División de Rifles. Gracias a sus hazañas que lo hicieron un héroe nacional, su fama cruzó las fronteras y los alemanes le tomaran un interés excesivo. El Mayor Konig despachado a Stalingrado desde Berlín con el propósito expreso de eliminar a los francotiradores soviéticos, y el primero en su lista era Vassili Zaitsev. Los soviéticos se enteraron de la misión de Konig gracias a la interrogación de un prisionero alemán.
Koulikov y Konig primero hacen un estudio cuidadoso del terreno y de sus víctimas antes de asesinarlos.
Luego de ser asesinados dos francotiradores soviéticos, Zaitsev comenzó a perseguir a Konig. El duelo duró por varios días. Durante este tiempo Konig mató a un Oficial de Relaciones Públicas llamado Danilov, que era el encargado en duelo de la propaganda soviética (Danilov acompañaba Zaitsev y en un acto desesperado y estúpido reveló su posición para que acabara con el alemán).
Zaitsev finalmente encontró a Konig gracias a la ayuda de otro francotirador, su asistente Koulikov. Koulikov se colocó frente a un muro y levantó su casco, siendo abatido por Konig.
Konig cometió en fatal error de exponerse para confirmar la muerte, y Zaitsev le dio el tiro que lo mató.
La mira telescópica del rifle de su presa fue el mayor trofeo de Zaitsev, que todavía se exhibe en Moscú el museo de las fuerzas armadas.