17-10-2008
En su monumental obra “La Segunda Guerra Mundial”, (tomo 1 “Se cierne la tormenta”) Churchill relata con algún detalle su única y frustrada entrevista con Hitler en Alemania. Me ha parecido interesante por lo que transcribo a continuación el texto completo del relato:
Cito a Churchill:
“…Perdonará el lector una disgresión personal de carácter más ligero.
Durante el verano de 1932, para obtener ciertos datos que necesitaba para mi “Vida de Marlborough”, visité los que fueron sus campos de batalla en los Países Bajos y Alemania. En nuestra expedición familiar, que incluía Lindemann, seguimos, en un viaje muy agradable, la línea de la célebre marcha de Marlborough en 1705 desde los Países Bajos hasta el Danubio, cruzando el Rin en Coblenza.
Mientras atravesábamos estas hermosas regiones, desde una antigua y famosa ciudad a otra, hice, naturalmente, preguntas sobre el movimiento hitlerista y llegué a la conclusión de que él era el tema predominante en todos los espíritus alemanes. Pude entonces percibir, que ya había un clima hitlerista. Después de pasar un día en el campo de batalla de Blenheim, me dirigí a Munich donde pasé casi una semana.
En el Hotel Regina una persona trabó relación con algunos de los miembros de mi grupo. Era un señor Hanfstaengl, que hablaba mucho del “Fuehrer” de quien parecía ser amigo íntimo. Como parecía ser un individuo vivaz y conversador, y que hablaba además excelente inglés, lo invité a cenar. En tal oportunidad nos ofreció un interesantísimo relato de las actividades y puntos de vista de Hitler, dando la impresión al hablar, de que se hallaba bajo un hechizo. Probablemente había recibido órdenes de entrar en contacto conmigo y era evidente que hacía todo lo posible por resultar agradable. Después de cenar, se sentó al piano y tocó y cantó muchas melodías y canciones que nos proporcionaron extraordinario placer. Al parecer sabía todas las melodías inglesas que me gustaban. Era un hombre muy divertido y jovial, y, en esa época, favorito del Fuehrer. Me dijo que yo debería conocerlo y que la entrevista sería muy fácil de concretar, pues Herr Hitler venía todos los días al hotel alrededor de las cinco y tendría mucho gusto en conocerme.
En esa época no tenía yo prejuicios contra Hitler. Prácticamente desconocía su doctrina y sus antecedentes y no tenía la menor idea de su reputación. Admiro, aunque sean adversarios míos, a los hombres que se levantan para defender a su país en la derrota. Tenía todo derecho a ser patriota alemán si así le parecía. Siempre deseé que Inglaterra, Francia y Alemania fuesen amigas. Sin embargo, en el curso de la conversación dije por casualidad: ¿Por qué se muestra su jefe tan violento con los judíos? Entiendo perfectamente que se odie a los judíos que hayan hecho mal al país o que estén en contra de él, y comprendo que se les ofrezca resistencia si tratan de monopolizar el poder o cualquier actividad de la vida; mas, ¿Qué sentido tiene estar en contra de un hombre únicamente a causa de su nacimiento? ¿Cómo puede determinar nadie la forma en que ha de nacer?
Hanfstaengl debe haber repetido lo que le dije a Hitler, porque alrededor de las doce del día siguiente me vino a ver y con aire algo serio me dijo que la entrevista no podría tener lugar porque el Fuehrer no iría esa tarde al hotel. Esta fue la última vez que lo vi, aun cuando nos quedamos unos días más en el hotel.
De este modo, Hitler perdió su única oportunidad de conocerme. Tiempo más tarde, siendo él ya todopoderoso, me formuló varias invitaciones, pero para ese entonces habían ocurrido muchas cosas y yo me excusé.”
Fin de la cita.
Saludos…