MANSTEIN, LA CAMPAÑA DE POLONIA Y LOS FUNDAMENTOS DE LA BLITZKRIEG

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07-05-2014

Hola, me llamo Javier Cosnava y alguno ya sabrá que acabo de publicar una novela de 1200 páginas en amazon sobre la segunda guerra mundial: http://www.amazon.es/LA-SEGUNDA-GUERRA-MUNDIAL-novela-ebook/dp/B00K1H0CIM/ref=sr_1_2?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1399404774&sr=1-2

En ella trato de explicar a un público generalista la historia de la guerra mundial de forma extensa y entendible, mezclando escenas de acción y de ritmo narrativo alto con explicaciones histórico-militares algo más completas de las que suelen aparecer en las novelas.

Me gustaría saber cómo veis este esfuerzo, si lo he conseguido y si en partes posteriores de la saga debería inclinarme por este sistema o dar un toque más ligero a mis explicaciones como en la mayoría de las novelas de la guerra mundial.

Así, el protagonista, Otto Weilern, es destinado junto a Manstein en Polonia. Éste lo toma bajo su tutela y le explica los fundamentos de la forma de combatir de la Whermacht.

*Manstein trataba de hacerme entender nuestra estrategia de batalla, que no era todavía la famosa Blitzkrieg o guerra relámpago (término que no utilizaron nunca los militares alemanes) y de la que ya hablaré más tarde con detalle, cuando mis memorias lleguen a la batalla de Francia en 1940:

—El glorioso ejército alemán —me explicó Manstein con el rostro concentrado, poniendo como era su costumbre el gesto típico de un maestro que trata de abrir los ojos a un alumno ávido de aprender— combate usando la Vernichtungsgedanke, la teoría de la aniquilación, que está inspirada en la batalla de Cannas que libró contra los romanos Aníbal el cartaginés. Nuestros ejércitos la han ido perfeccionando con el paso de los siglos, tanto Federico el grande como el propio Napoleón o Clausewitz o más recientemente Schlieffen. Superamos al enemigo por los flancos, lo rodeamos y le forzamos a rendirse o a desaparecer hasta el último hombre. En realidad, y como ya te dije, debido a la forma en que el ejército polaco ha dispuesto sus tropas, esta guerra está siendo una repetición infinita de pequeñas o grandes batallas de Cannas. Una y otra vez el enemigo cae en el mismo error, lo flanqueamos y lo derrotamos. Ahora que se retiran más allá del Vístula seguramente nos enfrentaremos a una o dos grandes bolsas de tropas que derrotaremos hasta la “aniquilación” que postula la teoría, poniendo punto y final a este proceso de emulación a gran escala de Aníbal.*

(Y EN OTRA CONVERSACIÓN)

*Al lado de Manstein aprendí qué tipo de guerra estábamos realmente librando.

—El ejército polaco tiene un gran handicap —me explicó, mientras visitábamos la línea de frente en pleno avance hacia Lodz—. Ellos vencieron en la última guerra que libraron.

Lo que decía no parecía tener mucho sentido.

—¿El haber vencido anteriormente es una desventaja para un ejército?

No podía ver mi propia cara, por supuesto, pero estoy seguro de que mi expresión era de genuina sorpresa.

—Polonia es un país de nuevo cuño nacido precisamente de las cenizas de la gran Guerra de 1914 —Manstein me hablaba lentamente, aleccionándome como un padre a un hijo—. Ganaron su independencia y luego ampliaron sus territorios luchando contra los rusos en la guerra de 1920. 	Y lo consiguieron planteando una estrategia dispersa basada en la velocidad y la maniobra. Y ese es por tanto su handicap.

Yo seguía sin entender.

—Un ejército vencedor crea un conjunto de héroes —me explicó entonces—, unas figuras patrias que se convierten en ideales. Nadie pone en duda su memoria, su figura, su legado. Los generales polacos van a repetir la misma estrategia que les dio la victoria en 1920. Es imposible que un ejército vencedor se plantee cambiar la forma de emprender la guerra después de un éxito semejante. Aunque se enfrentan al ejército alemán, muy superior en número y en calidad de tropas, el lugar de defender una pequeña zona en torno a su capital, Varsovia, probablemente retrocediendo hasta el río Vístula, al final se han inclinado por defender toda su frontera, confiando en la rapidez de sus unidades, principalmente de caballería, para frenar nuestra ofensiva según ésta se desarrolle.

—¿Y es esa una estrategia equivocada?

Manstein levantó sus prismáticos y observó el avance de unos carros panzer III por una carretera que minutos antes había barrido de enemigos el bombardeo de los stukas.

—Oh, sí, por supuesto que es un error. El mismo error que cometió Alemania hace 25 años. Porque nosotros fuimos también una vez una nación orgullosa y vencedora. Fue en la guerra de 1914, la primera guerra mundial. —El teniente general bajo sus prismáticos y dio unas órdenes entrecortadas a uno de sus ayudantes, que salió la carrera— Por entonces nuestra estrategia se basó en la teoría del envolvimiento de Schlieffen. Ese gran general del pasado era nuestro héroe, el gran militar que había ideado una estrategia maravillosa que conducía a una victoria segura. En realidad, no era una idea nueva, ya que en esencia era el mismo ataque por el flanco que Aníbal el cartaginés utilizara en la batalla de Cannas contra los romanos, aunque esta vez aplicado a nivel estratégico, no sólo en una batalla campal. Schlieffen creía, y con razón, que todo general aspira a repetir la gloria de Aníbal, a flanquear al enemigo, superarle, engañarle, humillarle y finalmente atacarle por la espalda hasta su aniquilación. La idea de una derrota tan gigantesca, completa y tan inteligente que provoque la destrucción de tu enemigo es el sueño de todo general. Y ese sueño le fue legado a su sucesor al frente del ejército alemán, Helmuth von Moltke, el joven. ¿Y sabes lo que hizo Moltke?

Negué con la cabeza.

—Cuando llegó el momento de enfrentarse a las potencias occidentales en la Primera Guerra Mundial repitió punto por punto la doctrina de su héroe, de nuestro héroe, del gran Schlieffen. La teoría del envolvimiento nos daría una gigantesca victoria, aniquilaríamos al ejército francés y saldríamos victoriosos. La idea era tan grandiosa que cualquier otra opción no fue contemplada.

—Y perdimos, por supuesto —asentí, pues eso bien lo sabía. La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial era de hecho lo que muchos años más tarde nos estaba llevando de nuevo al campo de batalla, al lugar donde queríamos vengar aquel desastre.

—Perdimos, sí. Schlieffen era un genio y sus sucesores solamente imitadores. Tal vez, si hubiese seguido vivo en el momento de la guerra de 1914, él mismo les habría explicado que la teoría del envolvimiento no era la más adecuada para enfrentarse a los franceses, o tal vez la habría desarrollado de otra manera, haciéndola evolucionar, atreviéndose a retirarse de los territorios de Alsacia y Lorena, uno de los mayores errores estratégicos que cometieron Moltke y sus mariscales. Pero su sucesor únicamente fue capaz de imitar de forma torpe el ataque por el flanco que había desarrollado Schlieffen. El pobre soñaba con su propia batalla de Cannas.

¿Qué os parece? ¿Debería seguir así en el resto de las novelas? En esta primera novela explico la batalla de Polonia, Noruega y Dinamarca, Francia y los bombardeos de Inglaterra. En la segunda (incluida en el mismo tomo de Amazon) el nacimiento de los Lager, la Aktion T4, etc...

Espero vuestras respuestas con impaciencia.

Gracias

Cosnava

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