19-02-2006
En la larga saga de la historia militar inglesa, el mejor ejército creado por Gran Bretaña existió en 1915-1916. El ministro de guerra, general Horatio Herbert Kitchener, había equipado y entrenado al nuevo ejército británico compuesto por voluntarios y reclutas (Inglaterra recurrió por primera vez al reclutamiento).
Los voluntarios eran la nata y flor de la juventud británica. Se alistaron estudiantes, atletas, deportistas, aristócratas y simples obreros y otros muchos miles más fueron reclutados en el ejército.
Nunca hubo otro ejército británico tan vasto y espléndido. Los propagandistas alemanes se mofaban de tan poderosas fuerzas llamándolas "La Chusma de Kitchener". Un portavoz del Kaiser dijo al pueblo alemán: "Inglaterra, esta nación de tenderos, no puede producir soldados como los nuestros..."
Aunque los oficiales alemanes aludieron en público con desprecio a los británicos, existía la preocupación de que esa "Chusma de Kitchener" creara dificultades serias. Los generales del Kaiser vigilaban alertas los movimientos británicos en el Oeste.
Se había anticipado que el general Haig atacaría la costa belga, donde pudiera asegurarse apoyo naval.
Pero Haig y Joffre tenían otros planes para el ejército británico. Prefirieron atacar a lo largo del río Somme, en un sector que los alemanes fortificaron por espacio de dos años. En ese lugar los soldados del Kaiser habían excavado defensas subterráneas de 30 pies de profundidad en las colinas, las trincheras fueron protegidas con hormigón y las alambradas espinosas tenían una extensión a lo ancho de cuarenta y cinco yardas. Los fortines armados de ametralladoras y los bunker; dominaban el terreno.
Escribió un observador militar: "Era imposible imaginar que hubieran elegido peor sitio para una acción ofensiva. El sistema defensivo se extendía a tal profundidad que no podía traspasirlo ejército." Pero, debido a que el Somme se encontraba en el lugar donde se unían dos sectores militares británicos y franceses, Joffre insistió en que el ataque se efectuara allí. Aunque Haig hizo primero algunas objeciones, acabó por acceder. Se llevaron a cabo minuciosos preparativos, incluida una barrera de bombas altamente explosivas durante una semana.
Según los expertos, un bombardeo tan prolongado "haría sucumbir al enemigo..." El primero de julio de 1916, a las 7,30 de la mañana, catorce divisiones británicas, apoyadas por cinco divisiones francesas, se lanzaron al ataque sobre un frente de 28 millas de ancho. Los asaltantes fueron recibidos con fuego cerrado de ametralladora.
La artillería no había silenciado a los alemanes, ni siquiera destruido las alambradas espinosas. Ese día terrible, los británicos perdieron más de 60.000 hombres. El ejército británico no había conocido un período tan sombrío.
A pesar de la terrible matanza, Haig mantuvo el acoso durante cinco meses. Tanto sacrificio sólo les valió a los británicos un avance de cinco millas. Pero en el transcurso de la extenuante batalla, los británicos ofrecieron al mundo un vislumbre de la guerra del futuro presentando el tanque el 15 de septiembre. Fue un avance prematuro. Sólo 49 tanques entablaron batalla torpemente. Eran muy pocos, los operadores demasiado inexpertos y la táctica demasiado elemental para que los resultados fueran importantes.
Del mismo modo como cometieron el error de emplear el gas venenoso antes de tiempo, los británicos fracasaron con sus tanques. Sin embargo, los escasos tanques que consiguieron participar en el combate demostraron su eficacia. Los alemanes huyeron ante los monstruos que se les echaban encima vomitando balas de sus ametralladora, y desafiando el fuego alemán.
El tanque fue obra del cerebro del general Ernest Dunlop Swinton, del Cuerpo de Ingeniería Real británico, pero su desarrollo fue el resultado de la ayuda prestada por Winston Churchill, a quien Swinton mostrara sus planes previamente. El nombre de tanque fue aplicado a la nueva arma únicamente para ocultar su finalidad hasta que el 15 de septiembre se descubrieron las primeras unidades al enemigo.
A mediados de octubre las intensas lluvias otoñales convirtieron el campo de batalla del Summe en un cenagal. Los hombres avanzaban entorpecidos por el fango. Caballos, vehículos y armas se hundían en el barro. Las trincheras se desmoronaban y los cráteres de las bombas se llenaban de agua. Un observador describió así el sector del Somme: "... un páramo con zanjas y hondonadas, una región desolada de árboles truncados y pueblos en ruinas. La muerte corrompía cada ráfaga de aire..."
En noviembre se hizo imposible prolongar las operaciones militares. La batalla del Somme tocaba a su fin. Aquel magnífico ejército, "La Chusma de Kitchener", estaba diezmado: 410.000 bajas. Los franceses añadían otros 200.000 hombres entre muertos, heridos, capturados y desaparecidos. El Somme había recogido una cosecha escarlata. La guadaña también hizo estragos entre las filas alemanas. Por el Kaiser murieron más de 500.000 soldados. Este año de 1916,los aliados contaron un total de 1.200.000 de bajas en el Frente Occidental, mientras que los alemanes añadían una lista de 800.000 muertos o mutilados. El mundo se ahogaba en la sangre de la humanidad y nadie podía prever el fin del holocausto.
Los monstruosos sacrificios de Verdún y el Somme tuvieron repercusiones en los ejércitos alemanes y aliados. "Pappa" Joffre fue ascendido al rango de mariscal de campo y retirado de servicio activa.
Había pasado su hora de gloria. Terminó en el Mame, cuando los poilus de Joffre rechazaron la declaración alemana de que la guerra acabaría en 1914. Dijo adiós a sus soldados y abandonó el escenario de la Historia.
Su sucesor fue el general Robert Georges Nivelle, hombre joven, dinámico y prometedor. Nivelle aseguró a los franceses que él se encargaría de los buches.
-Podéis confiar en la gloriosa victoria para primavera - añadió Nivelle.
El general Von Falkenhayn, al igual que Joffre, cayó también en desgracia a consecuencia de Verdún y Somme. En agosto de 1916 fue relegado de su cargo de jefe de Estado Mayor y sustituido por Paul von Hindenburg y Erich von Ludendorff, los dos personajes que obtuvieron tan brillantes victorias sobre los rusos.
Aliados y alemanes consideraban 1917 el año del destino. Ambos bandos pronosticaban la final destrucción del enemigo durante aquel próximo y decisivo año.