16-04-2006
Hércules del mar
David Alegre Lorenz (IES Segundo de Chomón)
Fuente: El periódico de Aragón
Partió camino de la gloria hace ya 63 años, con el corazón de todo un pueblo impulsando su cuerpo de acero de 51.000 toneladas. Fue el orgullo de toda una nación, Hércules del mar que atravesó las aguas oceánicas con altanería. Su cometido: ser el mas grande y perfecto de su tiempo. Sus rivales, pronto alertados por su puesta en escena dispusieron la flor y la nata de su marina en su busca, una jauría de trece navíos de guerra con el único propósito de acabar con él a cualquier precio.
Cinco días después de su partida entabla su primer combate, los dos enemigos que se pusieron en su camino acabaron desistiendo ante su fuerza. Después de evaporarse entre la bruma cual fantasma en la noche, vuelve a ser avistado tres días después. Niebla, borrasca y mar gruesa serían las condiciones atmosféricas en donde se trabaría una de las mas célebres batallas de la historia. Tras tres jornadas en paradero desconocido reaparece, seguidamente se pone en marcha la cacería, cazas torpederos salieron en su búsqueda y una sarta de navíos. Su cruel destino quedó sellado cuando una granada alcanzo su timón convirtiéndolo en un deshecho inmóvil, soportó la friolera de 400 proyectiles y 12 torpedos.
La tensa espera se rompió por fin con la confirmación del peor de los augurios, un mensaje llegó de la embarcación haciendo que tronara su voz en la radio al advertir que lucharían hasta el final, creyendo en su país y en su señor. Todo el dramatismo que encierran las grandes gestas que hacen historia estaban impresas en las desesperadas palabras que provenían del interior del barco, de boca de 2.300 hombres. El dueño y señor de los mares entonaba su canto de cisne en las aguas que habrían de haber sido testigos de su gloria y que, por el contrario serían la tumba donde reposaría perpetuamente ajeno a su leyenda.
Nueve días después de su partida se hundía el navío mas bello y perfecto jamás creado, tras un feroz combate librado en solitario contra todo lo que sus enemigos pudieron poner a la mar. Como los grandes héroes de la Antigüedad Clásica, prefirió autoinmolarse que sobrevivir al deshonor de rendirse y dejar que otros eligieran su destino. Hay quien dice que los mismos enemigos lloraron ante la solemne escena y el Almirante Jefe de la flota enemiga no pudo menos que mostrar su admiración al certificar que había sido un enemigo admirable, que había luchado hasta el ultimo hálito de vida contra lo imposible hundiéndose con el pabellón enarbolado. Ese dramático final, que parecía no estar escrito para el, supuso el nacimiento de su leyenda y su encumbramiento al Olimpo de la mitología naval. Con él se postró la caballerosidad en el combate, la vieja manera de batallar sobre las aguas, con sus códigos de honor y sobre todo los sueños de 2.200 hombres con sus existencias por si fuera poco. No quisieron morir de otra manera. Aquel día todas la ilusiones de una nación se hundieron con él, con ellos, pero eso ya es otra historia.
A ver si sabeís cual era el barco, supongo que no os resultará difícil. :D :D
