10-10-2006
Amigos me parecio interesante publicar este suceso de la WWII sin aparente explicacion hasta ahora y que significo para Alemania dejar escapar el grueso de la Fuerza expedicionaria Inglesa
Por las playas de Dunkerque
La paralización de las operaciones terrestres por 48 hs ordenada por Hitler
Los altos jefes militares alemanes habían comprobado la facilidad que tendrían para cortar este flujo de refugiados, pero la orden de detención de su avance se vendría a unir aquí a la tenaz resistencia de las fuerzas que defendían el territorio para facilitar los embarques. En efecto, en una de sus decisiones más controversiales, Hitler personalmente ordenó detener el avance de las Panzerdivisionen (24 de Mayo de 1940), permitiendo el reembarque hacia las islas británicas. Extrañamente, ese mismo día cesaban las operaciones británicas en Noruega.
El avance alemán quedó paralizado a solamente dieciséis kilómetros del puerto. Guderian que se aprestaba a darle el último golpe de gracia a las tropas cercadas recibió con estupor la orden del alto mando alemán.
Hitler frustró la posibilidad de que su Wehrmacht llevase a cabo el completo aniquilamiento de las fuerzas anglo-francesas. Esto tendría decisiva influencia en el desarrollo de la guerra. La propaganda alemana atribuyó la actitud del Fuhrer a su deseo de mantener abierta la puerta para una eventual negociación con Gran Bretaña. Para otros, Hitler no hizo otra cosa que respaldar la apreciación de Von Rundstedt de que el terreno en torno a Dunkerque, con muchos canales, era poco favorable para el avance de los tanques alemanes, sumado a la escasez de combustible después de quince días de batalla.
Otra versión afirma que Goering aseguró fanfarronamente a Hitler que sus aviones eran capaces de destruir a las tropas cercadas e impedir la evacuación. También cuentan los recuerdos del propio Hitler, como soldado en las fangosas tierras de Flandes durante la Primera Guerra Mundial. Lo cierto es que, de no haberse detenido el avance alemán, la evacuación de Dunkerque hubiera sido imposible.
Varías teorías se han sopesado para justificar esta decisión, errónea ante lo que luego ocurriría: se ha dicho que Hitler no quería humillar a Gran Bretaña con una tremenda derrota, también, que Göering, deseoso de cosechar toda la gloria de la victoria, pidió para sus aviadores el remate de la faena. Los historiadores más solventes rechazan ambas hipótesis y se aferran a las realidades: fue el propio jefe del Grupo de Ejércitos A, von Rundstedt, quien ordenó hacer un alto para reorganizar sus fuerzas acorazadas muy dispersas, desorganizadas y menguadas en número.
Cuando el día 24 de Mayo, a medio día, hablaron von Rundstedt y Hitler, aquel expuso al Führer el cansancio de sus fuerzas, las dificultades del terreno para las operaciones de carros y el peligro de un contraataque aliado. Le propuso, también, cambiar el plan: si en principio el golpe alemán debería darse de izquierda a derecha, podía ahora darse de derecha a izquierda, actuando el Grupo de Ejércitos B, de von Bock, más descansado, como martillo, mientras que el Grupo de Ejércitos A hacía de yunque. Hitler aceptó.
Se expandió la indignación. El General Halder, Jefe del Estado Mayor General anota en su diario: "... Es un cambio completo en nuestro plan. Yo quería hacer del Grupo de Ejércitos A el martillo y del Grupo de Ejércitos B el yunque de la operación. Ahora B será el martillo y A el yunque. Pero el Grupo de ejércitos B tiene ante si un frente sólido, su avance será lento y sus pérdidas elevadas…estas órdenes procedentes del Alto Mando son completamente absurdas, los carros de combate se han detenido como si estuviesen paralizados "
El plan resultó tan negativo que dos días después, mejor agrupadas y reorganizadas las fuerzas acorazadas alemanas, Hitler ordenó que siguiera el avance de los carros. Pero se habían perdido dos días cruciales. Esas 48 horas permitieron la aplicación efectiva de la Operación Dynamo.
El misterio que rodea la paralización de las operaciones por 48 horas
Podemos esbozar tres consideraciones específicas aparentes que podrían explicarnos dicha disposición:
-
El Alto Mando alemán aún no creía en la eficacia de las Panzerdivisionen y decidió esperar que las unidades de infantería llegaran con el fin de lanzar su ataque final.
-
Por motivos políticos: Hitler, una vez derrotada Francia, no desea humillar totalmente a los ingleses.
-
Göering, quiere destruir a los ejércitos Aliados con la Luftwaffe y además hace notar al Führer que no debe exponer sus Panzerdivisionen a un mayor desgaste.Pero existe un trasfondo no-bélico que debemos analizar: la política internacional y las relaciones diplomáticas en tiempos de guerra.
En efecto, Hitler ya tenía en mente el inevitable choque con la Unión Soviética por el dominio de Europa continental. Los jerarcas nazis no querían que entre el Reich y el imperio Británico surgiese lo irremediable y esperaban que entre los dos países se podría llegar a un acuerdo. Creyendo que de este modo dejaban abierto un camino para las negociaciones de paz, dejaron adrede que escapase el grueso del BEF.
En ese mismo 24 de Mayo, el Führer mantuvo una entrevista en el puesto de mando de Von Rundsted (Charleville) y un general del Estado Mayor de éste, Gunther Blumentritt, ha dejado el siguiente testimonio: "Hitler se encontraba de muy buen humor, reconoció que la marcha de las operaciones tenía algo de milagroso, y esperaba que la guerra habría concluido antes de seis semanas.
Finalizada la campaña, concedería a Francia unas condiciones de paz muy moderadas y le sería posible entenderse con Gran Bretaña. A todos nos sorprendió el tono de sus palabras. El Führer dedicó los más calurosos elogios al Imperio Británico, que consideraba insustituible para el mantenimiento del orden mundial y para proseguir la obra civilizadora en los ámbitos alejados del orbe...
Lo único que pediría a Gran Bretaña sería que admitiese la posición predominante de Alemania en el continente... Estaba incluso dispuesto a ofrecer a Inglaterra el apoyo de los ejércitos alemanes en caso de dificultad... Subrayó que la paz con los ingleses tenía que ser sobre unas bases que fuesen compatibles con el honor de Inglaterra".
Mientras tanto, en Berlín, el Ministró alemán de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop, recibía por medio de su embajador en Estocolmo la gran novedad de una posible negociación con Gran Bretaña. El Führer, que se hallaba acompañado por el general Jodl, se mostró de inmediato dispuesto ante las que debían ser sus condiciones para acabar con la guerra: "Si Inglaterra está decidida a la paz, sólo hay cuatro cuestiones que arreglar, ya que no quisiera, sobre todo después de Dunkerque, que perdiese su prestigio, ni hacer una paz que implicase tal cosa de ninguna forma.
Estos cuatro puntos son los siguientes: "1. Alemania está dispuesta a reconocer, en todos los aspectos, la existencia del Imperio Británico. 2. Por tanto, Inglaterra debe a su vez reconocer a Alemania como la potencia continental más importante, ya que hacerlo así sólo será en razón de la importancia de su situación. 3. Pido que Inglaterra nos entregue las colonias alemanas. Me contentaré con una o dos de ellas para arreglar la cuestión de las materias primas. 4. Deseo concluir una alianza permanente, perpetua, con Inglaterra".
En Londres, Churchill estaba enterado de la tendencia pacifista dominante en una parte no despreciable de su equipo ministerial, siendo cabeza visible de la misma Lord Halifax, pero el Premier británico no veía posibilidad alguna de entenderse con los nazis. Se hallaba muy lejos de cometer el mismo error de Arthur Neville Chamberlain en Munich (1938).
Hitler seguiría sin respetar acuerdos mientras quedara en Europa un territorio libre de poder. Así, su firmeza logró desbaratar los planes derrotistas de Halifax y sus seguidores. Edward F. Lindley Word, tercer vizconde de Halifax, había estado a punto de ser Premier en Mayo de 1940, pues contaba con el apoyo del rey Jorge VI.
Pero, dadas las perentorias necesidades de la guerra, el elegido sería un hombre mucho más enérgico: Winston Churchill. Lord Halifax pudo seguir en la dirección del Foreign Office, como representante directo de la política exterior británica. Un adjunto suyo, el joven y ambicioso subsecretario de Estado Richard Austen Butler, iba a ser la persona idónea para iniciar las conversaciones secretas con Berlín tras la firma del armisticio franco-alemán en Compiégne, pero el plan no prosperó y así podemos explicarnos la razón del trunco desarrollo de las carreras políticas de ambos.
Lord Halifax sufrió un dorado exilio diplomático al ocupar el puesto de Embajador en Washington de 1941 a 1946. En cuanto a Richard A. Butler, después de ser canciller del Exchequer (Administración Financiera) en el gabinete de Churchill de 1951, no pudo suceder a éste y continuó de ministro hasta noviembre de 1956 con Anthony Eden, siendo temporalmente premier y jefe del Partido Conservador -del que sería nombrado presidente en 1959.