13-03-2006
Hitler quería llevar la ventaja de un ataque sorpresa en el terreno económico, para impedir a la URSS reconstruir sus fuerzas. Dado que la inmensidad del territorio soviético constituía la principal baza de Stalin, únicamente una guerra corta podía asegurar el triunfo. Frente al avance de las tropas del III Reich en las primeras semanas del verano de 1941, el problema de la salvaguarda del potencial industrial se planteó a Stalin como algo de extrema gravedad. Las regiones a través de las que avanzaban los blindados alemanes (especialmente las meridionales) representaban un interés económico vital. Allí había cerca de 32.000 grandes empresas con actividades tan diversas como necesarias (metalurgia, equipamiento agrícola, industrias mecánicas, químicas, alimentarias). 1200 centros mineros de la mayor magnitud que podaís imaginar, 60 grandes estaciones eléctricas, más de 60.000 kilómetros de vías férreas.
Un inventario al que hay que añadir alrededor de 100.000 koljoses, 2.000 sovjoses y 88 millones de personas (en toda la zona ocupada por los alemanes en diciembre de 1941, en Ucrania unos 50 millones). Ante el avance de las tropas alemanas, el Comité Central del Partido y el Consejo de los Comisarios del Pueblo decidieron “evacuar y reinstalar el material y los hombres”. La realización de este inmenso desplazamiento se enfrentó a una importante dificultad de orden material, en este caso , la fragilidad de los medios de transporte. Es verdad que el ferrocarril era solicitado para misiones múltiples y de distinta naturaleza. Tenían que asegurar que llegaran al frente los soldados y el material y, al mismo tiempo, tenían que repatriar en sentido inverso el potencial industrial.
Todo planteaba problemas de gran magnitud: la saturación de las vías, la insuficiencia de vagones disponibles. Por ejemplo, se necesitaban 13.000 vagones para efectuar la transferencia del material del Donbass, pero las autoridades sostenían que sólo podía destinarse a esta tarea 3.500 vagones. En cuanto al transporte fluvial que en la URSS, tradicionalmente, tenía un papel primordial, la llegada precoz del invierno no permitió un uso eficaz. Peor aun, la inmovilización de los convoyes enteros atrapados en el hielo convirtió a los centros de transito en nudos de atascamientos.
A los factores climáticos hay que añadir la presión de las fuerzas alemanas. En muchos casos, el desmantelamiento de las instalaciones industriales se hizo bajo el fuego enemigo. A veces, tuvieron que renunciar a ello, como en Bielorrusia, totalmente en manos de la Werhmacht desde agosto. Consideradas desde un punto de vista más amplio, las operaciones de traslado conllevaban graves consecuencias para el desarrollo de la guerra. Como muchas unidades del Ejército Rojo fueron destinadas a la supervisión y protección del traslado industrial, los efectos se hicieron ver desde el plano estratégico: esto suponía sacrificar posiciones estratégicas en muchas ocasiones.
Estas operaciones se desarrollaron en condiciones lamentables. Se tuvieron que sabotear muchas fábricas para que no cayeran en manos alemanas. Pero en algunos casos la Werhmacht capturó materiales intactos. En este sentido, Hitler cometió un error, cuya exacta magnitud percibió en diciembre de 1941. Para él, los territorios conquistados en 1941-1942 representaba los primeros elementos del espacio vital., sobre el que teorizaba desde sus primeras incursiones en política. El Führer siempre destinó estos territorios al uso exclusivamente agrícola. Por eso al principio dio orden de destruir el potencial industrial ruso que caía en manos de la Werhmacht. Pero cuando se dio cuenta de que la guerra iba a ser mucho más larga de lo esperado, el Ejército alemán comenzó a reconstruir, por su cuenta, las instalaciones que había destruido unos meses antes.
Si el mapa de la guerra no estaba de acuerdo con las expectativas de Hitler , desde el punto de vista de Stalin podríamos calificarlo de desastroso. Muy pronto se dirigiría a Gran Bretaña. Después de solicitar a Churchill, en julio, que abriera un segundo frente – un pedido extravagante, dada la situación de Inglaterra – y, en septiembre, que mandara tropas y material a la URSS, Stalin hizo un pedido análogo a los EEUU que, recordemos, todavía no formaba parte del conflicto.
Mientras esperaba que se concretara la ayuda estadounidense, Stalin encontró en Churchill un aliado de peso. Dejando de lado su aversión por el bolchevismo, el Primer Ministro británico se dedicó a sellar hábilmente la alianza anglo – rusa. En cuanto la Werhmacht se abalanzó sobre Rusia, Churchill declaró en la radio: “Daremos toda la ayuda que podamos a Rusia y al pueblo ruso”. Esta tomó forma de acuerdo de asistencia mutua, que se firmó el 10 de julio de 1941. Paralelamente, Londres no disimulaba sus esfuerzos por convertirse en abogado de Stalin ante Roosevelt. El 25 de junio, o sea, solamente tres días después del inicio de Barbarroja, Roosevelt se comprometió a ayudar a la URSS. Sin embargo, los primeros suministros que llegaron a suelo ruso no estaban incluidos en el Préstamo y Arriendo.
Cuando se produjo el ataque alemán a la URSS, pareció inevitable la extensión del Préstamo y Arriendo a Rusia. Por eso, las primeras retiradas del Ejército Rojo inquietaron tanto en EEUU. Los estadounidenses dudaban seriamente de la capacidad de la URSS para cambiar la situación durante el invierno de 1941 – 1942, una vez que recibieran el material que necesitaban.
Hopkins, amigo de Roosevelt, viajó a Moscú y se entrevistó con Stalin, donde mantuvo una reunión con el georgiano (el 30 de junio) en la que este le expuso al norteamericano la situación militar en toda su crudeza (cosa que raras veces hacía). Afirmando con seguridad que la URSS podría resistir y que el invierno plantearía un cambio estratégico de la situación de la guerra. Apelando por el bienestar de los ingleses y estadounidenses que según él, ahora dependían de la capacidad de resistencia de la URSS. Stalin convenció a Hopkins de que la URSS no sería vencida. El 1º de octubre, los EEUU y la URSS firmaron un acuerdo por 1.000 millones de dólares en abastecimientos, que se repartirían durante nueve meses en el marco de un reglamento. Pero el 30 de octubre, Roosevelt extendió el Préstamo y Arriendo a la URSS.
A pesar de la terrible situación militar en el frente germano – soviético (la invasión de Ucrania , en septiembre, obligó al Ejército Rojo a una retirada precipitada) la ayuda permaneció. En un primer momento fue muy modesta, a fines de noviembre del 41: 79 tanques ligeros, 59 cazas y 1.000 camiones. La moderación de las entregas hizo pensar a los británicos en mandar a los rusos parte de su material.
Existieron tres rutas para este abastecimiento: Vladivostok, Murmansk y Persia. Al final se desecharon las dos primeras por motivos que supongo, todos conocemos y se optó por la ruta del transiraniano. A pesar de las pérdidas, la ruta ártica permitió el traslado de 22.000 vehículos, 2.795 tanques, 1960 aviones, 527.000 toneladas de municiones, 44.500 toneladas de combustible, la cuarta parte de todo lo entregado a los soviéticos durante la guerra.
Pero a partir de 1943, los soviéticos minimizaron la ayuda aliada, querían evitar a toda costa que la población se enterara de esto. Quería dar a entender que la URSS luchaba sola y sin apoyo externo. Esta mentira fue contemporánea con un aumento de la producción soviética. El esfuerzo de la mano de obra en el traslado y puesta en marcha de la industria lejos del alcance germano, permitió, desde 1943, la producción de lo esencial en territorio soviético. Desde fines de ese año superó ampliamente la producción alemana.
La ayuda estadounidense fue muy criticada. La URSS siempre le restó importancia. Por otra parte, a pesar de que la calidad de los suministros fue en muchas ocasiones defectuosa. Se podría objetar con la gran cantidad que las cadenas de montaje estadounidenses permitió compensar sus eventuales fallas. Y no hay que olvidar, que entre el material militar, figuraban los bombarderos Hudson, los cazas – bombarderos Aircobra o Kittyhawk, elogiados por el Alto Mando del Ejército Rojo. Y los Sherman poco tenían que envidiar a la mayoría de los tanques.
En lo que respecta a la ayuda que los EEUU prestaron al volumen de la producción militar soviética, dio lugar a sesudos cálculos para disminuir su importancia. Pero se estima que rondó entre el 10 y el 15%. Pero esto es sólo hasta 1944. A partir de 1945 las entregas se multiplicaron, y se produjeron las más importantes. De todas formas, la ayuda aliada ofreció al Ejército Rojo la movilidad que tanto necesitaba. También colmó una insuficiencia en materia de bombarderos tácticos y transmisiones modernas. Y ¿qué decir del combustible? En cuanto comenzó la ofensiva alemana sobre el Caúcaso, 2.600.000 toneladas de oro negro, entre los cuales había 426.000 toneladas de nafta con octanos elevados, permitiendo:
1º Lanzar la operación Urano.
2º Permitir a la aviación soviética alzar el vuelo para oponerse a la Luftwaffe y al avance blindado alemán.
Para que veáis la importancia de la ayuda estadounidense, pues sin ella probablemente habría caído Stalingrado y los pozos caucasianos.
Además, la asombrosa gama de productos que llegaron a la URSS basta para indicar hasta que punto pudo cubrir las deficiencias de los soviéticos y de la economía socilista. Las cifras hablan por si solas. Únicamente en lo que concierne a material móvil, fueron unos 700.000 camiones, 5.000 jeeps, 35.000 motocicletas y 8.000 tractores de artillería, a los que se agregaron 3.800.000 neumáticos. Lo mismo sucedía con el material ferroviario: 2.000 locomotoras y unos 11.000 vagones adaptado todo al ancho de las vías soviéticas. En materia de transmisiones, 300.000 teléfonos de campaña y 5.000 radares y estaciones de comunicación por radio.
En el plano económico, todos los economistas insisten en que el envío de materias primas fue esencial para el esfuerzo de guerra ruso: 1.200.000 toneladas de acero, 1.700.000 de aluminio, 103.000 de caucho, 50.000 de cuero e importantes cantidades de materiales no ferrosos (estaño, níquel, plomo, zinc), sin los que no era posible mantener una economía de guerra.
Los éxitos de la Werhmacht en el verano del 41 privaron a los soviéticos de su principal despensa alimenticia. También en este caso la ayuda aliada se presentó primordial para asegurar el aprovisionamiento de la población y el Ejército con 4.500.000 toneladas de diversos productos alimentarios (harina, carne y azucar sobre todo). Aun cuando los 10.000 millones de dólares de ayuda aliada sólo representaron una parte relativamente débil de la producción de armamento soviético, es imposible negar el impacto que tuvo en la guerra en el Este.