17-04-2006
En los países ocupados hubo siempre una serie de luchas que resultaron catastróficas: El doctor Goebbels quería someterlos, sumergirlos en su propaganda, algo que no dejaba de ser inútil; era un buenísimo director de escena, un gran conocedor del pueblo alemán, pero en aquel momento, se trataba de Francia, Noruega, Bélgica, Holanda, Grecia... Para él, todo lo que no fuera alemán representaba como un insulto a su talento.
La mayor parte de las consignas alemanas para la censura teatral, de periódicos o libros eran estúpidas; los jóvenes oficiales de la Propagandastaffel que protestaban se veían objeto de sospechas a la vez por los militares y por los servicios de Goebbels, de Ribbentrop, de Himmler y de Göring.
En un primer momento resultó, por ejemplo, un error la prohibición de la aparición oficial, en junio – julio de 1940, en Paris de L,Humanite órgano central de aquel partido comunista francés que en la época fraternizaba con los alemanes de manera entusiasta. Nunca se debe impedir a la gente ayudar a tu causa, es ir contra el sentido común.
Era preciso que los militantes europeos anticomunistas tuvieran mucha convicción para continuar el combate junto a los alemanes, en los países ocupados por los alemanes. Quienes lucharon hasta el final, a pesar de las faltas de Hitler y del nacionalsocialismo, estaban dotados de un valor, una convicción y un desinterés que el Führer reconoció tarde, pero reconoció. No eran ciudadanos alemanes y la mayor parte del tiempo combatían al comunismo por razones ideológicas, sobre todo para preservar a sus tierras de la ola roja. La mayor parte de ellos eran conscientes desde 1943 que la guerra estaba perdida, pero continuaron regando con su sangre los campos de batalla, con el único pretexto de defender sus ideas y su civilización con un valor y firmeza que conoce pocos ejemplos en la historia.
Los alemanes fueron poco hábiles tanto en Francia, como en Bélgica, Holanda, Dinamarca, Rumania, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia; crueles en Polonia y los Balcanes (excepto Croacia). En la mayor parte de estos países la colaboración se hizo en la base, ya que el soldado alemán no odiaba y guardaba casi siempre una actitud correcta e incluso generosa si no le apuñalaban por la espalda (esto pocos lo pueden negar). Los servicios militares, diplomáticos, civiles y policíacos llevaron a cabo, por el contrario, tantas tonterías que parecían querer obligar a los ciudadanos a entrar en movimientos de resistencia. Piensen que los alemanes ocupaban de Brest al Caspio y de Narvik hasta Egipto en su momento de mayor esplendor durante el verano del 42.
Los que llamamos aliados, tenían los tres intereses muy diferentes, opuestos totalmente por así decirlo. A pesar de ello, aquellos aliados supieron superar aquellas contradicciones ideológicas para unir sus propagandas y sus esfuerzos con un único objetivo: destruir a la Alemania nacionalsocialista. Alemania sólo tenía un enemigo serio : Stalin. Jamás supieron dar lugar a una verdadera cruzada contra el bolchevismo, con todas las naciones amenazados por el comunismo, Hitler nunca fue capaz de superar las primeras victorias y estaba convencido de que podían vencer solos. Esto fue fatal para su historia, para Alemania y a corto plazo para los europeos del Este.
Pero fue en Rusia donde los errores de Hitler y sus consejeros tuvieron peores consecuencias, fueron sin duda trágicas y nefastas. Decenas de millones de almas recibieron a los alemanes, no como enemigos sino como libertadores. Creyeron hallarse liberados para siempre de un yugo implacable. Y al principio, durante el verano y luego el otoño, el Ejercito alemán se comportó de manera muy amistosa (debemos exceptuar, por supuesto, el papel de los Einsatz) hacia la población que no había sido deportada hacia el Este por las tropas o la policía soviética. De julio a septiembre de 1941, miles y miles de soldados rusos se retiraron sin combatir. Aquellos desertores habrían sido masas enteras si se hubiera iniciado una guerra política contra Stalin. Se volvieron a abrir iglesias. Por doquier los iconos volvieron a sus isbas y así fue como se dieron cuenta los alemanes de que los ciudadanos de la vieja Rusia no habían perdido la fe.
El 17 de julio de 1941, Hitler nombró al su viejo camarada y Reichsleiter Alfred Rosenberg, ministro del Reich para la administración de los territorios del Este, de manera que podriamos creer que fue él quien cometió las tropelías que se dieron por doquier, y que por lo tanto, lleva ante la historia todo el peso de las faltas y los errores cometidos en aquellos lugares. Pero Rosenberg no tenía poder alguno. Aquellos territorios eran de máximo interés para muchos hombres, Rosenberg no era más que una pobre marioneta. A instigación de Himmler se nombró, por ejemplo al antiguo gauleiter de Prusia oriental, Erich Koch, comisario del Reich para Ucrania. Sostenido y recomendado por Bormann, Himmler, Göring, Heydrich y Sauckel, Koch, se destacó por su dureza brutal y salvaje. Cuarenta millones de ucranianos se dieron cuenta en aquel momento que lo único que habían hecho era cambiar de tiranos.
Hitler y el partido apoyaban desde 1934 a la famosa organización ucraniana nacional, que luchó contra los soviéticos y sus tropas especiales con las armas en la mano. El jefe de la OUN era el coronel Konovaletz, ardiente patriota, asesinado en 1938 en Rotterdam por un agente comunista. Pero todo aquello quedó cubierto por el polvo. Las conversaciones que Hitler sostenía sobre los ucranianos y las otras etnias rusas confirmaron que tenía una mentalidad gravemente falseada por un concepto racista obstinado por las creencias de un hombre de provincias (al fin y al cabo sus opiniones nacían de los millares de libros y revistas que devoraba) y agravado por hombres como Bormann o Himmler. Despreciar a un pueblo no es vencerlo. Los pueblos de Rusia demostraron ante el mundo entero su valor y que en nada se debía al stalinismo. El pueblo alemán pagó cara la ceguera de Hitler.
Rosenberg tenía buenas ideas, quería fundar un Estado Nacional ucraniano, restablecer la lengua ucraniana proscrita en los libros, los periódicos, la enseñanza y la literatura científica, por Alejandro II en 1876. Quiso crear un Ejército ucraniano con ayuda del Reich para luchar contra el bolchevismo, ¿pueden imaginar cuantos habrían sido los ucranianos que se habrían batido contra el comunismo con igual valor que los alemanes? Intervino para que los trabajadores ucranianos se presentaran voluntariamente para servir al Reich. Koch fue apoyado por sus amigos Bormann y Himmler, que se oponían a aquella pretensión y comenzaron por reclutar forzosamente a 270.000 obreros y 380.000 campesinos. Hitler intervino para decidir que Simferopol se llamara desde entonces Gotenburg, y Sebastopol, Theodoricshafen, en recuerdo de Teodorico, rey de los ostrogodos, vengador de los arios. Estaban en plena divagación. Esto es sembrar vientos para recoger tempestades, sin más, yo me pregunto, aunque sea inhumano ¿no era lo primero ganar la guerra? ¿O es que acaso ya creían haberla ganado. No obstante, a pesar de todos aquellos errores trágicos, muchos ucranianos esperaban todavía algo de los alemanes: odiaban al bolchevismo tanto que seguían colaborando con ellos. Hitler jamás comprendió a aquellos hombres sinceros, no se dignó ni de tenderles la mano y no tiene excusa por esta actitud. Su obligación era cerrar la boca de los Himmler, Koch, Heydrich y demás.
Ni siquiera reprendió a Koch. Era uno de sus camisas viejas, antiguo camarada. Siempre prohibió que se tocaran a aquellos sus compañeros de lucha y tal actitud le costó carísima. Aquel era un excelente revolucionario, pero le faltaba la visión de hombre de mundo que sí tenía Alfred Rosenberg; para Hitler, la virtud esencial del militante era su fidelidad y lo perdonaba todo. Por ello aquellos camisas viejas eran con demasiada frecuencia intocables y ellos lo sabían.
Hasta 1940, Hitler cerró los ojos ante las extravagancias de Julios Streicher, gauleiter de Franconia, que se olvidó de su misión y de su persona al tomarse por un irresistible Don Juan. Hitler se vio obligado ha destituirle de su puesto de gauleiter. Le atacaron de manera innoble, amenazando con publicar unas fotografías que le mostraban en una postura... delicada. Hitler vio aquel procedimiento como desleal y prohibió hacer uso de aquellas fotografías para rebajar a Streicher. El mismo sentimiento expresó Hitler hacia el socialdemócrata Karl Severing ministro de interior de 1928 a 1932, que no tenía simpatía hacia Hitler y el partido. Determinadas cartas cayeron en poder del partido. Hitler las leyó mostrándose muy indiscreto: Severing estaba enamorado como un colegial y aquello le emocionó. La sinceridad en un adversario, siempre es emocionante. Severing le mostró su simpatía a Hitler y ordenó seguidamente que no le inquietaran a pesar de haberles perseguido durante el tiempo que ocupó el poder. Pero lo cierto es que después demostró que no les había agradecido aquel gesto en absoluto, en Nuremberg abrumó a los acusados tanto como pudo, incluso consiguió que colgaran a Streicher.
Pero volvamos a Ucrania, Hitler jamás tenía que haber permitido que Koch expresara su desprecio hacia una población desgraciada que esperaban de Alemania la justicia que el bolchevismo les había negado. Pronto llegaron los resultados de aquella política de fuerza. Desde octubre de 1941, los francotiradores, obedientes a las ordenes de Stalin, asesinaron no solamente a los soldados alemanes sino a sus propios compatriotas que habitaban pacíficamente el territorio ocupado, el motivo: negarse a unirse a sus bandas de partisanos. De esta manera, 500 alcaldes rutenos y sus familias fueron asesinados y vieron su hogar en llamas antes de morir. Tales crímenes se consideraron más tarde como crímenes alemanes. Ante el tribunal de Nuremberg Rosenberg evocó estas matanzas el 17 de abril de 1946. Le fue cortada la palabra en numerosas ocasiones por el presidente o los fiscales y se le impidió presentar una defensa coherente. Fue condenado a muerte y ejecutado. Se declaró no culpable. Igualmente se acusó al Reich de haber asesinado en Katyn a 15.000 oficiales polacos que los soviéticos fusilaron, como fue puesto en claro por una comisión internacional investigadora.
El creador de aquellas bandas de partisanos que amenazaron las líneas de suministros alemanes constantemente fue únicamente Koch. En un país pequeño, la existencia de maquis no plantea problemas estratégicos. En la URSS era totalmente diferente: era imposible para el Ejército alemán ocupar aquellas inmensas regiones forestales donde los francotiradores instalaron importantes bases de apoyo. A partir del momento en que los partisanos emprendieron su guerra terrorista, la policía y las tropas del Reich se entregaron a operaciones de represalia sistemática que se extendieron por todas las poblaciones que ayudaban a los partisanos soviéticos. El mismo sistema de Napoleón en España, de los británicos en la India y el Transvaal, de los soviéticos en Ucrania y de los israelitas en Jordania. Hitler pudo haber empleado un método humano, inteligente, basado sobre una superioridad racial que exigía por lo menos la demostración con el empleo del sentido común y la razón. En Rusia, como en otros muchos países los alemanes no liberaron al pueblo, lo incitaron contra ellos. En las ciudades como en los campos rusos, la absurda política alemana desconcertó a las masas y a las élites y, finalmente, armó a decenas de millares de partisanos contra ellos. Su deber de buenos europeos era ayudar a los rusos a liberarse a si mismos del bolchevismo, desde que el primer soldado alemán pisó el territorio soviético.
Tendrían que haberse esforzado por entender al pueblo ruso, darle una confianza que se merecían, ayudarle a vivir, enfrentarle a sus opresores. Ese era su único deber.
Pero ni el partido nacionalsocialista ni Hitler estaban preparados para semejante tarea política y moral, que hubiera sido sin duda muy rentable a corto plazo. Resultó injusto a todas luces, terriblemente injusto hacerle expiar al pueblo ruso los crímenes cometidos por los bolcheviques desde 1917 contra el mismo pueblo ruso. Lo que caracterizó la política alemana de ocupación, no sólo en Rusia, fue la inconsciencia. Se le entregó a Stalin sus mejores armas de manera que resultaron incluso mejores y más poderosas que las que recibían de sus aliados del Oeste. En definitiva, resultó que en todos los países occidentales los comunistas, cubiertos por la mascara patriótica, se pusieron en cabeza de la resistencia y prepararon las carnicerías liberadoras.
Jamás revisaron y ampliaron su doctrina hasta darle dimensiones europeas; fueron cegados por su vanidad, su egoísmo, su suficiencia. Al afirmar el 11 de agosto de 1941, que América no podría reponer antes de 1945 el material que el Ejercito Rojo acababa de perder, Hitler vivía en una nube, en pleno sueño, seguía pensando en Alemania, sólo en Alemania y aquel sueño se iba a convertir en una pesadilla muy pronto, pero lo peor de todo sería la caída de la nube en que se encontraba a la más dura realidad del mundo terrenal, por que en aquella nube se encontraba todo el pueblo alemán sumergido en la propaganda de Goebbels.
En mayo de 1942, tras una larga y encarnizada batalla, el Segundo Ejército de Choque soviético fue aniquilado en los pantanos del Volchov. Aquellas divisiones siberianas demostraron su heroísmo, estaban mandadas por uno de los mejores generales rusos, un gigante, Andrés Adreievich Vlasov, al que hicieron prisionero. Declaró inmediatamente a los oficiales del 38 Cuerpo de Ejercito alemán:
“Stalin esta desangrando a nuestro pueblo. ¡Dadnos a los rusos un sentido para esta guerra! No comprendemos la manera con que ustedes obran: ¿Qué traen a mis compatriotas? La muerte, el cautiverio, el trabajo forzado. ¿Es eso razonable? Cierto que todavía obtienen ustedes victorias, pero ahora que Stalin recibe una ayuda masiva de los americanos, combatirá hasta el último hombre por salvar el régimen y su piel. Esta mucho mejor informado sobre ustedes que ustedes sobre él, y les tenderá trampas en el lugar que crean atacarles por sorpresa. Muchos de mis compatriotas sufren el comunismo staliniano: el deber de ustedes debería ser ayudarles francamente. Están en su derecho de tomar las garantías posibles, pero deben ayudarles a liberarse. Sólo los rusos pueden vencer a los rusos.
Vlasov tenía toda la razón. Era todo un patriota, dispuesto a librar a Rusia de Stalin y la camarilla que le rodeaba. Pero hombres como Himmler – que fue un tanto pérfido en este aspecto – no le comprendieron. Hitler tampoco. Para comprometerle, los alemanes hicieron combatir en el Oeste presuntos soldados de Vlasov, cuando él ni siquiera estaba al corriente de la existencia de tales unidades. En 1944 asumió el mando de dos divisiones en el frente del Este, sufrió, al igual que sus soldados y sus oficiales tales vejaciones por parte de los alemanes que finalmente sus tropas se desmoralizaron y se negaron a combatir junto a los alemanes, pero el general permaneció fiel a su causa antistaliniana hasta el final.
En 1942 redactó el siguiente manifiesto:
“El Comité ruso proclama los siguientes principios para la reorganización de Rusia:
-Destrucción del bolchevismo, de Stalin y su camarilla.
-Conclusión de una paz honorable con Alemania.
-Creación de una colaboración de Alemania y los demás pueblos de la nueva Europa, de una Rusia nueva sin bolchevismo ni capitalismo.
Para reconstruir Rusia, el comité propone el programa siguiente:
1º Abolición de los trabajos forzados, libre derecho al trabajo y la defensa sindicalista.
2º Abolición de los koljoses y devolución de las tierras a los campesinos.
3º Restablecimiento del comercio, el artesanado y la pequeña industria.
4º Los intelectuales tendrán derecho a obrar libremente en bien del pueblo.
5º Justicia social y protección de todos los trabajadores contra la explotación.
6º Derecho a la instrucción y la seguridad social para todos los trabajadores.
7º Abolición del terror y restablecimiento de los derechos del hombre.
8º Garantía de libertad para todos los pueblos que componen Rusia.
9º Amnistía de todos los detenidos políticos. Vuelta a su hogar de todos los reportados políticos.
10º Reconstrucción de todas las ciudades y los pueblos según un plan estatal.
11º Reconstrucción de las fabricas según el plan trazado por el Estado.
12º Anulación de todas las deudas contraídas por Rusia como consecuencia de todos los acuerdos secretos concertados por Stalin con los norteamericanos.
13º Garantía de un mínimo vital para todos los inválidos de guerra y su familia”.
Todas estas propuestas cayeron en saco roto, podemos imaginar la cara que puso Himmler, por ejemplo, cuando se le enseñó este documento. Imaginan ustedes lo que sería hoy Hitler a los ojos del mundo si hubiera aceptado este plan que hubiera beneficiado a toda Europa. Nunca lo sabremos, lo único que les puedo asegurar es que le hubiera ahorrado al mundo mucho sufrimiento innecesario.
En mayo de 1945, los americanos entregaron a los soviéticos al general Vlasov y su Estado Mayor. El 12 de agosto de 1946, Stalin los hizo condenar a muerte y ejecutar por “haber sido agentes de contraespionaje alemán”.
Fuentes: GELLATELY, Robert: La Gestapo y la sociedad alemana
GISEVIUS, Hans Bernd: Adolf Hitler
HAYWARD, James: Mitos y leyendas de la Segunda Guerra Mundial
LUMSDEM, Robin: La historia secreta de las SS
MICHAL, Bernard: Himmler
OVERY, Richard: Interrogatorios
RHODES, Richard: Amos de la muerte
TREVOR – ROPER, Hugh: Las conversaciones privadas de Hitler
SOLAR, David: La caída de los dioses. Los errores estratégicos de Hitler