La defensa de Baler o "Los últimos de Filipinas"
Baler era, en 1897, un pequeño poblado en la costa oriental de Filipinas, localizada como capital de la provincia de Nueva Écija, rodeada al oeste por una cadena de rocosas montañas, que dificultaban de sobremanera la comunicación con Manila. Tras una revuelta protagonizada por los filipinos en octubre del 1897, en la que la guarnición de Baler fue atacada, nuevas tropas fueron asignadas a la zona. En febrero del año siguiente, un nuevo contingente de infantes españoles, de 50 soldados pertenecientes al 2º Batallón Expedicionario de Cazadores, comandados por el Capitán Enrique de las Morenas, releva a sus camaradas en Baler. Día a día, los soldados pueden notar el descontento y el nerviosismo de los filipinos, que, para finales de junio, van abandonando la aldea. De las Morenas decide abandonar las casas de los campesinos y fortificar la iglesia, usando sus muros como refugio para los infantes españoles. Además, previendo un cerco de la iglesia, se cavó un pozo y se realizó una trinchera enfrente de las puertas, con la intención de custodiar la más clara vía de ataque.
Por vez primera, el 1 de julio, los defensores se encuentran con una nota, instándoles a rendirse. Más tarde, durante los siguientes días, más propuestas de rendición transportadas por los desertores capturados por los filipinos. Los españoles se los devuelven con el mensaje de que no se rendirán, y que en la siguiente ocasión los mensajeros serían bienvenidos con una lluvia de balas. Tras numerosos combates, en los que la primera baja por fuego filipino aflora en las líneas españolas, los cazadores refuerzan sus mensajes mediante una defensa de gran fiereza. Para el 22 de noviembre de 1898, 14 soldados españoles habían muerto por enfermedad. El Subteniente Alonso había muerto fruto del beriberi en octubre, y en poco más de un mes, el Capitán de las Morenas también sucumbiría a causa de esta enfermedad, dejando al mando al también Subteniente extremeño Martín Cerezo. 145 días de sangriento asedio habían pasado ya. El 10 de diciembre de 1898, el Tratado de París sería firmado, y España entregaría, entre otras posesiones, las Filipinas a los Estados Unidos.
Con la llegada del nuevo año, los combates continuaron. Los filipinos cargaban sobre la posición defendida por los extenuados españoles, que frenaban el ataque mediante el preciso fuego de sus fusiles Mauser "Modelo 1889". En abril de 1899, los españoles se quedaron sin reservas alimenticias, y tuvieron que pasar a comer lagartijas, ratas, y demás animales que cazaban en la iglesia. En ese mismo mes, las autoridades españolas en Filipinas hicieron un llamamiento a los norteamericanos para que hicieran rendirse a los tozudos defensores, pensando que firmarían la rendición sin problema alguno a los estadounidenses. Sin embargo, los soldados de EE.UU, transportados por barco hasta Baler, fueron emboscados y masacrados por los filipinos antes de poder tomar tierra, y se retiraron. El 27 de mayo, los españoles rechazaron el mayor ataque que jamás sufrirían. Cerca de 500 indígenas, provistos de dinamita, cargaron hacia la desvencijada iglesia. Tras un feroz combate cuerpo a cuerpo, los fámelicos defensores rechazaron el ataque. Más tarde, en junio, Cerezo recibió de mano de uno de los emisarios filipinos un periódico español, en el que se podía leer que España había perdido la guerra. Sólo en ese momento, Cerezo acepto la derrota, y se presto a declarar la rendición, siendo conocedor de que él y sus harapientos cazadores, que habían resistido por 337 días a los rebeldes filipinos, sin ninguna ayuda exterior, podían firmar el papel que declaraba su derrota con honor, puesto que habían luchado con suma valentía. El primero de septiembre de 1899, los "Últimos de Filipinas" llegaron a la península. Estos 33 soldados, dueños de una fama enaltecida incluso, por el Presidente del Gobierno Revolucionario de Filipinas, General Emilio Aguinaldo, que comparaba a los aguerridos infantes con el Cid o con Pelayo, pudieron, al fin, regresar a sus hogares, recordando los 17 compañeros que habían dejado atrás, enterrados en aquellos parajes lejanos, bañados por la sombra de una iglesia, donde una de las más gloriosas defensas de la Historia Militar Española había sucedido.
2ª Teniente Saturnino Martin Cerezo
Cabo José Olivares Conejero
CaboJesús García Quijano
Soldado de 2ª Julián Galbete Iturmendi
Soldado de 2ª Juan Chamizo Lucas
Soldado de 2ª José Hernández Arocha
Soldado de 2ª Luis Cervantes Dato
Soldado de 2ª Luis Ruiz de la Torre
Soldado de 2ª Manuel Menor Ortega
Soldado de 2ª Vicente Pedrosa Carballeda
Soldado Antonio Bauza Fullana
Soldado Domingo Castro Camarena
Soldado Emilio Fabregat Fabregat
Soldado Eufemio Sánchez Martínez
Soldado Eustaquio Gopar Hernández
Soldado Felipe Castillo Castillo
Soldado Francisco Real Yuste
Soldado Gregorio Catalán Valero
Soldado José Jiménez Berro
Soldado José Martínez Santos
Soldado José Pineda Turán
Soldado Loreto Gallego García
Soldado Marcelo Adrián Obregón
Soldado Marcos Mateo Conesa
Soldado Miguel Méndez Expósito
Soldado Miguel Pérez Leal
Soldado Pedro Planas Basagañas
Soldado Pedro Vila Garganté
SoldadoRamón Buades Tormo
Soldado Ramón Mir Brills
Soldado Ramón Ripollés Cardona
Soldado Timoteo López Larios
Corneta Santos González Roncal