Por su lado, el progresista y liberal político e historiador serbio Vladimir Ćorović (asesinado por el ejército alemán nacional-socialista a su entrada a Belgrado en 1941), escribe en su libro Istorija srpskog naroda (Historia del pueblo serbio) en la década de los treinta .en el capítulo Izmedju dva svetska rata (Entre las dos guerras mundiales), que tras la firma de los diversos tratados de paz entre 1919 y 1920, los problemas de la Yugoslavia de la posguerra se agudizaban no con los enemigos de la recién culminada guerra, sino con un ex-aliado, Italia. Ćorović comenta que en Italia, ciertos elementos se habían opuesto desde el primer momento a la creación de la gran Yugoslavia, ya que deseaban evitar la aparición de un vecino sólido en la costa oriental del mar Adriático, al cuál les gustaba considerar como un lago interior italiano; vecino que en un futuro podría convertirse en rival o enemigo. Además de ello, en Italia ya aparecían para ese entonces los deseos de expansión hacia la península balcánica. Tras la revolución bolchevique en Rusia y la destrucción del Imperio austrohúngaro, muchos italianos creyeron que podían iniciar con acciones expansivas sin entrar en conflicto directo con ninguna potencia, mientras que la enemistad entre los serbios y los búlgaros y su nula confianza mútua podían únicamente facilitarles este trabajo. Los territorios de arranque habían de ser Albania y Dalmacia [Cor41]. Por todo ello, inmediatamente después de la firma de los tratados de paz en 1918 empezaron con represiones en contra de la población sudeslava en su territorio emitiendo señales indudables de ánimo belicoso en contra del gobierno en Belgrado. En la conferencia para la paz, las exigencias italianas se alejaban del tratado firmado en Londres, que obligaba tanto a Gran Bretaña como a Francia a no intervenir en cuestiones internacionales sino por medio de la Liga de las Naciones. Por suerte, la presión italiana era repelida por medio de iniciativas sugeridas por el presidente Wilson de Estados Unidos [Cor41]. Éste defendía el principio de pertenencia étnica y el derecho a la libre decisión de los pueblos, rechazando exigencia puramente imperialistas. De todas maneras, tras varios años de crisis, el Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos perdía la ciudad de Rijeka (Fiume), que era anexada a Italia por medio del pacto firmado por ambos gobiernos el 27 de enero de 1924, con lo cual las relaciones bilaterales llegaban a un nivel de supuesta calma y carente de animosidad inmediata.
Todo ello cambiaba, claro está, con la famosa marcha de los "camisas negras" fascistas a Roma, la noche del 27 de octubre de 1922, en medio de una crisis económica tremenda, imponiendo a Benito Mussolini en el poder de la nueva Italia fascista con claras pretensiones imperialistas. Las direcciones de la expansión fascista, una vez asegurado el poder al interior, eran en primer lugar los Balcanes y Africa del norte. Una vez asegurado el puerto de Rijeka (Fiume), el Duche anexaba territorios de Albania a Italia.
Ćorović prosigue explicando la intromisión política y hasta militar de la corona yugoslava en la cuestión de Albania, apoyando la creación de la República Miridita (Meridional) independiente, lo cual le ocasionó al gobierno de Belgrado una enérgica protesta en contra por parte del gobierno inglés y de la Liga de las Naciones, en otoño de 1921.Cuando en 1924 llegaba al poder en Albania el llamado grupo nacionalista de Fan Noli y cuando, junto con los búlgaros, empezaba a armar y entrenar a grupos de chachaks (bandas de asaltantes y guerrilleros) dirigidos en contra del Reino de Yugoslavia, el gobierno yugoslavo había ayudado de manera indirecta a que se derrocara el gobierno de Fan Noli a manos del grupo de simpatizantes de Ahmed beg Zogu, organozado en territorio yugoslavo. Poco tiempo después de esto, Ahmed beg Zogu creaba la República albanesa organizada a imagen y semejanza de la turquía de Kemal Ataturk. Estas relaciones amistosas entre Albania y Yugoslavia iban en contra de los intereses italianos, por lo que el gobierno fascista italiano fascista firmó el pacto con Ahmed beg Zogu, pasando a ser Albania de nuevo un protectorado italiano, coronándose el 1ero de septiembre de 1928 Ahmed beg Zogu rey de la Albania italiana.
Mientras tanto, y a partir ya de 1924, la enemistad italiana en contra de los yugoslavos no se escondía. Los eslovenos y croatas que vivían en la península de Istria (en ese entonces, parte de Italia) eran expulsados o forzados a irse de manera voluntaria, mientras que sus escuelas y otras instituciones eran clausuradas y destruidas. Bulgaria y Hungría ganaban en Roma a un aliado valiso para sus políticas anti-yugoslavas y revisionístas. La emigración montenegrina abandonaba paulatinamente Italia, mientras que Roma apoyaba abiertamente el separatismo croata, aceptándo a los separatistas croatas corridos de Yugoslavia. Intentando contrarrestar los ataques italianos en todas sus fronteras, el gobierno de Belgrado firmaba el 11 de septiembre de 1927 un pacto de amistad con Francia. Italia, sumida ya desde hacía tiempo en una lucha más o menos abierta con Francia por el control del mar Mediterráneo, recibió esta noticia con gran disgusto, firmando a la vez un tratado de cooperación militar con Albania para los siguientes 20 años.
Al referirse a las relaciones multilaterales de los países balcánicos, Ćorović comenta que aunque al término de la I Guerra Mundial el gobierno en Bulgaria habpia sido constituído por Aleksandar Stamboliski y su partido por la repartición de tierra (Zemljodelska Stranka) quienes intentaban entablar mejores relaciones con Yugoslavia, en ese país existían demasiados actores, públicos y clandestinos, que no deseaban aceptar el estado de las cosas. Los emigrantes macedonios y sus simpatizantes búlgaros (llamados makedonostvujusci), resultaban ser los agitadores más activos, quiénes trabajan muy duro al interior y en el extranjero para mantener abierta la cuestión de macedonia y los macedonios al interior del Reino de Yugoslavia y en Grecia. Para lograrlo, los macedonios realizaban sistemáticamente acciones terroristas en Yugoslavia y en Grecia, llamando al pueblo al levantamiento. Ello llevó a los gobiernos yugoslavo y griego a emitir una fuerte protesta al gobierno búlgaro en Sofía. Stamboliski por su parte, no le prestaba demasiada importancia a los makedonistvujusce, aunque consiente que sus acciones desestabilizaban la consolidación de la propia Bulgaria y sus relaciones con sus vecinos. Finalmente, el 23 de marzo de 1923, el gobierno búlgaro firmaba con el yugoslavo un tratado para iniciar medidas conjuntas para controlar las acciones de los grupos terroristas pro-macedonios. Sin embargo, fue ete tratado el que le costó la vida, ya que los makedonostvujusci, junto con la oposición militar y ciudadana organizaron un golpe de Estado el 9 de junio de ese 1923, matando al mismo Stamboliski después de torturarlo cinco días más tarde. El nuevo gobierno búlgaro, con Aleksandar Cankov a la cabeza intensificó la política anti-yugoslava, apoyando la creación de las llamadas troikas (tríos) que asesinaban y asaltaban a la población en territorio yugoslavo. El reino yugoslavo cerraba a raíz de ello sus fronteras, mientras que el gobierno búlgaro apoya toda su política exterior en Italia, atacando al reino yugoslavo constantemente en toda reunión internacional.
El primer país con el que el Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos lograba firmar una alianza estratégica era República Checoslovaca. Ello resultaba ser un desenlace natural de una larga historia de cooperación cultural y política. Con Hungría, que se encontraba en una situación sumamente difícil tras la desaparición del imperio habsbúrgico y que vivó incluso una efímera dictadura bolchevique ahogada en sangre para finalmente restaurar la monarquía a manos del antiguo rey Karlo. Sin embargo, éste tampoco pudo mantenerse mucho tiempo en el poder, ya que los vecinos de Hungría (Yugoslavia incluída), al igual que la mayoría de las grandes potencias (con excepción de una pequeña élite francesa) se habían opuesto enérgicamente a ello. El Consejo de Embajadores en París había expresado que "la restauración de la monarquía de los Habsburgo usurparía los principios de la paz lograda [Cor41]." Yugoslavia, Checoslovaquia y Rumanía se solidarizaron en esta cuestión de manera total, creando el 10 de junio de 1921 un pacto formal a iniciativa de Checoslovaquia, llamado la Pequeña Entente, que no tenía mayores pretensiones más que conservar las cosas tal y como estaban en ese momento. En cuanto a Polonia, las relaciones de Yugoslavia con este país no eran tan amistosas como en el caso de Checoslovaquia, pero tampoco tenían mayores desencuentros. Desde el 17 de septiembre de 1926, existía entre ellas incluso y un pacto formal de amistad
Para Eric Hobsbawm [Hob01], la Segunda Guerra Mundial tal vez podía haberse evitado, o al menos retrasado, si se hubiera restablecido la economía anterior a la guerra como un próspero sistema mundial de crecimiento y expansión. Sin embargo, después de que en los años centrales del decenio de 1920 parecieran superadas las perturbaciones de la guerra y la posguerra, la economía mundial se sumergió en la crisis más profunda y dramática que había conocido desde la revolución industrial. Y esa crisis instaló en el poder, tanto en Alemania como en Japón, a las fuerzas políticas del militarismo y la extrema derecha, decididas a conseguir la ruptura del status quo mediante el enfrentamiento, si era necesario militar, y no mediante el cambio radical negociado.
El mismo autor prosigue explicando que "la insatisfacción por el status quo no la manifestaban sólo los estados derrotados, aunque éstos, especialmente Alemania, creían tener motivos sobrados para el resentimiento, como así era. Todos los partidos alemanes, desde los comunistas, en la extrema izquierda, hasta los nacionalsocialistas de Hitler, en la extrema derecha, coincidían en condenar el tratado de Versalles como injusto e inaceptable. Paradójicamente, de haberse producido una revolución alemana, la situación de este país no habría sido tan explosiva" [Hob01]. De hecho, el partido comunista resultó en un segundo lugar, detrás del partido Nacionalsocialista en las elecciones que llevaron a Hitler al poder. El discurso de la izquierda alemana le parecía una alternativa atractiva a más de una tercera parte de alemanes en la década de los 1920's. Se buscaba una alternativa al estancamiento social por el que atravesaba Alemania, agudizado a partir del crack económico de 1929 que causó a que 6 millones de alemanes perdieran el empleo. De hecho, el Partido Comunista Alemán (KPD), sumergido en su propio radicalismo ideológico, "consideraba a los socialistas, denunciados obsesivamente como "social fascistas", como su principal adversario, no a los nazis. Entendían que la llegada de éstos al poder supondría la última carta del capitalismo, un "fenómeno pasajero", preludio evidente de la revolución obrera. En las elecciones de noviembre de 1932, las últimas antes de la llegada de Hitler al poder, los socialistas lograron 7,248,000 votos y los comunistas, 5,980,200: juntos sumaban más votos que los nacional-socialistas (NSDAP). Los comunistas hicieron imposible la unión de la izquierda."[Arte-Historia] Desgraciadamente para la humanidad, los vencedores se apartaron irremediablemente del status quo hacia horizontes insospechados.