Como siempre, Nonsei, te aferras a una idea y no hay quien te saque de ella. O es blanco o es negro, para tí no existe el gris.
Intenta ponerte en el contexto y no seas un leguleyo inflexible. Vamos a ver que haría tú en el caso siguiente.
Imagínate que eres el presidente de una nación continental que acaba de entrar en guerra contra una serie de países que dominan los mares que bañan tus costas, a excepción de un pequeño mar interior que solo sirve como medio de comunicación interna.
Tienes una incipiente y potente marina de guerra de superficie aunque inferior en número a tus enemigos. Ahora bien, tu fuerza submarina es de primer orden en cuanto a unidades y tripulaciones.
No hay que decir que empiezas la guerra respetando la Convención de La Haya de 1907.
Al poco del inicio de las hostilidades, el 11 de noviembre de 1914, el almirante Fisher, Primer Lord Naval de tu principal enemigo, declaró como zona de guerra el mar del Norte e instituyó canales obligatorios para los países neutrales hacia Holanda y Escandinavia, con escala de visita obligatoria en Inglaterra. Al mismo tiempo, no sólo las zonas costeras, sino también los lugares más recónditos recibieron campos de minas. El mar del Norte era un teatro privilegiado para este género de guerra gracias a su escasa profundidad.
Quiere esto decir que todo buque neutral con mercancías destinadas a tu país debía obligatoriamente ser inspeccionadas por la marina de tu enemigo. Ni que decir tiene que practicamente todo era considerado por ese país como mercancía prohibida y susceptible de ser requisada.
Pero la gota que colma el vaso llega a principios de 1915, cuando tu principal enemigo y dueño de una superioridad absoluta en unidades de superficie declara el transporte de víveres como contrabando de guerra.
Tú como presidente del estado bloqueado piensas: " ... esa gente está intentando hacernos morir de hambre impidiendo el abastecimiento de alimentos y materias básicas - no ya para el ejército - sino para la misma población civíl. Esto está por encima de todo derecho de gentes - piensas -".
Pero tú eres de esos que las leyes están para cumplirlas a rajatabla - aunque tu enemigo se las pase por el forro de los pantalones - y ordenas que se cumplan todos los aspectos de la Convención de La Haya de 1907.
Pero entonces te enteras que muchos de tus submarinos están siendo cazados precisamente por observar dicha Convención. Tu enemigo, dando de lado ese tratado ha puesto en servicio los "Buques trampa" o Q Ships. Dichos buques simulan ser inocentes mercantes cuando son detenidos por el submarino de turno obedeciendo el mandato de la Convención de La Haya, paso previo para la inspección de dicho barco antes de tomar la decisión de dejarlo pasar o hundirlo (previa puesta a salvo de su tripulación). En el momento en que el confiado submarino está a una distancia razonable, el inocente mercante deja caer su disfraz y aparecen numerosos cañones que disparan contra el submarino que observaba las leyes de guerra y no quiso hundirlo al torpedo.
El presidente de ese país piensa: ¿" ... Qué está pasando? Yo observo la Convención de La Haya pero los otros parece que no tienen la más mínima intención de hacerlo".
¿Debo dejar que el bloqueo traiga la hambruna a mi país?
¿Debo poner la otra mejilla y seguir sujeto a un tratado en el que se mea mi enemigo y obligar a mis submarinos a seguir observando esa pantomima mientras siguen siendo cazados por los buques trampa al detenerlos?
Intenta ponerte en el contexto y en el papel de los gobernantes de ese país. Decide si eres Santa Teresa de Jesús o si estás en una guerra en la que se está jugando la supervivencia de los tuyos. Y dime de camino si la Convención de La Haya podía estar vigente en 1915.
Y entérate de una vez. Norteamérica era un hervidero de espías en 1915, con población tanto germanófila como anglófila. Conseguir información sobre la carga real de un buque no era especialmente difícil en aquella época. Alemania sabía el cargamento de muchos de los buques que partían de los EEUU con destino Inglaterra y el Lusitania no iba a ser menos. Cuento más siendo lo apetecible que era como blanco.
Saludos.