El misterioso vuelo de Rudolf Hess

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11-03-2006

1ª PARTE

Hess era participe de las ideas de Hitler: liberar al continente del comunismo, echándolo más allá de los Urales. Ambos tenían ese objetivo. Quien quiera, podrá pensar que aquel deseo era una locura. Lo más razonable sería comprobar que en el umbral de aquella guerra suprema, la batalla estaba mal planteada y la diplomacia que Hitler se había asegurado en 1939 creyendo que la coalición anglofrancesa mantendría una postura neutral, había sufrido el más rotundo de los fracasos. El führer nunca supo y pudo arreglar aquel tremendo error de su diplomacia, ni con la propaganda, ni con la guerra, ni con el apoyo de las "excelentes" diplomacias que actuaban en Suecia, Portugal, España y Turquía (en esta última lo hacía Von Papen, el hombre que en 1932-1933 recomendó a Hindenburg nombrar canciller a Hitler). Jamás sabremos la gran cantidad de documentos e informes falsos que llegaron a sus manos y las esperanzas que con ellos se desvanecieron.

El país donde más simpatizantes sinceros tuvo Hitler antes de la guerra, fue sin duda Inglaterra. Como se demostró en reuniones de altas personalidades, como la de julio de 1936, donde todas las mesas estuvieron decoradas con cruces gamadas. En Inglaterra, Hitler era considerado todo un caballero y el salvador de su pueblo. Como el mismo Churchill legaría a afirmar en 1935: “Si algún día Inglaterra se encuentra en la misma situación que Alemania antes de 1933, rezaría a Dios para que nos enviará un hombre como Adolf Hitler.”

En junio de 1940, cuando acabó la campaña de Francia, se llevaron a cabo negociaciones entre la oposición de Churchill y Ribbentrop, estuvieron a punto de llegar a buen término. Muchos políticos ingleses no estaban de acuerdo con el discurso del 25 de mayo del Premier en los Comunes. Así que, el mismo lord Halifax fue quien ordenó a su adjunto y amigo, Richard Austin Butler, que negociara con Alemania a través de Suecia. Hitler propuso, a grandes rasgos, un reconocimiento del Imperio británico contra la restitución de las antiguas colonias alemanas (Camerún, Benin y Togo, Tanzania y Namibia). El Reich tendría además manos libres en el centro y el este de Europa y se firmaría una alianza a vida y muerte con Gran Bretaña. Algo similar a la colaboración que aceptaría Petain, en principio, en Montoire.

Se llevaron a cabo más sondeos en pos de la paz. El príncipe Max de Hohenlohe comunicó oficialmente las propuestas alemanas a Kelly, ministro británico en Berna, en el mes de julio de 1940: “El Canciller de Alemania está dispuesto a enviar a su ministro de Asuntos Exteriores... al lugar de Europa que desee el gobierno de Su Majestad designar, con la finalidad de que cese inmediatamente el estado de guerra entre Gran Bretaña y el Reich. Espera... sea remplazado el Tratado de Versalles por un contrato internacional, razonable y humano, que garantice la libre existencia y el futuro pacífico de todos los pueblos europeos. Alemania jamás hubiera emprendido una guerra contra Francia e Inglaterra si estas potencias no le hubieran declarado las hostilidades: Considera que no interesa a nadie en Europa que el conflicto adquiera una extensión mundial. Puedo asegurarle que el Canciller no desea negociar como presunto vencedor, sino como un estadista consciente del espantoso cataclismo... Las condiciones del armisticio con Francia, que también había declarado la guerra, han sido moderadas y demostrativas del espíritu en que el Führer esta dispuesto a obrar...”

El mismo Vaticano transmitió al gobierno británico las condiciones que interesaron a Halifax. Así fue reconocido el 12 de febrero de 1946. La desgracia es que todo esto se ha encubierto a lo largo de los años. Parece que nadie esté interesado en la verdad, en hacer justicia y, hoy por hoy, todo el mundo conoce a Hitler como un loco que sólo deseaba la destrucción del mundo.

El 17 de junio de 1940, el ministro de Su Majestad, ante Churchill, respondió que en aquel asunto Inglaterra se dejaría llevar por el buen sentido y no por una política de bluff y jactancia. Seguidamente entregó al ministro sueco un mensaje de parte del jefe de Asuntos Exteriores favorable a una paz de compromiso. A su vez Prytz informó inmediatamente a Ribbentrop y éste a su homólogo italiano Ciano. El 18 de junio se estaban manteniendo negociaciones y se estaba en contacto con los Asuntos Exteriores de Inglaterra a través de Suecia. El rey Gustavo de Suecia lo puso todo de su parte en aquella tentativa por la paz. Sin embargo en Londres, había ciertos personajes que deseaban la guerra, me refiero sin duda a Churchill. Que tuvo un acceso de cólera: amenazó a diestro y siniestro. Muchos cambiaron de idea, entre ellos Butler. Halifax fue a Washington y Chamberlain murió, todo un caballero que abandonaba el mundo de los vivos. Y una vez más se perdió la ocasión de detener la más insensata de las guerras.

Parece evidente, sin embargo, que el 11 de mayo de 1941, Rudolf Hess no hizo más que imitar la política de lord Halifax, Butler y sus muchos amigos. El lugarteniente de Hitler, que había ido a proponer la paz, fue detenido, juzgado y condenado como criminal de guerra. Hasta su muerte en 1987 permaneció en la prisión de Spandau. Los soviéticos consiguieron su objetivo, que muriera allí, olvidado; los occidentales coincidían con ellos en ese deseo. Por si fuera poco pretenden hacernos pensar que Hess se suicidó. Eso resulta el colmo de la vergüenza; claro, es normal, había que manchar la memoria del último dirigente nacionalsocialista vivo. ¡Qué triste resulta la historia! Los alemanes, callados, nadie quiso ni quiere saber lo que piensan sobre la injusticia cometida con el buen Hess. Quizás fuera interesante saberlo.

Al pobre Señor Butler le impusieron un castigo atroz: le nombraron Canciller de Echiquier, lo apartaron de la escena. Estaba llamado a ser el sustituto de Eden en el partido Conservador; pero se produjeron filtraciones y todos temieron que al asunto del 17 de junio de 1940 le rodeara el escándalo. Butler fue obligado a retirarse a pesar de sus grandes esfuerzos por probar que siempre estuvo en contra de Hitler.

Hasta febrero de 1941 Hitler vivió de ilusiones, de la ilusión de pensar que la diplomacia sería capaz de neutralizar el Oeste. Lo que sabía de Estados Unidos, de lo que allí ocurría, a menudo era tergiversado, y muchas veces le contaban las cosas tal y como él quería que se las contaran. La opinión pública americana es cierto que era reticente a entrar en aquella guerra y más aún de que degenerara en conflicto mundial.

El duque de Windsor, ex Eduardo VII, anticomunista reconocido, fue apartado de Europa. En octubre de 1937 visitó a Hitler y poco antes de la guerra dijo: “La reconciliación entre Gran Bretaña y Alemania será la gran tarea de mi vida”. En julio de 1940, Churchill engañó al mundo (lo envió a las Bahamas) al decir que el duque y su esposa se encontraban en Lisboa, porque habían “escogido la libertad”. Pero lo cierto es que habían sido exiliados. Aceptaban su suerte, pero deploraban aquella estúpida guerra. Hitler envió agentes alemanes a Lisboa, no para secuestrar al ex rey y su esposa, sino para protegerlos y que pudieran llegar a las Bahamas sin contratiempos, el 1 de agosto.

Hitler nunca comprendió las razones de Gran Bretaña para declararle la guerra, ni tampoco las de la mayor parte de la opinión pública estadounidense para estar en su contra, en contra del nacionalsocialismo. Él siempre tuvo en su cabeza esta idea: Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania por desear esta última que Dantzig, ciudad alemana, se uniera al Reich. Hess pensaba lo mismo. Pero por el contrario, este último jamás quiso darse cuenta de que la situación había cambiado. Después que Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Francia, Yugoslavia y Grecia fueran vencidas, Hitler creyó que sus triunfos por las armas resultarían más convincentes que la diplomacia. Pero todo ocurrió de nuevo al revés. Todo aquello acusaba al Führer. Era un prisionero de sus triunfos.

¡Vaya una locura! ¿Quién puede pensar algo así? ¡Sin duda son unas ideas retrógradas! Bien sabido es que los que quisieron ser aliados del Reich lo fueron. Nadie impidió esto, exceptó la URSS, pero ellos bien sabían lo que les esperaba y lo que deseaban, firmaron aquel pacto por propio interés. Quería construir el gran Reich germánico a partir de su doctrina, con el espacio vital del Este, sin molestar los intereses del Oeste. Pero dijera lo que dijera, ya estaba sentenciado.

El 19 de julio de 1940, una nueva propuesta de Hitler, en la Opera Kroll, ante el Reichstag, un nuevo intento por establecer la paz, no sin atacar a Winston Churchill una vez más: “Desde Inglaterra no me llega más que un clamor, que no es el del pueblo, sino el de los políticos: la guerra debe continuar al precio que sea... Declaran que continuarán la guerra incluso si Gran Bretaña perece y si se hace necesario, desde el propio Canadá. Hay que suponer que sólo estos caballeros apasionados por la continuación de la guerra tendrán posibilidad de ir allá. Me temo que le pueblo deberá permanecer en Inglaterra. El señor Churchill tendrá que creerme, quizás por una sola vez, al predecir que un gran Imperio será destruido, un gran Imperio que jamás tuve la intención de destruir, ni siquiera de debilitar... Creo por tanto que es mi deber, ante mi propia conciencia, de efectuar un llamamiento una vez más a la razón y el buen sentido que existen en Gran Bretaña y otras partes... No veo razón alguna para prolongar esta guerra.” Pero en Inglaterra tenían sobrados motivos para continuarla. Hitler era vencedor y debía ser vencido.

A la vista de los hechos, se ha demostrado que Hess obró con nobleza, con audacia y por el bien de Europa, como lo habría hecho un gran hombre.

Hess era tan ingles como Churchill, puesto que la madre del último era americana y la del primero inglesa. Fue educado en El Cairo al estilo británico. La posteridad demostrará que Hess era un gentleman y que Churchill dejó de serlo desde la guerra de los Boers. Cuando Hitler subió al poder y expuso sus ideas del gran Reich germánico, su fiel lugarteniente no escondió sus ideas anglófilas. Cuando Ribbentrop fracasó en Londres, buscó a partir de 1937 una nueva alternativa en el Oeste: Francia. En Paris hubo decenas de conversaciones extraoficiales y oficiales. Pero Hess persuadió a Hitler que esto no conducía a nada, puesto que la que mandaba en el Oeste era Gran Bretaña. Por tanto había que llegar a un entendimiento a cualquier precio. Si aquello era cierto en 1937, aun lo era más en 1941.

En el mes de noviembre de 1940, Hitler expuso a Hess que la intratable Inglaterra tenía dos esperanzas en Europa: Francia y la URSS. La primera ya estaba fuera de combate. Faltaba la segunda, el sueño de Hitler, el espacio vital. Tenía que acabar con la URSS cuanto antes, porque tarde o temprano ellos se lanzarían con todas sus fuerzas contra Europa. Hess fue uno de los que afirmó que el combate en el Este era vital para Alemania. Pero el Führer le dijo que los problemas polacos y franceses fueron eliminados porque sabían que la URSS no atacaría. Por ello, resultaba esencial eliminar la posibilidad de cualquier embestida en el Oeste: “Existen en Gran Bretaña – le dijo Hess a su Führer – personas razonables que comprenden que sería una locura una guerra mundial. Churchill está muy lejos de haber conseguido la unanimidad del parlamento y de la opinión... Los Dominios protestan a veces, puesto que llevan el peso de la “guerra por Dantzig”. Estoy persuadido de que no se ha hecho nada para conseguir que los ingleses nos comprendan. Su verdadero interés es conservar su Imperio y que liberemos a Europa de la pesadilla bolchevique. Lo que nos impide negociar con ellos, es aquello que Anthony Eden calificó el 29 de febrero del año pasado en Liverpool como “la cínica alianza germano-soviética” Hay que tranquilizarles y tenemos los medios para conseguirlo.” Pero no fue así. Hess no podía hacer nada contra el destino, que no sería otro que la caída del mundo en el caos de la victoria bolchevique. Hizo de aquel asunto una cuestión de prestigio personal y estaba seguro de poder conseguirlo. Entre él y Hitler se llegó a un acuerdo que trataría de efectuar los contactos al grado más elevado con Gran Bretaña y que Hitler permanecería constantemente informado de todo, de manera que pudiera desautorizarlo inmediatamente en caso de fracaso o que corriera el riesgo de parecer un signo de debilidad de Hitler. Asintió y le explicó en enero de 1941 que quería impresionar a la opinión pública de Gran Bretaña y mundial con un acto fabuloso; acudiría él mismo a Gran Bretaña en avión y vería al duque de Hamilton que ya estaba advertido.

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11-03-2006

2ª PARTE

El asunto se preparó de manera muy seria, fue minuciosamente analizado para que nada fallara. Para no estorbar en nada a Hess, Hitler volvió a otorgarle la autorización de vuelo de la que carecía desde 1939 y pudo entrenarse libremente con un Messerschmidt 110 especialmente preparado para la travesía.

Walter Schellenberg, jefe de la policía secreta alemana (la Sicherheitsdienst), escribe en sus memorias que Hitler no estaba al corriente de la idea de Hess, a quien consideraba un loco. Digan lo que digan, Hess ha sido declarado cuerdo por todos los especialistas que le han examinado exhaustivamente. Con ello vemos el mejor ejemplo de la gente que rodeaba a Hitler, con Canaris por un lado y Schellenberg por el otro.

El vuelo sobre Escocia no se pudo preparar de manera más minuciosa. Si Hess se desviaba y se veía obligado a caer en paracaídas en algún sitio como Calais, Oslo o en cualquier otro lado, todo seria un fracaso ridículo y estrepitoso. El ingeniero Messerschmidt hizo que añadieran al avión, revisado personalmente por él, aparatos de radio, una brújula especial y reservas suplementarias. Hans Baur, piloto personal de Hitler, entregó a Hess los mapas de las zonas prohibidas por el Estado Mayor sobre el Reich y los países ocupados. Veinte vuelos de ensayo y dos tentativas radiodirigidas precedieron el vuelo del 10 de mayo. En cada ocasión Hess pedía las informaciones metereológicas necesarias.

El que todavía siga pensando que todos estos preparativos, que duraron varios meses, pudieran haberse hecho a expensas de Hitler, es que ya no quiere atender a razones. No soy el único que piensa así. El gran general J.F. Fuller, especialista en blindados, declara que Churchill tenía que haber aceptado negociar con Hitler inmediatamente después de que este detuviera los blindados en la carrera a Dunquerke; o como muy tarde, en mayo de 1941, cuando Hess hizo al gobierno británico las proposiciones que ya se conocen. El mismo general afirmaría que “consideraba a Churchill como a uno de los principales responsables, con Roosevelt, de la catastrófica victoria que llevó a los bárbaros hasta el corazón de Europa, provocó la destrucción del Imperio británico y abrió las puertas de Asia al comunismo.” Tras una larga investigación, el escritor Pierre Hofstetter llego a la conclusión, de que “el vuelo en solitario de mayo de 1941, se hizo de completo acuerdo con Hitler”. También dice esto mismo el escritor británico Jammes Leasor. El más reciente de todos los estudios sobre el misterioso vuelo de Hess es el excelente y completo ensayo del escritor galés Martin Allen: “El enigma Hess”.

El vuelo decisivo se aplazó varias veces por las fluctuaciones de la batalla en el Mediterráneo y en el desierto.

El duque de Hamilton, había recibido bien el mensaje del profesor Haushofer (amigo íntimo de Hess) y se lo había transmitido a sus superiores jerárquicos. Se pensó en recibir al misterioso visitante del Reich en Lisboa, pero no resultó una idea sólida.

En abril Hitler no creía ya en una paz con Gran Bretaña. Así se lo dijo a Hess, añadiendo que iba a intentar un entendimiento con Francia. Los días 11 y 12 recibió en el Berghof con Von Ribbentrop y Abetz, al almirante Darland y al especialista francés en asuntos alemanes, Benoist – Mechin. Querían negociar las bases de Siria y Túnez a cambio del regreso de todos los prisioneros franceses combatientes en 1914 – 1918, y una disminución de la indemnización diaria de ocupación de 400 a 300.000.000 de francos.

Todavía tenía buenas cartas para negociar la paz en Europa y los franceses fueron prudentes y hábiles. Se mostraron correctos y obtuvieron ventajas de ello, ya que las negociaciones que comenzaron el día 5 de mayo llegaron a buen término. Regresaron a sus casas 83.000 franceses y la indemnización se redujo a 54.000 millones de marcos. La administración francesa no tardó en volver a instalarse en la zona prohibida del Norte y el Paso de Calais. Pese a todo no tardaría en producirse una rotura con el almirante Darland: el 14 de julio de 1941, pero Hess, ¿qué podía saber de esto?

Vuelvo a hacer hincapié en que para él era cosa del prestigio. Creyendo a todas luces que la política de Ribbentrop de un acercamiento con Francia iba a triunfar, consiguiendo un acuerdo completo, resolvió de pronto intentar su oportunidad cerca de la opinión anticomunista inglesa. Todos sabemos que fracasó estrepitosamente. Eden reconoció: “El vuelo en sí mismo constituye una valerosa empresa y fue brillantemente ejecutado”. Hess se lanzó en paracaídas y aterrizó a 19 kilómetros de la propiedad del duque. Pero se dislocó el tobillo y declaró a un buen campesino escocés que era un oficial de vuelo alemán y necesitaba ayuda. El escocés lo llevó a su granja, se lo presentó a su mujer, que inmediatamente le preparó una taza de té y le vendó el tobillo. Aquel buen hombre se llamaba David Mac Lean. Muy pronto fue tratado como prisionero de guerra; ciertamente, fue interrogado por el duque de Hamilton; Sir Kirkpatrick, de Asuntos Exteriores; lord Beaverbrook, ministro de Abastecimientos que ya le conocía, y lord John Simon, miembro del Gobierno de Guerra. Lord John Simon le preguntó si había llegado a Escocia con permiso del Führer; Rudolf Hess respondió: “Sin su permiso”.

Y estalló en carcajadas. De hecho no había mentido, ya que a Hitler nadie le había prevenido de la fecha de la travesía. Pero es cierto que Hess dejó una carta donde asumía toda la responsabilidad de su embajada extraordinaria. Así pues, entregó inmediatamente al lord las propuestas de paz con Gran Bretaña, que había redactado conjuntamente con Hitler. Las cuales decían:

  • El Reich tendría las manos libres en el Centro y el Este de Europa.

  • El Reich garantizaba al Imperio británico a condición que se le devolvieran sus antiguas colonias. (Un acuerdo a vida o muerte entre ambas potencias).

  • Se firmaría un tratado de paz con Italia, “cuyas peticiones no serían excesivas”.

  • Gran Bretaña evacuaría Irak y el negociador por parte británica no sería, en manera alguna, Winston Churchill.

Cinco días antes de que Hess partiera, el gobierno francés solicitó “la garantía del Reich para el conjunto del Imperio colonial francés”, cosa que Hitler rehusó el 10 de mayo, en Berchtesgaden.

Hess declaró que en caso de guerra del Reich con la Unión Soviética y si Stalin resultaba vencedor, Gran Bretaña no podría impedir que el Ejército Rojo ocupara la mayor parte de Europa. Más tarde, Kirkpatrick resumiría así los puntos que le propuso Hess: “Me horroriza – me dijo Hess – el pensamiento de una prolongación de una lucha y de las matanzas inútiles que representaría. Puedo darle mi palabra de honor que Hitler no ha experimentado nunca malas intenciones contra Gran Bretaña ni aspirado jamás al dominio mundial. Sus intereses son puramente europeos. Si llegamos ahora a una paz, América se enfurecerá, puesto que Estados Unidos desean en realidad heredar el Imperio británico.”

Esto correspondía exactamente con el pensamiento de Hitler. Como todos sabemos Gran Bretaña ignoró todas aquellas propuestas de paz. Por tanto Hitler se vio obligado a desautorizar definitivamente a Hess. Lo que debió de sentir en lo mas profundo de su corazón. Se hizo un breve comunicado oficial: “Hess sufría desde hacía algún tiempo de perturbaciones mentales y alucinaciones... Este incidente no afecta en ningún aspecto la continuación de la guerra impuesta al pueblo alemán por Gran Bretaña.”

Hitler quedó destrozado, había perdido a uno de sus mejores camaradas, a uno de los pilares sobre los que se sostenía, puede que incluso su mejor amigo y lo había declarado loco. De todas maneras, si les sirve como argumento, debemos de pensar que Rudolf Hess no podía estar loco, por el mero hecho que un hombre en las condiciones que dicta el comunicado no podía emprender semejante empresa. El 17 de mayo de 1941, Churchill escribió a Roosevelt: “No debemos de olvidar que él (Hess) comparte la responsabilidad de todos los hechos de Hitler; es un criminal de guerra en potencia.” Pero más adelante se contradice en sus memorias, escritas después de la guerra, en las que declara: “Al reflexionar sobre todo este asunto, me siento dichoso de no tener responsabilidad alguna en la manera con que se trato a Hess y sigue tratándosele todavía. Sea cual fuere la culpabilidad de un alemán tan cercano a Hitler, considero que se había redimido en parte con su acto fanático de insensata caridad.” “Acudió a nosotros libremente y aunque careciera de poderes, tenía un poco la calidad de embajador. Su caso era médico y no criminal; así hubiera tenido que considerarse.”

En definidas cuentas, según Churchill se hubiera tenido que meter en un asilo mental al hombre que había querido detener la guerra. Al fin y al cabo más de una vez lo intentaron.

Un minucioso estudio de la situación política de Inglaterra hubiera evitado a Hess aquel fracaso, que lo único que consiguió fue consolidar los lazos británicos con Estados Unidos y cimentar su futuro entendimiento con Stalin.

El camarada, amigo y lugarteniente de Hitler, desarmado, sin más intención que proponer la paz entre las dos grandes potencias de idéntica civilización. Hace ya 19 años que murió, solo, en una celda de Spandau, donde cuentan los vigilantes que en ocasiones cantaba las viejas canciones del partido.

Fue un hombre grande e incomprendido, su acto fue magno y honesto. Era un enamorado de su país, un patriota de corazón. Creo y espero que los que hayan leído esto comprendan que el nacionalsocialismo no era tan negativo. A partir de ahí saquen sus propias conclusiones. La mía ya la he dado, pero me permitiré un último apunte: Hess merece un respeto y un homenaje por el simple hecho de intentar evitar aquella guerra sin sentido.

El 4 de enero de 1952, Winston Churchill decía a su médico y amigo Lord Moran: “En toda mi vida no he tenido que afrontar una prueba de tal especie. Ha sido peor que en 1940. En Washington van a tener la impresión que estamos completamente derribados... (Suspiró con gran fuerza) Se han hecho tan grandes y nosotros tan pequeños. ¡Pobre Inglaterra!” La pregunta que nos debemos plantear, es muy simple: ¿Hubiera sido el futuro favorable a Inglaterra en el caso que Churchill hubiera entendido la misión de Hess? Rusos y americanos quedaron convencidos que después del vuelo de Hess, Alemania y Gran Bretaña entablarían conversaciones de paz. Esto demuestra que las propuestas del lugarteniente de Hitler eran aceptables y no eran ni mucho menos una locura.

El 31 de agosto de 1946, Rudolf Hess declaró ante el Tribunal de Nuremberg: “No me defiendo contra los acusadores a los que niego el derecho de acusarme y acusar a mis compatriotas. No me defiendo contra las acusaciones que conciernen a los asuntos interiores de Alemania, que nada importan a los extranjeros. No protesto contra las declaraciones que afectan a mi honor y el honor del entero pueblo alemán: considero tales reproches por parte de adversarios como signos de honor. Durante largos años de mi vida me fue concedido vivir al lado del hombre más poderoso producido por mi pueblo en su historia milenaria. Incluso si pudiera no desearía borrar ese tiempo de mi existencia. Me siento feliz de haber cumplido con mi deber como alemán, como nacionalsocialista y como fiel del Führer. No me arrepiento de nada. Si tuviera que comenzar de nuevo, obraría de idéntica manera, incluso si supiera que me aguardaba, al final, una hoguera para mi muerte. Compareceré ante el Todopoderoso. A Él rendiré mis cuentas y sé que me absolverá.”

En 1940, nadie dijo en Londres que Lord Halifax y Butler estaban locos. Y si un hombre le hubiera dicho a Churchill, en 1940, que se iba a perseguir a los pueblos árabes en el siglo XXI por ser extremistas y poseedores de armas de destrucción masiva, él hubiera dicho que ese hombre era un demente.

Molders

11-03-2006

Saludos Guderian:

Yo lei hace un tiempo un libro sobre este enigmatico personaje. He inclusive se ha tejido la leyenda que el ultimo prisionero de Spandau era un doble.

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11-03-2006

Molders, sinceramente, podría ser, pero no veo a los aliados capaces de favorecer a un hombre que fue amigo de Hitler y estuvo de acuerdo con la mayoría de sus postulados... la misma lógica nos habla por si sola, ¿no crees? pero a pesar de todo, amigo, te animo a que nos expongas esta teoría. ;) Un saludo camarada

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11-03-2006

Hitler y Hess

Molders

11-03-2006

Era un libro de Hugh Thomas (creo que escribio otro libro sobre la guerra civil española). Voy a tratar de obtenerlo de nuevo porque el que lei mi madre me lo botó.

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11-03-2006

Yo he leído algún libro de Hugh Tomas y no recuerdo ahora exactamente cual, además creo que me gustó.

Wittmann

11-03-2006

El libro que comentais es "El asesinato de Rudol Hess" Ed. Bruguera colec. naranja ISBN 84-02-08937-2, 267 Pgs. 1ª edi Julio 1982.

Lo leí ese mismo año, asi que tampoco me acuerdo mucho.

En cuanto a lo del doble de Hess, pura mentira.

Saludos.

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11-03-2006

Estoy contigo en eso Wittman, puro sensacionalismo.

Nonsei

16-03-2006

Pequeñeces:

El 17 de junio de 1940, el ministro de Su Majestad, ante Churchill, respondió que en aquel asunto Inglaterra se dejaría llevar por el buen sentido y no por una política de bluff y jactancia. Seguidamente entregó al ministro sueco un mensaje de parte del jefe de Asuntos Exteriores favorable a una paz de compromiso.

No fue ante Churchill. Halifax actuó de espaldas a su primer ministro, y en contra de su criterio y del mayoritario en el Gabinete de Guerra. Una importante diferencia con Hess, según tu teoría. Su comportamiento está más cerca del de Canaris y los opositores a Hitler que trataron de negociar con los aliados, y que tan simpáticos te resultan.

El duque de Windsor, ex Eduardo VII, anticomunista reconocido, fue apartado de Europa. En octubre de 1937 visitó a Hitler y poco antes de la guerra dijo: “La reconciliación entre Gran Bretaña y Alemania será la gran tarea de mi vida”. En julio de 1940, Churchill engañó al mundo (lo envió a las Bahamas) al decir que el duque y su esposa se encontraban en Lisboa, porque habían “escogido la libertad”. Pero lo cierto es que habían sido exiliados. Aceptaban su suerte, pero deploraban aquella estúpida guerra. Hitler envió agentes alemanes a Lisboa, no para secuestrar al ex rey y su esposa, sino para protegerlos y que pudieran llegar a las Bahamas sin contratiempos, el 1 de agosto.

El duque de Windsor no sólo era anticomunista, era abiertamente pronazi. Incluso hay quien afirma que estando de inspector del frente occidental en el cuartel general aliado, en mayo de 1940, pasó información a un agente alemán llamado Charles Bedaux, sobre las defensas francesas en las Ardenas. Trabajase o no para los alemanes, era lógico que Hitler quisiera utilizarle, como también que Churchill estuviera muy interesado en alejarle de Europa.

Sobre Hess, no sé si estaba loco, pero desde luego no fue nada sensato lo que hizo. Y no puedes culpar a Churchill ni a nadie de que le tratasen de loco si el propio Hitler lo hizo y le desautorizó.

Deleted member

16-03-2006

Muy buen artículo, me gustó lo de las contradicciones de Churchill, lo típico en un mentiroso.

Sobre Hess, no sé si estaba loco, pero desde luego no fue nada sensato lo que hizo. Y no puedes culpar a Churchill ni a nadie de que le tratasen de loco si el propio Hitler lo hizo y le desautorizó.

Que no fue sensato Nonsei? No fgue sensato tratar de detener la guerra con una oferta de "paz tablas"...??? Las cosas que uno ve...  :o

Nonsei

16-03-2006

Hombre, mira cómo acabó. No me digas que fue sensato, subirse a un avión y marcharse a Escocia a ver si alguien le quería recibir. Esas no son formas de hacer una oferta de paz. ¿Si le hubieran dicho que sí qué habría hecho, volver a Alemania y regresar con Hitler?

Deleted member

16-03-2006

Hess quedó como lo que era, un caballero. Él tenía intención de reunirse con altos dirigentes y disidentes de la Camara de los Comunes (que no eran pocos) para valorar la posibilidad de (como muy bien ha dicho Graf) firmar una paz provechosa para todas las partes. Tuvo mala suerte en el vuelo, pero de haber conseguido lo que se proponía hubiera sido un héroe.

Churchill afirmaría que se cometió una injusticia con Hess, si tenía remordimientos por algo sería...

Nonsei, creo que lees el artículo (no lo dudo) pero inmediatamente olvidas todo lo leído y contestas desde tu punto de vista, inamovible en tus planteamientos.

No me dirás que no hay buenos argumentos para creer en una paz y en la buena fe de Hess.

Nonsei

16-03-2006

Si creyeran en la posibilidad real de un acuerdo de paz no haría falta hacer algo como eso, habrían recurrido a lo que siempre se ha hecho: buscar la mediación de algún organismo o país neutral, y empezar a entablar negociaciones a través de él, discretamente hasta que se viesen posibilidades de que se llegase a algo positivo. Si de verdad no fue la iniciativa individual de un loco, parece una acción totalmente desesperada y contraproducente para el objetivo que se quería conseguir, porque con una acción tan ridícula los dos gobiernos tuvieron que hacer lo único posible: desmarcarse de ella y echarle toda la culpa a Hess. No tiene sentido.

Deleted member

16-03-2006

No se Nonsei, estoy de acuerdo contigo en que no es el procedimiento tradicional, pero creo que es una muestra de buena fe por parte de los alemanes, el hecho de enviar a un hombre tan importante. De hecho se esperaba que esto levantara pasiones entre la población inglesa.

Nonsei, debes saber, amigo mío, que el Abwher dio informaciones referidas a la posibilidad de un acuerdo, pero que para ello había que dar un golpe de efecto.

Como la cosa no salió bien por un error de cálculo, como tu dices y yo también, los gobiernos tuvieron que desmarcarse.

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