29-08-2009
Los desdichados del Lisbon Maru
Introducción.
Uno de los muchos puntos de ataque japoneses el día 7 de diciembre de 1941 fue la posesión británica de Hong Kong en China. Una variopinta guarnición británica de unos 10.000 hombres defendía el territorio continental y la isla. Hindúes, canadienses, escoceses, ingleses y chinos se enfrentaron a una poderosa fuerza japonesa. La guarnición resistió por 19 días el asalto, pero el dia 26 de diciembre, el brigadier Wallis comandante de las fuerzas, rindió la plaza.
Las fuerzas capturadas fueron encerradas en varios campos separados por la nacionalidad de sus prisioneros, de los cuales el más importante fue el de Shamshuipo en donde se encerró a los británicos.
Ingreso de prisioneros británicos al campo Shamshipo en diciembre de 1941
Las condiciones de vida en el campo Shamshuipo eran malas. Las barracas estaban abarrotadas de prisioneros y la comida era pésima.Los suministros médicos eran escasos y una epidemia de difteria había alcanzado proporciones alarmantes. La muerte era algo común. Algunos intrépidos habían logrado escapar pero las represalias contra los que se quedaron fueron muy severas y los castigos para aquellos desdichados que fueron recapturados fueron terribles. Los japoneses no podían entender que alguien que se hubiese rendido intentara escapar.
El 25 de septiembre de 1942, 1816 prisioneros de guerra británicos fueron reunidos en el patio de desfiles del campo de prisioneros Shamshuipo, en donde el teniente del Ejército Imperial Japonés Hideo Wada, a través del intérprete Niimori Genichiro, les dirigió el sgte. Discurso:
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“Ustedes abandonan Hong Kong y se dirigen a un bello país donde serán bien cuidados y bien tratados. Yo estoy a cargo del traslado y me preocuparé por ustedes. Recuerden mi rostro”
La reacción de los prisioneros fue de abatimiento. Después del impacto inicial de la rendición, el día de navidad de 1941, estaban esperanzados en una pronta liberación ya sea por negociaciones entre los gobiernos o por una acción de parte del ejército chino. Pero ahora, Singapur y Las Filipinas también habían caído y las noticias que llegaban de la situación en Europa, no eran mejores.
Había algunos que pensaban que el traslado a Japón, el cual parecía ser el destino más obvio, significaría una mejora en sus condiciones de vida, por cuanto los japoneses no querrían mostrarse crueles e inhumanos en su propia patria con sus prisioneros de guerra por lo que podría esperarse un mejor trato. En cambio, otros más escépticos hubiesen preferido permanecer en Hong Kong en donde quizás las posibilidades de escape o de rescate eran mayores. Pero estas discusiones eran inútiles.
Un prisionero de guerra no tiene elección.
Rumbo a Japón
Los hombres fueron divididos en grupos de 50, cada grupo a cargo de un oficial subalterno, Al mando del grupo completo iba el oficial de más alta graduación, el Teniente Coronel H.W.M. Stewart, comandante del Regimiento de Middlesex, (los “duros de matar”). El 27 de septiembre, después de un breve e inútil examen médico los prisioneros fueron cargados en lanchones y conducidos a un carguero de 7.000 toneladas, El Lisbon Maru, el cual estaba al mando del capitán Kyoda Shigueru.
Los prisioneros fueron distribuidos en tres bodegas. En la número uno, cerca de la proa quedaron los miembros de la Royal Navy a cargo del teniente J.T. Pollock. En la bodega número dos, frente al puente de mando se ubicaron los Royal Scots (2do batallón), el regimiento Middlesex (1er Batallón) y otras unidades menores. A cargo de esta bodega iba el Teniente Coronel Stewart. En la bodega número tres, justo bajo el puente se instaló la Royal Artillery al mando del Mayor Pitt.
Las condiciones de hacinamiento en las bodegas eran espantosas. Los hombres permanecían tendidos hombro con hombro en el suelo desnudo o en plataformas laterales en varios niveles. Los oficiales en un compartimento a medio camino de la cubierta, soportaban similares incomodidades.
La comida era excepcionalmente buena para un prisionero de guerra. Arroz y té en la mañana, y por la tarde, más arroz y té más un cuarto de lata de carne y un puñado de vegetales. Había suficiente agua para beber, algunos cigarrillos fueron distribuidos, un verdadero lujo. Las letrinas consistían en cubos de madera en cubierta a los que se accedía por turnos y eran ostensiblemente escasos para el número de hombres a bordo. Alrededor de la mitad de los prisioneros (versiones japonesas indican que todos) habían sido provistos con chalecos salvavidas.
Iba a bordo también, un destacamento de 778 soldados japoneses y una guardia de 25 hombres bajo el mando del teniente Hideo Wada.
El barco zarpó el 27 de septiembre. Los primeros 4 días transcurrieron en completa tranquilidad, el clima era bueno y a los prisioneros se les autorizó a salir por turnos a cubierta para tomar aire fresco y hacer ejercicios. La nave contaba con cuatro botes salvavidas y seis balsas. El Capitán había dispuesto que en caso de ataque, los cuatro botes y cuatro de las balsas fueran para uso de los japoneses. Los 1816 prisioneros deberían arreglarselas con las dos balsas restantes.
El Lisbon Maru
El Ataque
La noche del 30 de septiembre de 1942, el submarino americano USS Grouper (SS 214), un clase Gato perteneciente a la 81 División de la fuerza de submarinos del Pacífico, se encontraba en su segunda patrulla de guerra, al sur de Shanghai. Era una brillante noche de luna llena. Alrededor de las 4 AM. El Grouper avistó al Lisbon Maru.
Su comandante decidió que era una noche demasiado luminosa como para un ataque de superficie, por lo que decidió seguir a su presa para determinar exactamente su curso y velocidad y esperar las primeras horas del día siguiente para intentar un ataque.
Al amanecer, el Lisbon Maru cambió su curso en 50 grados, dejando al submarino en una muy mala posición para atacarle. El Grouper se sumergió y maniobró para lanzar su primer ataque. A las 07:04 am lanzó tres torpedos al más cercano rango posible (3.200 yardas) pero erró los tres lanzamientos. El Lisbon Maru, continuaba su curso inmutable. El comandante del Grouper lanzó un cuarto torpedo y luego de dos minutos y diez segundos se escuchó una fuerte explosión. A través del periscopio, el comandante pudo ver que el Lisbon Maru había girado en 50 grados y luego se había detenido. No había signos visibles de daños. El Grouper maniobró entonces buscando ángulo para un tiro directo a proa. En ese momento, el submarino comenzó a recibir fuego de armas menores.
A bordo del transporte, los prisioneros habían escuchado la explosión y sentido una fuerte sacudida, pero no podían saber si era producto de un torpedo o una explosión interna en la sala de máquinas. Se percibia una gran actividad en la nave y algunos prisioneros que se encontraban en la cubierta, fueron empujados a toda prisa de vuelta a las bodegas
Hacia las 08:45, el Grouper lanzó un nuevo torpedo a la nave, el cual falló por poco. El Lisbon Maru presentaba ya una leve inclinación a estribor. El comandante del Grouper, dispuso ahora lanzar un torpedo de popa por lo que giró el submarino y a las 09:38 lanzó su sexto torpedo. 40 segundos más tarde se pudo oir una fuerte explosión.
Poco después del último disparo, el comandante detectó un bombardero Mitsubishi Davia 108 que se acercaba a la nave y dos minutos después tres cargas de profundidad estallaron en las cercanías sin provocar daños en el submarino. Es poco probable que el sexto torpedo haya alcanzado a la nave, los prisioneros no lo notaron. Puede que haya pasado desapercibido entre las explosiones de las cargas de profundidad. Versiones japonesas aseguran haberlo destruido.
“Era alrededor de las 09:40 cuando descubrimos el sexto torpedo dirigiéndose hacia la nave” declararía posteriormente uno de los artilleros. “El sargento Moji nos dio la orden de disparar al torpedo. Cargamos el cañón, apuntamos al torpedo y logramos un impacto directo”
El submarino emergió a profundidad de periscopio. A lo lejos se podía ver el avión buscándolo pero no pudo divisar la nave por lo que asumió incorrectamente que se había hundido.
El USS Grouper
La larga espera
A Bordo del Lisbon Maru los japoneses parecían más calmados, pero se mostraban hostiles hacia los prisioneros. Solicitudes de alimentos y agua fueron rechazadas. No había letrinas en las bodegas y muchos de los hombres sufrían de disentería o diarrea. Solicitudes para ocupar las letrinas de cubierta fueron rechazadas, al igual que la entrega de algún tipo de receptáculos. Fue un día angustiante. Era evidente que el barco estaba dañado y escorado pero, en su encierro, los prisioneros ignoraban la extensión de estos daños y las medidas que se estaban tomando para remediar esta situación.
Los japoneses habían cerrado parcialmente las escotillas cubriendolas con lonas, a través de las cuales muy poco aire llegaba a las atestadas bodegas.En horas de la tarde del 01 de octubre, llegaron al lugar del ataque el destructor Kure y el transporte Toyokuni Maru, a los cuales fueron transferidos los 778 soldados transportados por el Lisbon Maru. A bordo de la nave sólo permanecieron los 77 miembros de la tripulación y la guardia de 25 soldados a cargo del teniente Wada.
Se iniciaron preparativos para remolcar a la nave a aguas menos profundas y comenzaron conversaciones entre el capitán Shigeru y el teniente Wada acerca de qué hacer con los prisioneros. Según Wada, se debía sellar las escotillas de las bodegas, para impedir la fuga de los prisioneros por cuanto su guardia de 25 soldados era a todas luces insuficiente para controlar a más de 1800 prisioneros. El capitán Shigeru se opuso a esta medida porque en caso de hundimiento significaría una innecesaria pérdida de vidas, pero luego de una fuerte discusión, se impuso la opinión del teniente Wada de que el responsable de los prisioneros era él y que Shigeru, como capitán de la nave, no podía interferir con su autoridad. En consecuencia, alrededor de las 09:00 pm se ordenó a los carpinteros de la nave clausurar las escotillas. Además se taparon con gruesas lonas dejando a los prisioneros en completa oscuridad y con un pobrísimo suministro de aire.
Caía la noche sobre los prisioneros y sus mentes comenzaron a trabajar en descubrir las fórmulas que les permitieran sobrevivir a tan difícil situación. Estaban encerrados en las atestadas bodegas de un barco que se hundía. No habían comido en 24 horas y la mayoría de los hombres ya habían agotado su ración de agua. También habían perdido el acceso a las letrinas de cubierta. A pesar de todas estas incomodidades los hombres permanecían tranquilos El Coronel Stewart aseguraba que los japoneses no abandonarían la nave y menos aún, a sus prisioneros. El capitán Henderson, de los Royal Scots, de abundante barba, alentaba a quienes como él, no sabían nadar, a que por fin había llegado el momento de aprender. Reiterados intentos del teniente Potter, quien hablaba japonés, por comunicarse con los guardias japoneses resultaron infructuosos.
Durante la noche la condición de los hombres enfermos de difteria empeoró por la falta de agua y la alta temperatura
El coronel Stewart luego de una reunión con sus oficiales decidió que la situación era ya insostenible y que debía intentarse una fuga. Usando un cuchillo cocinero que había escapado de la revisión japonesa, el teniente Howell, montado en la escalerilla metálica que daba acceso a la escotilla, en medio de la oscuridad, intentó hacer un agujero en la escotilla, pero agotado por el esfuerzo ya que debía apoyarse con una mano en la escala y con la otra manipular el cuchillo debió abandonar el intento.
Hacia la madrugada del día sgte. 2 de octubre, el hundimiento era inminente. Toda la tripulación del Lisbon Maru y la guardia del teniente Wada fue evacuada. Se dispuso una guardia de cinco hombres los cuales deberían permanecer en la nave hasta el último momento, en una misión suicida, con el fin de evitar la fuga de los prisioneros.
Una imagen del hundimiento captada desde uno de los barcos de rescate
Continúa...