10-03-2006
En los primeros compases de la II Guerra Mundial, la URSS, alarmada ante la posibilidad de una ofensiva alemana a través de Finlandia, reclamó a este país la cesión de una zona próxima a la ciudad rusa de Leningrado. Los fineses se negaron a satisfacer dicha petición. La guerra comenzó el 30 de noviembre de 1.939 y se prolongó hasta el 12 de marzo de 1.940. Como consecuencia, la URSS fue expulsada de la Sociedad de Naciones el 14 de diciembre. Stalin había esperado conquistar el país entero para finales de 1939, pero la resistencia finlandesa frustró a las fuerzas soviéticas, quienes superaban en número a los fineses tres a uno.
La URSS atacó Finlandia el 30 de noviembre tras haber roto las relaciones diplomáticas con este país y sin una previa declaración de guerra. La fuerza aérea soviética bombardeó Helsinki y otras ciudades, la armada atacó varios puertos fineses y el Ejército Rojo penetró en el país. Los soviéticos desplegaron veinte divisiones completas a lo largo de los 1.537 km de frontera.
El Ejército permanente de Finlandia, formado por tres divisiones de infantería, una brigada de caballería y una compañía de tanques al comienzo de la guerra, fue reforzado con tropas de reserva, algunas de las cuales no habían completado su instrucción. Con estas fuerzas, el general finés Carl Gustaf Emil von Mannerheim se enfrentó al enemigo en cinco frentes.
El Ejército Rojo lanzó su primera ofensiva sobre una serie de fortificaciones denominada Línea Mannerheim, situada en el istmo de Carelia. Los fineses resistieron en esta posición. Las cuatro divisiones soviéticas destinadas al norte de la Línea Mannerheim avanzaron durante los primeros días del mes de diciembre, pero en el mes de febrero los fineses pudieron cortar las líneas de suministros y comunicaciones del Ejército Rojo y obligaron a retirarse a sus columnas más avanzadas.
Las repetidas derrotas provocaron una reorganización de la cúpula militar soviética y el mariscal Timoshenko asumió el mando de las operaciones. El curso de la guerra cambió inmediatamente. Timoshenko concentró 300.000 hombres frente a la Línea Mannerheim y apoyó esta ofensiva con la artillería y ataques aéreos.
Desde el 1 hasta el 10 de febrero de 1.940, las fortificaciones de la Línea Mannerheim fueron sometidas a un intenso bombardeo. La posterior guerra de desgaste ocasionó un importante número de bajas en el ejército soviético, pero éste logró vencer la resistencia finesa. Las tropas soviéticas lanzaron una fuerte ofensiva sobre Summa el 14 de febrero y conquistaron esta ciudad. El 23 de este mes avanzaron hacia Víborg, la ciudad clave del flanco occidental de la Línea Mannerheim, que fue ocupada el 11 de marzo por el Ejército Rojo. La lucha cesó el 12 de marzo de 1.940.
Los soviéticos perdieron 273.000 hombres, 1.600 carros y 684 aviones frente a 24.923 bajas finlandesas en la llamada Guerra de Invierno.
Los términos del tratado de paz impuesto a Finlandia por la URSS obligaban a los fineses a entregar las siguientes posesiones: 41.888 km2 de su territorio, incluido el istmo de Carelia, en el que se encontraban la ciudad y la bahía de Víborg, además de sus islas; la costa norte y occidental del lago Ladoga, junto con las ciudades de Käkisalmi (en la actualidad Priozersk), Sortavala y Suoyarvi; varias islas estratégicas situadas en el golfo de Finlandia; y parte de las penínsulas de Rybachiy y Sredniy.
Los fineses tuvieron que acceder a arrendar la península de Hangö y las islas de los alrededores a los soviéticos durante un periodo de treinta años para establecer allí una base militar. Asimismo, se permitió el tránsito libre de mercancías y ciudadanos soviéticos a lo largo de la provincia de Petsamo (en la actualidad Pechenga) y se limitó las fuerzas militares finesas.
La destreza combativa del Ejército Rojo fue puesta en cuestión, un hecho que contribuyó fuertemente a la decisión de Hitler de lanzar la Operación Barbarroja. Finalmente, las fuerzas soviéticas no cumplieron su objetivo primario de la conquista de Finlandia, pero sólo lograron una secesión de territorio junto al lago Ladoga. Los fineses retuvieron su soberanía y consiguieron considerable buena voluntad internacional. Pero Stalin había logrado lo más importante, hacer creer a Alemania que el nivel combativo del Ejército Rojo estaba totalmente destruido.