01-03-2006
En los primeros días de la batalla de Francia, el general Heinz Guderian partió en dos el frente al alcanzar el canal en Abbeville. El Cuerpo Expedicionario Británico había quedado envuelto en la gran bolsa que se había formado al norte. La única esperanza de esos hombres vendría por mar, embarcaciones civiles y militares de todo tipo acudieron apresurademente a Dunkerque.
Cuando Hitler pudo ver lo que estaba a punto de ocurrir, detuvo a los panzers veinticuatro horas valiosísimas, lo que de verdad pretendía con esta medida que a menudo se ha considerado absurda, era transmitir su buena voluntad a Inglaterra para unas futuras conversaciones de paz. Por ello, decidió otorgar a Goering el papel de acabar con la operación Dinamo, que finalmente sería todo un éxito y acabaría evacuando a 337.000 hombres, quedando todo el armamento pesado en las costas y calles de Dunkerque. De esta manera, Inglaterra conservaba intacto su honor y orgullo, pero quedaba indefensa ante un eventual desembarco triunfante. Ahora se barajaban dos posibilidades en Alemania, primera y prioritaria firmar una paz y posible alianza con Gran Bretaña, o de lo contrario una invasión. Además los británicos habían perdido a 60000 de sus mejores hombres. Y la RAF había sufrido graves pérdidas. La Royal Navy era el único cordón umbilical de Inglaterra que permanecía intacto. Pero esta no sería suficiente. Fueron hundidos 240 navíos ingleses y 61 franceses, pero los alemanes perdieron un gran número de aparatos y su superioridad sobre la RAF. Algo más adelante, cuando Hitler quiso lanzar la operación León Marino y desembarcar en Inglaterra, le faltaron los aparatos derribados sobre la Mancha aquellos días de finales de mayo. A pesar de todo, tal desembarco hubiera tenido éxito del 15 de julio al 20 de agosto de 1940. Churchill reconocería el 26 de diciembre de 1941: “Tuvimos la suerte de disponer de tiempo. Si Alemania hubiera lanzado su desembarco sobre las islas británicas, tras la derrota francesa de junio de 1940; si el Japón hubiera declarado la guerra al imperio británico y a Estados Unidos en aquella misma fecha, nadie puede decir que desastres y que agonías hubiéramos podido sufrir.”
Hitler esperaba, y así lo declaró en el Reichstag, que con toda Europa virtualmente bajo su dominio, lo ingleses serían razonables, pero se había cruzado con el que sería su más empedernido enemigo: Churchill. Los ingleses seguirían luchando.
Por fin, el 1 de julio, tras haber licenciado a 17 divisiones, Hitler se dió cuenta de que tendría que utilizar la fuerza una vez más. Ordenó los preparativos para una invasión a través del Canal sin fecha.
El responsable de crear el plan sería Franz Halder, jefe del Oberkomando das Heeres. Empezó con la premisa erronea de que cruzar el canal era como cruzar el Mosa a gran escala. Inexplicablemente olvidó que el canal era uno de los brazos de mar más inestables del mundo.
El plan de Halder requería que fuerzas del Grupo de Ejércitos A desembarcaran en Ramstge y en otros puntos de la costa de Kent. Otras fuerzas de desembarco lo harían en la costa de Sussex y en la isla de Wight. Divisiones del Grupo de Ejércitos B lo harían en la costa de Dorset. Un frente de unos 350 km.
El gran Almirante Raeder sabía que la Kriegsmarine (y más tras las nefastas experiencias de Noruega) no podría mantener tantas cabezas de puente. La diferencia de fuerzas: Alemania tenía dos cruceros pesados, dos viejos acorazados, cuatro cruceros ligeros y unos cuantos destructores. La Royal Navy contaba con cuatro acorazados, dos cruceros pesados, dos portaaviones y toda la Home Fleet que incluía un gran número de destructores y cruceros ligeros. Además Alemania no tenía suficientes ni aptos buques de desembarco. Hitle inseguró, aplazó la invasión y pidió que se optimizaran los preparativos.
Pronto la Luftwaffe comenzaría a bombardear los puertos y el comercio del sur de Inglaterra poniendo a esta contra las cuerdas. Hitler acusó a Churchill el 19 de julio de ser el último obstáculo para la paz. Hitler no veía n¡nguna razón por la cual la guerra tuviera que continuar.
Los alemanes recorrieron toda Europa occidental en busca de barcazas de fondo plano que pudieran ser usadas en el desembarco, las barcazas fueron equipadas con motores de avión. Fueron adaptadas muchas de ellas para el transporte de blindados. Los plazos se volvieron a retrasar por todo el trabajo que quedaba por hacer.
Al fin, los alemanes estrecharon los frentes, el punto de desembarco más occidental sería ahora Worthing, sólo se emplearía un Grupo de Ejércitos al mando de von Rundstedt, que no confiaba en el plan.
Puedo afirmar con seguridad, que si Hitler no ordenó que se llevara a cabo León Marino fue porque el jefe del servicio de contraespionaje, el almirante Canaris, le informó que se encontrarían frente a 320.000 hombres bien armados y unos 900.000 reclutas. Los datos no eran nada exactos: disponían de 250 cañones y 60 carros, escaseaban los fusiles de manera preocupante y no hablemos ya de municiones. Hubiera sido suficiente con enviar diez divisiones alemanas para acabar con la molesta Gran Bretaña. Por aquel entonces, Hitler no pensó que Canaris pudiera traicionarle deliberadamente. Pero así lo hizo durante cinco años, de 1939 a 1944, como lo reveló el mismo ayudante del almirante, el general Lahousen.
Se ha dicho insistentemente que la operación León Marino era una locura y que Canaris tenía razón: hubieran sido rechazados con grandes pérdidas. Pero lo cierto es que el mariscal Montgomery, en sus memorias, declara que después de Dunquerke “tan sólo había en Inglaterra, armamento y material para equipar una sóla división”. Aquella era su división, la 3.ª. Montgomery añade estas líneas reveladoras: “En los días que siguieron a la eliminación de Francia como beligerante, las gentes no habían comprendido todavía lo que acababa de ocurrir y lo que podía suceder, de ahí las dificultades. Se consideró una victoria considerable el hecho de que el Cuerpo Expedicionario Británico hubiera conseguido reembarcar en Dunquerke. Todo esto sin ver que el Ejército británico había sufrido una completa derrota (que pudo haber sido más completa) y que nos encontrábamos en aquel momento en un gran peligro... Lo que me parecía extraño era la inmovilidad de mi división, única en Inglaterra que estaba totalmente equipada, era asi mismo la única que podía luchar en cualquier parte y cualquier circunstancia contra el enemigo; y sin embargo, permanecíamos allí, inmovilizados y trabajando con pico y pala en la costa meridional... Quienes trazaban los planes decidieron que debía dirigir mi división a ultramar para ocupar las Azores... Me informaron luego que no serían las Azores, sino las islas Cabo Verde. Finalmente y después de múltiples tergiversaciones, tuve que preparar por mí mismo un plan para apoderarme de Cork y Queenstown, en Irlanda del Sur. Ninguno de estos proyectos llegó a llevarse a cabo. No he comprendido nunca que un hombre de buen sentido pudiera imaginarse, en un momento en que Inglaterra se encontraba prácticamente sin defensa; que el primer ministro permitiera que la única división equipada convenientemente y capaz de combatir, pudiera abandonar Inglaterra.”
Sin duda, el hecho de que Alemania no invadiera Inglaterra fue el error que marcó el resto de la guerra, pues de haber caído esta, los estadounidenses probablemente nunca hubieran intervenido en al guerra de forma directa.