12-08-2007
Españoles en Stalingrado, la muerte de Rubén Ruiz, el hijo de Pasionaria.
Interesante relato, contado por un amigo de este señor:
http://www.forocoches.com/foro/showthread.php?t=12604&page=6
Acababa de caer la noche y estaban agotados después de un día entero de furiosas batallas; el cuartel general de Zhukov había llegado a estar a menos de 600 m de la línea del frente. La estación se había tomado y perdido varias veces, y los soviéticos intentaban reorganizarse para retomar la colina, que costaría 8.000 muertos al día siguiente. Reinaba el caos, no quedaban unidades reconocibles por debajo del nivel de brigada, y todos estaban tan asustados que nadie quería dormirse, pues se hallaban metidos en "nidos de conejo" de unos pocos hombres desperdigados por todas partes. A lo sumo, alguno dormitaba. Aunque la caida del sol había reducido un poco la intensidad de los combates, seguían siendo tan fuertes como ninguno que hubiese conocido mi amigo con anterioridad. Era difícil respirar por el polvo y el humo, y aunque había luz ambiental debido a los incendios, no se veía nada a escasos metros de distancia. Se combatía a quizá cien o doscientos metros de su posición, y ninguno de los dos bandos usaba la artillería ni la aviación porque habría sido imposible distinguir amigos de enemigos. Pasaban hombres que entraban y salían, había mucho movimiento. En estas que uno de los muchos distinguió la enseña republicana que llevaba en el uniforme.
-Vyudvi Ishpanski polkovnikom? ("¿Tu eres un coronel español?")
-Da
-Sinok Pasionarii merti.
"Sinok Pasionarii merti", "el hijo de Pasionaria está muerto". Se quedó muy impresionado, pues Pasionaria era una leyenda y su hijo llevaba camino de serlo también, aunque no sabía si creérselo mucho porque en el frente de batalla los rumores salvajes van y vienen. Creyó su obligación ir a confirmar la noticia. Primero le dijeron efectivamente había muerto y que el cadáver debía estar aún allí, pero cuando se acercó a los andenes -tres horas para recorrer cuatrocientos metros, por retaguardia propia- había una barrera de fuego enemigo impenetrable. No obstante, le dijeron que se lo habían llevado creyéndole vivo.
-Kudá?
-Znaiét!
"¿Dónde?" "¡A saber!" Pero no estaba muy lejos. Le habían llevado a uno de los minúsculos hospitales de sangre, en un subterráneo excavado apresuradamente junto a las vías, donde un supuesto médico operaba a la luz de una única bombilla. Yacía allí en un rincón, con la guerrera abierta, muerto. Tenía una gran herida en el pecho y otras más pequeñas en el vientre, el cuello y la cara; probablemente fragmentos de metralla. Se conocían, pues los españoles se conocían bastante entre si, pero revisó su documentación militar y confirmó así su identidad. Dijo a los presentes que había que llevárselo, que si los alemanes capturaban el cadáver sería un golpe propagandístico, pero le vinieron a decir que se lo llevara él si quería, que por ellos no había problema. Lo que hizo fue llevarse su cartera con la documentación civil y dejar con el cuerpo la militar, y acudir al cuartel general donde informó de lo sucedido. Allí le tomaron bastante más en serio y mandaron a dos hombres con una camilla para recoger el cadáver. En el mismo cuartel general firmó la baja, y se fue de nuevo a su posición.