Batallas desesperadas

Ignaz Woll

30-10-2015

El 26 de junio de 1815, una fuerza de cerca de 25.500 austríacos comienza el sitio de la fortaleza de Huningue, en Alsacia. El general Joseph Barbanègre, un oficial, que, con sólo 42 años, era veterano de Jena, Eylau, Wagram y superviviente de la Invasión de Rusia y de la posterior (y fatídica) retirada por las estepas nevadas, mandaba una fuerza de algo más de 400 hombres. Barbanègre, que llevaba tan sólo un mes a cargo del fuerte, no piensa rendirse, y defiende la ciudad, desde las murallas exteriores hasta la plaza del pueblo, con una ferocidad inusitada.  Las noticias que algún aventurado mensajero austríaco le trae, y que los prisioneros le gritan, no parece convencerle. Es imposible que Napoleón, L´Empereur, haya podido rendirse.

Así pues, el asedio de esta pequeña población continúa. Los pocos civiles que quedaban en el pueblo escapan antes de que las murallas exteriores caigan, y así lo hacen, el 14 de agosto. Los cansados austríacos, incapaces de convencer al general Barbanègre, prenden fuego a lo que queda del pueblo, mientras los mermados, obstinados defensores se refugian en el fuerte. Para intentar frenar al enemigo, los artilleros franceses disparan contra las casa de Huningue, destrozando lo que quedaba del pueblo. Luis XVIII, al ser informado de la situación, envía una carta personal a Joseph Barbanègre, instándole a rendirse. El testarudo oficial se niega a desplegar la bandera blanca, y los combates continúan. Sin embargo, los alimentos y las municiones escasean... y, orgullosos, deciden pactar con los austríacos la evacuación, no la rendición, del fuerte, para permitir su unión con el Ejército Francés del Loira.

El 26 de agosto, los harapientos y hambrientos soldados recogen sus armas, abren las puertas del fortín, y marchan, bajando el camino hacia el final del arrasado pueblo, mientras, entre vivas y saludos, son aclamados por sus propios enemigos. El general Barbanègre, herido, junto con 100 soldados, es todo lo que quedaba de la guarnición de Huningue.

Salida de las tropas de Barbanègre, 26 de agosto de 1815

josmar

30-10-2015

Un homenaje al tesón....Enhorabuena, Ignaz...

Heinz von Westernhagen

04-11-2015

Un buen relato que derrocha heroísmo...y admiración. Enhorabuena, Ignaz!!

gaffer

04-11-2015

''¿gabachos heroicos?'' ¡¡Ejemmm!!...me fastidia, pero es lo que hay .

Un buen relato Ignaz, en tu linea 

saludos cordiales.

Ignaz Woll

06-11-2015

En mayo de 1879, el Emir afgano Yaqub Khan firma un tratado (Tratado de Gandamak), que garantiza la evacuación de la mayoría de las tropas británicas en Afganistán, perdiendo, a cambio, todo control de las relaciones exteriores. Los pasos de Khyber y Michni, fueron, además, entregados al ejército de Su Graciosa Majestad. Sin embargo, entre las pocas tropas que quedaron en Afganistán, se encontraba la guarnición de la British Residency en Kabul, formada por Sir Louis Cavagnari, un noble mitad italiano mitad anglo-irlandés (y nacido en Francia), que era odiado por la población civil, por ser, precisamente, el representante británico en el vergonzoso tratado, su asistente, un cirujano, y un contingente de 75 soldados indios, del Queen's Own Corps of Guides, guiados por el Lieutenant irlandés Walter Hamilton.

A principios de septiembre, un enorme contingente de tropas afganas (cerca de 6 regimientos) acamparon en los alrededores de la Residency, exigiendo varios meses de salario no pagados. Los británicos, que no contaban con mucho dinero en sus arcas, sólo pudieron pagar un mes a unos pocos soldados. Los infantes "herati", se aproximaron, enfadados, hacia Cavagnari, que les respondió, con la característica flema británica y una pizca de picardía itálica, que sus sueldos no eran asunto del Imperio Británico, así que fueran a "hablar con su Emir". Los soldados indios, para prevenir las más que posibles hostilidades, dispararon un par de disparos al aire, para espantar a los "herati". Estos, al contrario, no se amedrentaron, sino que fueron en busca de sus fusiles, y, en menos de una hora, 2.000 infantes afganos se abalanzaban sobre el edificio bajo control británico. Rodeada por tres flancos por edificios más altos, los defensores parecían condenados a morir.

Las diversas sangrientas cargas de los afganos no provocaron la caída de la Residency, sino que, en diversas ocasiones, los atacantes, ya en el interior del paupérrimo fuerte, fueron rechazados por fuertes contraataques de los anglo-indios. Estos contraataques provocaron que, junto con más tropas, los "herati" trajeran dos cañones, y los emplazaron a unos escasos metros del edificio. Antes de que pudieran hacer fuego, los valerosos defensores (o lo que quedaba de ellos) volvieron a salir de sus posiciones, para combatir al enemigo en sus propios cañones. Con Cavagnari, su asistente  y el cirujano muertos, Hamilton y los 20 indios supervivientes volvieron a retroceder al edificio en un orden propio de un desfile. Mientras la Residency se derrumbaba en un temible incendio, los supervivientes se atrincheraron en los baños. Poco más tarde, en un súbito contraatque y continuando la valentía mostrada durante toda la tarde, los defensores volvieron a cargar hacia los cañones, que estaban siendo recargados. Mientras unos frenaban la acometida enemiga, 3 indios tiraron de un cañón hasta emplazarlo lejos de los afganos, ya en manos británicas, y se prestaron a disparar a los dueños de la pieza.

Minutos después, Hamilton y la mayoría de los indios serían masacrados con la siguiente carga masiva, no antes de haber vaciado su revólver o fusil. 5 afortunados indios se retirarían al interior del edificio, donde los afganos les ofrecirían su rendición honorable. Los indios se negaron, y, en ese mismo instante, volvieron a cargar, muriendo todos después de segar al enemigo. Tras 8 horas de combate, los "herabti" habían sufrido cerca de 800 bajas, pero todos los defensores de la  British Residency habían caído.

El Lieutenant Walter Hamilton, no sabía, en el momento de su muerte, que la Reina Victoria le había concedido la Victoria Cross por sus acciones en Futtehabad, hacia 3 meses atrás. Su condecoración estaba ya firmada, pero no fue sino hasta el 7 de octubre cuando fue anunciada oficialmente.

El gobierno indio condecoró con la Orden India al Mérito (la más alta condecoración militar) a todos los defensores de aquel arenoso edificio en Kabul, y una nueva fase en la Segunda Guerra Afgana no hacía sino comenzar, pues los británicos tenían ahora en sus mentes la muerte de sus compañeros, que lucharon por extraordinariamente por un pedazo de tierra, que no mostraba más que la sólida victoria de la diplomacia del Reino Unido sobre el Emir de Afganistán.

PD: Y sí, me he vuelto a pasar...

No le acabo de coger la medida a las 20 líneas...

josmar

07-11-2015

No le acabo de coger la medida a las 20 líneas...  

....pues tendrás que escribir 20 veces:..."No me pasaré de 20 líneas....." 

  A pesar del exceso, ¡ Buen trabajo, Ignaz...! 

mister xixon

07-11-2015

Un buen relato Ignaz

saludos

gaffer

08-11-2015

No le acabo de coger la medida a las 20 líneas...

Bueno, una linea arriba otra abajo se leé ameno y rápido  . Voy a indagar sobre esa condecoración militar al valor que concede o concedía el gobierno de la India.

Saludos.

peiper

29-11-2015

Magnifico relato Ignaz y un relato con mucha valentia y valor.

Saludos

GRIFFON_68

02-12-2015

Un pequeño apunte....serían soldados hindúes no? No creo que fueran indios 

Ignaz Woll

17-12-2015

En abril de 1939, cuando el gobierno polaco sospechaba ya de un ataque alemán sobre sus territorios, enviaron al Alférez Konrad Guderski a realizar un informe sobre las defensas en el Báltico. Guderski, tras estudiar con detenimiento los movimientos de los teutones en Danzig, decidió enviar su informe. Tras terminar su trabajo, se autoasignó, con el beneplácito de los trabajadores, comandante del Puesto de Correos de Danzig, y comenzó, en vistas al más que posible ataque, a adiestrar a los funcionarios polacos, y a preparas las defensas, excavando trincheras en los alrededores, y reforzando la ya fortificada entrada. Además, con la ayuda del Ejército, consiguió 3 Browning wz. 1928 (la versión polaca del BAR), además de 40 rifles, y 3 cajas repletas de granadas de mano. El plan de defensa de la ciudad, que incluía los más que posibles combates por la oficina de correos, preveía que los defensores resistirían por 6 horas, no más, y que tendría que ser relevados por unidades de infantería del "Armia Pomorze", el cuerpo de Ejército Polaco que defendía Pomerania.

El 1 de septiembre de 1939, con todos los defensores en sus posiciones, los alemanes cortaron los cables de teléfono y electricidad de la oficina, cerca de las 04:00. 45 minutos más tarde, poco después de que el Schleswig-Holstein comenzase a bombardear la fortaleza de Westerplatte, unidades de los SA de Danzig, hombres de la policía local, y un gran número de infantes del SS-Heimwehr Danzig y del SS Wachsturmbann "E", que contaban con 3 automóviles blindados ADGZ. El primer ataque fue rechazado, a pesar de que algunos atacantes lograron penetrar en el edificio, poco antes de ser acribillados por los valerosos polacos. Sin sufrir ninguna baja, los eslavos ya habían causado 7 bajas (2 muertos, 5 heridos, incluyendo un oficial) a los envalentonados germanos. La segunda carga fue también rechazada, pero el comandante de los polacos, el Alférez Guderski, murió a causa de la explosión de una granada lanzada por sí mismo. Los polacos intentaron fortificar una agujero practicado por los atacantes en una pared, que prometía una buena batalla por su estratégico acceso a la oficina de correos. Hacia las 11:00, los alemanes trajeron dos piezas de artillería, y un tercer ataque, con el apoyo de dichos cañones, fue, del mismo modo que los anteriores, rechazado. Durante la tarde, los fatigados atacantes fueron reforzados por una pieza más, además de una sección de ingenieros de combate, que colocaron una carga  de 600 kgs en una de las paredes del edificio, derrumbando una enorme sección de la oficina de correos. Tras la explosión, los furiosos teutones penetraron por el enorme agujero, haciendo retroceder a la mayoría de los ensangrentados defensores, que ya habían rechazado una oferta de rendimiento. La mayoría de los supervivientes polacos fueron capturados con vida, pero cerca de una decena de defensores se atricheraron en el sótano, donde fueron quemados vivos por los lanzallamas de los zapadores.

Los teutones llevaron a los 16 heridos polacos al hospital, donde 6 murieron poco después. Los restantes 28 defensores (pues los demás habían caído) fueron juzgados como combatientes ilegales, y condenados a muerte, siguiente la ley penal de la Wehrmacht. Los heridos que habían sobrevivido a aquella desesperada defensa también fueron juzgados, y fueron fusilados, junto a sus camaradas, el 5 de octubre de 1939, por defender una antigua oficina, en la Hevelius Platz, delante de toda una aterradora fuerza enemiga, que recién había iniciado un conflicto mundial. Unos carteros, unos funcionarios de correos, al mando de aquel ingeniero militar, el Alférez Guderski, que, curiosamente, también llevaba un negro y pequeño bigote, de forma rectangular, del mismo estilo que el más famoso "Cabo Bohemio"...

Heinz von Westernhagen

18-12-2015

Una resistencia épica, igual que su final. Fueron fusilados por no pertenecer al Ejército Polaco, por ser civiles sin uniforme. Curiosamente, los atacantes eran ciudadanos miembros de las paramilitares SA y las SS de Danzig. En fin.

Buen relato...y largo.

Saludos!!

Ignaz Woll

18-12-2015

Todavía estoy cogiéndole la medida, Heinz...

josmar

18-12-2015

Buen relato...y largo.

Todavía estoy cogiéndole la medida, Heinz...

Los sastres, cuando toman medidas y sobra algo, cogen las tijeras y....¡clac....! 

gaffer

23-12-2015

Murió al lanzar una granada propia, es curioso. Intento imaginar de que manera se pudo dar esa fatalidad... . En cualquier caso, buen relato Ignaz. 

Cordiales saludos.

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