“LANZAMIENTO AÉREO” - Segunda Parte
Volábamos en rumbo de aproximación, eran las X horas, estábamos a 10 minutos del punto de chequeo de navegación, y a 30 de la hora de lanzamiento donde iniciáramos rutas de diversión para evitar que por nuestro rumbo determinaran nuestro destino.
Parabrisas empañados, bruma sobre la superficie del mar, silencio de radios, silencio de voces, silencio de todo, los únicos que hablaban eran los motores y nuestros pensamientos...
¡¡¡Qué pensamientos!!!…
De repente una voz, la mía, que instintivamente dice: “Chequeo de 20 minutos afuera” (significa efectuar una serie de tareas pues nos encontrábamos a 20 minutos del lanzamiento). Los pensamientos desaparecen, todos se acomodan en sus asientos, los auxiliares preparan la carga, los mecánicos miran todo el panel de instrumentos que ajustan aún más los cinturones de seguridad, la modorra se va; chequear los últimos datos de lanzamiento, trato de identificar las Islas que se comienzan a vislumbrar en el horizonte, estamos muy abajo, estoy atrasado o adelantado, desplazado a la izquierda o a la derecha de la ruta (confieso que me asaltan ciertas dudas).
“A ver, a ver, allí está la Isla con forma de gancho, ¡estoy en ruta!”, lo compruebo por radar, estoy en tiempo, pero ¡qué alta es! no la imaginaba así, la hacía más plana, debo rodearla, por la izquierda, por la derecha, no, por la izquierda, no, no, que veo, algunos caseríos, ya es tarde, le había dado el nuevo rumbo al piloto y allí íbamos, otro viraje a la derecha... no, no tan escarpado que estamos muy bajos, ¡qué costas altas y cortadas a pico!, pues nos alegramos porque era una defensa contra la vista. Quedé sorprendido porque era la primera vez que veía las Islas de día, pues siempre lo hice de noche.
Nuevamente la ruta, pero el caserío que pasamos, ¿no nos habrán detectado?, viraje a la izquierda, aún volamos sobre el agua, buscamos desesperadamente la entrada del canal Navidad, bordeamos la ladera de 600 pies de altura, estamos aún lejos para definirlos y estar seguros, una capa de nubes cubre la parte superior de elevaciones, abajo, buena visibilidad.
Nos acercamos más, distinguimos mejor la costa, allí el estrecho al frente, parece que está con techo alto, podremos pasar...
– “¡Ojo!”, le digo al piloto, una vez adentro, el terreno sube pues dejamos el mar y sin visibilidad debemos subir y quedar expuestos a ser descubiertos, por las dudas rumbo de escape 210° a la derecha, para tomar la ruta de alternativa.
Estamos a cinco millas y se ven perfectamente las laderas, techo suficiente, visibilidad horizontal buena, seguimos adelante, se va aclarando el panorama, el primer inconveniente superado.
Volvemos pegados al terreno, subiendo y bajando colinas, dibujando el terreno, ovejas que corren, cruzamos caseríos, casas, establos, campesinos con azadas al hombro, extrañados por la inmensa mole tan cerca de sus cabezas, sembradíos, chequeo de 10 afuera, se siguen completando las tareas.
– “Piloto-Navegador, cambio de rumbo, llegaremos a una zona de altas laderas (1.800 pies de altura), del otro lado está el canal, tiene que largarse abajo lo más rápido que se pueda”.
Llegamos, son las X horas. Al frente, un cordón de afiladas puntas de rocas desnudas y que corre de sur a norte y forman la pared oeste del canal. Impresionan, parecen que quieren raspar la panza de la “Chancha” y de repente todo flota en el aire, me siento liviano, es que Palazzi, lo hizo como todos queríamos, aunque nos sentimos incómodos por las maniobras... lanzó la Chancha hacia abajo con todo, buscando la proyección de los 30 pies de altura sobre el agua del canal, todo sereno, mar sereno, avión sereno, susurro de motores, ninguna alerta de radio, todo normal y controlado, pero una visión nos hizo volver a la cruda realidad: a nuestra derecha los despojos cadavéricos e incendiados del “Carcarañá” nos estrujó el corazón, no podíamos dedicarle más que un pensamiento,
estábamos a siete minutos de la zona de lanzamiento y a dos minutos del punto inicial.
Pero... ¿cómo andábamos con respecto a la hora de lanzamiento?, miro mi reloj y el muy canalla me dice: – ”Faltan 13 minutos para la hora y estamos a 7 de la zona vamos adelantados 6 minutos: ¿por qué?”
Muy sencillo, mis cálculos de tiempo de vuelo estaban previstos para la ruta más larga y hemos recorrido la más corta; debía perder esos seis minutos, estábamos muy cerca del punto final, allí nos dimos recién cuenta, que a bordo iba otra persona que por ser compañero de promoción estoy inhibido de hablar, que nos dice en voz incomprensible:
– ”La hora de lanzamiento se cumple exactamente, sin diferencia de segundos”.
Nuestro Jefe de Grupo I de Transporte había hablado. El señor Comodoro Jorge Martínez, que silenciosa y
profesionalmente había estado observando detalladamente toda la operación, y que con su oportunismo y parquedad intervino en el momento justo y adecuado, ordenando lo necesario de acuerdo a las circunstancias. Allí comprendimos porqué no nos había despedido, ¡él venía a bordo!.
– “Piloto-Navegador, giro de 360° por la derecha, ¡¡ya!!”
Iniciamos el giro en el lugar más crítico de la navegación, a sólo 22 kilómetros de la zona de lanzamiento; el giro que tardó más tiempo en todo el vuelo, seis minutos interminables, eternos...
Chequeo un minuto afuera, zona de lanzamiento recorrida, “Luz Verde” carga afuera, salida normal, paracaídas abiertos... mantenga el rumbo y velocidad, carga en tierra sin novedad..., mantenga rumbo y velocidad 140, rumbo a las laderas altas al frente, rampa cerrada, abajo, abajo 50 pies, por la izquierda rumbo 310°, más abajo, más abajo, más a la izquierda, velocidad 230 kilómetros, dele canela, no se preocupe, al frente hay agua, dele canela, más abajo es el canal, ya estamos, la visibilidad se reduce, ahora rumbo 010° por la derecha, si ve la costa izquierda péguese a la costa, volamos pegados al agua, son altas las montañas de la izquierda, y nos protegen de las vistas enemigas, a nuestra derecha el Puerto de San Carlos, vamos en busca de la salida norte del canal, como quien asciende del fondo del mar a la superficie en busca de aire.
– “Péguese más a la costa, ojo que el estrecho se cierra y es de 5 kilómetros de ancho, tiene elevaciones a ambos costados”.
– “Las puede ver, allí están Darwin y Goose Green, un poco a la derecha, rumbo 030°, así está bien, ya estamos pasando, ojo a la altura, vamos muy abajo, mire el radio-altímetro, indica 20 pies, Se desprenden las cargas, ¡Ojo! al frente hay riscos de 130 pies de altura”.
– “Todo bien, estamos en la bahía, vaya girando lentamente hacia rumbo 330° por izquierda, la inclinación de los planos, acuérdese de las prácticas en el Golfo San Jorge, y dele “Marmita” (potencia al motor), ya estamos en mar abierto rumbo a casa”.
Todo es silencio, todavía faltan 30 minutos para dejar atrás todas las estribaciones de la Isla Soledad, que inicialmente cruzamos por el sur y bordeamos por el norte, una que otra sonrisa se va dibujando en los rostros, empezamos a relajarnos, a cambiar de posición a aflojarnos un poco los arneses de asiento, se encienden varios cigarrillos, hay palmadas y un grito al unísono...
– ”¡Lo conseguimos, hemos realizado el primer lanzamiento de carga real en zona de combate!”
Quedaban atrás 13 años y 8 meses de la primera vez que había dicho “Green Light”, sí, así en idioma sajón, en una base de entrenamiento, con la diferencia que hoy digo: “Luz Verde” en defensa de mi Patria.
Lo demás fue rutina, aterrizaje a las X horas, después de X horas de vuelo, comentarios, críticas, algunas fotos, felicitaciones, a descansar y estar listos para la próxima misión, el día de mañana.