12-01-2009
Gaza: preguntas y respuestas
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Las cuestiones de fondo en el conflicto palestino son el veto estadunidense y la oposición militar israelí a la resolución de Naciones Unidas acerca del derecho al establecimiento de un Estado de Israel y de un Estado palestino. El primero existe, por eso Estados Unidos –con su veto en el Consejo de Seguridad– e Israel, con la ocupación de los territorios palestinos, impiden que la resolución de la ONU sea puesta en práctica, única salida justa y con posibilidades de promover una paz duradera.
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En las elecciones más democráticas realizadas en la región –de acuerdo con lo corroborado por la propia Fundación Carter– Hamas ganó. Las potencias occidentales, junto con Israel, promovieron el boicot a éstas, desconociendo la voluntad expresa de los palestinos. Esa es la razón coyuntural más cercana de los conflictos actuales.
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Si Hamas es considerada una organización terrorista –que nunca invadió el territorio de Israel–, ¿cómo debe ser considerado el Ejército de ocupación israelí?
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La teoría de las “guerras humanitarias” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), formulada por Tony Blair, promovió el bombardeo y la intervención en Yugoslavia, acusada de practicar una limpieza étnica. ¿No se aplica la mismísima teoría a Israel?
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¿Qué se debe hacer para que Israel pare la “carnicería” –según expresión de Lula– en Gaza?
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La ruptura de la tregua no partió de Hamas sino de Israel, que en noviembre mató a seis dirigentes de esa organización.
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El presidente de la República Checa, que también lo es de la Unión Europea desde el pasado 1º de enero, dice que “la acción de Israel es defensiva” (sic). Argumento similar utiliza la corriente revisionista de la historia alemana, que alega que los campos de concentración del nazismo fueron una acción preventiva (sic) equiparable –según el mismo razonamiento– a la represión bolchevique en la Unión Soviética.
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La tesis central del sionismo señala que Israel es un pueblo escogido, de acuerdo con interpretaciones de textos religiosos anteriores al nazismo. De ahí que el holocausto sufrido en Alemania no puede ser comparado con nada. Esto es: el sufrimiento ajeno, inclusive el perpetrado por ellos, nunca es igual al propio. Comparte con Estados Unidos la tesis sobre el destino manifiesto, y acerca de Medio Oriente asume que le está predestinado y allí debe rescatar a la humanidad de la barbarie, imponiéndole su sistema político, fundado –supuestamente– en la libertad.
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Israel justifica el bombardeo indiscriminado contra Gaza afirmando que en cualquier lugar, según ellos –mezquitas, escuelas, hospitales, etcétera–, podrían estar escondidas bombas y militantes de Hamas. La universidad atacada sería, según esta interpretación, un antro de profesores y estudiantes de Hamas. Atacan todo con la misma visión que los estadunidenses a Vietnam: hay que sacar el agua (el pueblo) a los peces (los militantes). Así se buscó destruir Vietnam, con bombas de napalm y terrestres, que hasta hoy los vietnamitas siguen removiendo.
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Circula por ahí el desvergonzado argumento, para defender la carnicería israelí, que pregunta qué haría Brasil si un país fronterizo –algunos se atreven a mencionar a Uruguay– amenazara su existencia, sugiriendo que debiera hacer con ese vecino lo que Israel ejecuta contra palestinos de Gaza: una guerra de exterminio. En primer lugar, Brasil no ocupa ningún otro país y si algún gobierno aventurero lo intentara, no tendría ninguna posibilidad de conseguir el consenso interno que Israel obtiene para hacer la guerra a los palestinos: sus fuerzas democráticas se lo impedirían. Fue preciso que existiera en Brasil una feroz dictadura militar para enviar tropas a República Dominicana, junto con las de Estados Unidos, y ahogar así el movimiento democrático en aquel país. En segundo lugar, Uruguay, país de larga tradición democrática, nunca representará un riesgo de extinción para Brasil ni para ningún otro vecino. Es un sofisma ese argumento, al igual que el de Obama visitando Israel durante la campaña electoral, cuando dijo que si amenazaban a sus hijas, dormidas en su casa, se permitiría cualquier acción agresiva para defenderlas. Su silencio actual demuestra que las hijas de los israelíes son privilegiadas comparadas con las de los palestinos: éstas ocupan diariamente la prensa, heridas, aterrorizadas o en las morgues, esperando lugar para ser enterradas. Quien hoy no se indigna ante la masacre israelí y se refugia en el silencio o en sofismas, perdió su humanismo hace mucho tiempo.
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Se puede hacer cualquier cosa con los misiles, menos sentarse encima de ellos (adaptando a esta época la fórmula clásica: antes eran las bayonetas). O sea que una victoria militar puede ser perdida políticamente por Israel. En Vietnam también la proporción era de una víctima estadunidense por 10 o 100 vietnamitas (allá también se mataba indiscriminadamente y se decía que eran guerrilleros: todo muerto se convertía en uno). En algún momento se exigirá el establecimiento de un nuevo acuerdo político, y éste, ¿Israel cree posible lograrlo con el odio que genera la carnicería que está produciendo, a lo que suma el extendido repudio de la opinión pública internacional?
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Ningún pueblo del mundo que oprime a otro puede vivir en paz. Israel nunca tendrá paz mientras los palestinos persistan en defender su derecho a construir un Estado soberano.
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Más que nunca los judíos de izquierda, progresistas o simplemente pacifistas, los que no están de acuerdo con la masacre de Israel al pueblo de Gaza, tienen que manifestarse para que no se los incluya en la justa condena a esa nación y al sionismo.
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Yo no tengo raíces islámicas, a pesar de mi nombre. Soy hijo de libaneses católico-maronitas. Mi identificación con los palestinos hoy es la misma que tuve –como tantos– con los vietnamitas. Hoy, somos todos palestinos.
Emil Sader