Cuando la Escuadrilla de Caza Pesada tomó el Aeródromo de Fornebu en Oslo :

Deleted member

29-04-2008

Esto no tiene que ver tanto con la Guerra en el Aire pero........

Cuando la Escuadrilla de Caza Pesada tomó el Aeródromo de Fornebu en Oslo (parte 01) :

Uno de los puntos más importantes en la Operación Weserübrg, era la de tomar los aeródromos principales, y uno de ellos era el de Fornebu en Oslo.

Para la ocupación del aeropuerto se habían dispuesto dos compañías de paracaidistas (la de mando y la 2ª  del I Regimiento de Cazadores Paracaidistas) al mando del capitán Erich Walther, encargado de tomar dicho aeropuerto mediante un golpe de mano. Como único apoyo aéreo para esta operación se había previsto una patrulla de cuatro cazas pesados (1ª Escuadrilla del I Grupo de la Escuadra 76) al mando del primer teniente Hansen. Posteriormente serían asignados cuatro cazas pesados más. Cuando los aviones de Hansen llegasen a Fornebu tendrían combustible para veinte minutos más de vuelo, por lo tanto antes de llegar a cero los indicadores, debían haber aterrizado. ¿Saldrían airosos de su empeño?

En las primeras horas de la mañana del 9 de Abril de 1940, el parte meteorológico no dejaba el menos resquicio de esperanza respecto a la ya escasísima visibilidad reinante en Oslo. El Skagerrak, que había de cruzar la ruta de los aviones alemanes que se dirigían al objetivo, estaba completamente cubierto. La niebla estaba prácticamente pegada al mar y llegaba hasta unos 600 metros sobre la superficie. Encima de esta capa había otras más o menos densas. Había que excluir completamente el vuelo rasante y por otro lado si los aviones volaban por encima de las nubes, ¿cuál sería el momento adecuado para realizar la perforación? ¿Y qué sucedería si en el momento decisivo la visibilidad vertical era nula? ¡No era muy halagüeña la perspectiva de los enormes acantilados noruegos!

Me–110 sobre el Skagerrak rumbo a Noruega.

El teniente coronel Drewes volaba al frente de su grupo de transporte, el II. Conducía la primera oleada que se dirigía a Oslo-Fornebu. La formaban 29 trimotores Ju-52 que llevaban a los paracaidistas del capitán Erich Walther dispuestos para lanzarse. Pero cuando más se acercaba Drewes al fiordo de Oslo más mala se hacía la visibilidad. En algunas ocasiones los aviones de su formación desaparecían de la vista metiéndose en la niebla, que a cosa de 20 metros impedía la visibilidad.

Con los dientes apretados, Drewes proseguía. Tenía plena conciencia de lo trascendente que su acción resultaba para el conjunto de las operaciones. De pronto uno de los aviones que iban al final de la formación anunció por onda extracorta :

  • Aviso al comandante : faltan dos aviones. 

 

Los dos aparatos habían desaparecido al atravesar un muro de niebla. Aquello le decidió; no podía responder del éxito del vuelo y dio orden de poner rumbo de regreso, radiando el siguiente mensaje a Hamburgo :

  • Regreso por mal tiempo. Me dirijo hacia Aalborg. 

En el hotel Esplanade corrían los más negros presagios al recibir en mensaje. Acababa de saber que los noruegos no se iban a entregar sin lucha.

Eran las 8:20. La agrupación naval de combate llevaba tres horas cañoneándose en Oslo con las baterías de costa noruegas, que desde la fortaleza  de Oskarsborg dominaban el estrecho de Dröbak. El buque insignia alemán, el crucero pesado “Blücher”, había sido hundido a las 7:25 por varios disparos y torpedos. No se tenía idea si los demás navíos podrían atravesar el estrecho de Dröbak, ni cuando podrían desembarcar en Oslo las fuerzas que llevaban a bordo.

Así, pues, resultaba mucho más importante aún la toma del aeródromo de Fornebu, para que siquiera el desembarco aéreo pudiera llevarse a cabo con normalidad. Pero ya los paracaidistas estaban de regreso y la segunda oleada de aviones, a veinte minutos de distancia de la primera proseguía, sin sospechar nada, rumbo a noruega llevando a bordo un batallón de infantería, el II del 324 Regimiento.

Para el caso de que los paracaidistas (como sucedía en aquel momento) no pudieran saltar cuando se había previsto, el general Geisler había recibido la orden tajante de Goering : “Ordenar el inmediato regreso de las unidades de transporte que forman las siguientes fuerzas de ataque”.

Amargado, el jefe de transporte aéreo, barón Von Glabenz, trataba de disuadir a general en jefe :

  • Rehuso el dar la orden de regreso a mis unidades, mi general...puedo intentar el aterrizaje aunque no se haya conquistado el aeródromo... 

  • Si. ¡Y los noruegos van a derribar nuestros Junkers a docenas...! – respondió Geisler.

  • Los ocupantes de los primeros aparatos pueden hacer frente a las defensas enemigas – insistió Von Glabenz con terquedad -. Por lo menos debiera dejarse a criterio de la primera unidad que llegue a Fornebu la decisión sobre si debe o no debe aterrizar... Además – prosiguió Von Glabenz, esgrimiendo otro argumento -, Aalborg está ya saturado y si las unidades que se dirigen a Noruega  intentan aterrizar en esta localidad va a ser una catástrofe...

Pero no insistió más. Geisler hizo transmitir a los grupos de transporte la siguiente orden :

“Se ordena regresar a todas las unidades. X Cuerpo de Ejército Aéreo.”

Pero entonces sucedió algo inusitado, algo que ni la mentalidad de más amplias miras podría juzgar sin sorpresa : el soldado no era un simple y “ciego receptor de órdenes”...

El comandante del grupo que seguía a veinte minutos de vuelo a los paracaidistas, era el capitán Wagner. Dicho oficial recibió la orden de regreso, pero no la cumplió.

Aquella orden le pareció a Wagner, en aquel momento y precisamente cuando faltaba poco para  llegar a su objetivo, un truco del enemigo por lo incongruente e ilógico que parecía. Ante todo, la firma “X Cuerpo de Ejército Aéreo” le hizo concebir ya algunas sospechas, pues su grupo dependía del jefe de transporte aéreo para las fuerzas terrestres, barón Von Glabenz. Sólo de él debía recibir lógicamente una orden de tal trascendencia.

El capitán Wagner decidió, pues, proseguir su misión. Sus pilotos estaban todo plenamente capacitados para el vuelo sin visibilidad. Cuando esta segunda oleada se acercaba a Noruega, la niebla más densa estaba frente a la costa, pero hacia el interior la visibilidad no era ya tan mala, sino que cuanto más se penetraba más mejorada. ¿ Por qué no iba a poder aterrizar en Fornebu ?

La patrulla que iba a la cabeza de la formación estaba ya sobrevolando el aeródromo. Wagner le dio la vuelta observándolo con detenimiento.

No era un campo grande, sino más bien chico y metido entre acantilados. En un extremo de las dos pistas asfaltadas, el terreno se elevaba pronunciadamente y en el otro había un canal. No era ni mucho menos un aeródromo ideal, pero para los viejos y nobles Junkers no era problema aterrizar allí.

En el suelo se podían ver envueltos en llamas los restos de dos aviones. El aeródromo debía estar recién conquistado, pues todavía rondaban por allí algunos cazas pesados.

Tranquilizado, Wagner dio a sus aparatos la orden de aterrizaje y tras un viraje ceñido, enderezó su aparato que planeó preparándose para aterrizar. De pronto unas ráfagas de ametralladora pesada hicieron blanco en el avión. El capitán Wagner murió y otros hombres resultaron heridos. El segundo piloto aceleró los motores y se elevó de nuevo. ¿Y ahora qué?

Atónito el primer teniente Hansen, jefe de la escuadrilla de caza pesada que debía efectuar el apoyo aéreo a los paracaidistas que se lanzasen sobre el aeródromo noruego, contemplaba desde su Messerschmitt 110 la insólita escena.

Desde hacía media hora su escuadrilla estaba luchando contra el enemigo. A las 8:38 nueve cazas noruegos del tipo Gloster Gladiator, que tenían el sol de espaldas, habían efectuado un ataque contra los aviones de Hansen. A las 8:45, tal como se le había ordenado, se dirigió hacia el aeródromo de Fornebu para proteger y apoyar la acción de los paracaidistas que debían llegar. Dos de los Me-110 desaparecieron durante el combate, de modo que sólo eran seis los que hicieron su aparición en Fornebu, atacando nidos de ametralladoras y baterías antiaéreas. En la pista de rodaje destruyeron dos cazas Gloster Gladiator y se mantuvieron a la espera.

Gloster Gladiator destruidos en los aeródromos de Noruega.

Pero los paracaidistas no llegaban... Se  hicieron las 8:50, luego las nueve, y tres luces rojas hirieron los ojos de Hansen. En cuanto se encendiera la cuarta sería la señal de que los depósitos de combustible estarían vacíos...

Según los cálculos, cuando se hallasen sobre Fornebu les quedaría combustible para veinte minutos más de vuelo. En esos veinte minutos debían estar allí los paracaidistas y conquistar el aeródromo, pero el tiempo había transcurrido ya...

¡Al fin! A eso de las 9:05 aparecieron los primeros Junkers. Hansen respiró aliviado. Los cazas pesados viraron hacia los costados para poder mantener calladas las ametralladoras que había emplazada en los nidos y proteger así en el momento más crítico a las fuerzas propias. Ahora sólo quedaba aguardar el lanzamiento...

¡Cómo iban a adivinar que en aquellos aviones no iba un solo paracaidista! ¡Que se trababa de la segunda oleada! Por eso Hansen fue el primer sorprendido cuando vio que el primer Junkers se disponía a aterrizar y que tras recibir varias ráfagas metió gas a fondo y despegó de nuevo cuando ya estaba tocando el suelo. Para acabar de poner bien las cosas, vio que tres de sus seis Messerschmitt 110 estaban volando con un solo motor. Tenían los radiadores acribillados y además estaban volando con las últimas gotas de combustible.

¡No había más remedio que aterrizar!

¡Si los otros no lo hacían, tendrían que ser ellos, los cazas pesados del I Grupo de la 76 Escuadra, los que tomaran el aeródromo noruego de Oslo-Fornebu!

Continuará............

Deleted member

29-04-2008

Cuando la Escuadrilla de Caza Pesada tomó el Aeródromo de Fornebu en Oslo (parte 02 y final) :

  • ¡Teniente Lent! – ordenó, por radio, Hansen -. ¡Aterrice usted! Nosotros lo haremos a continuación cubriéndole.

El avión de Lent viró a la izquierda y se dispuso a tomar tierra. Del plano derecho salía humo negro. El motor estaba averiado y la hélice parada. En las cortas pistas asfaltadas de Fornebu, el avión alemán tenía que pegarse lo más posible al borde del campo para poder rodar lo necesario. Esta maniobra, con un solo motor, resultaba más difícil.

El segundo teniente Lent sacó el tren de aterrizaje y bajó los “flaps”. Unos minutos antes “el rey de los cazadores del golfo de Helgoland” había alcanzado su última victoria aérea derribando el Gloster Gladiator noruego, piloteado por el suboficial Per Schye. Pero ahora para Lent y su radiotelegrafista, el cabo Kubisch, se trataba de una cuestión de vida o muerte.

A unos 100 metros del límite del campo, el avión de Lent iba demasiado bajo y tuvo que dar gas. Como quiera que sólo le funcionaba el motor izquierdo, eso supuso un brusco desplazamiento hacia la derecha del avión y una mayor dificultad en mantener la trayectoria de aproximación final.

Por fin, la pista asfaltada estaba debajo del avión, pero como había acelerado antes, ahora las ruedas tocarían demasiado tarde en el suelo. Rodaba demasiado de prisa... Entretanto, Hansen y los otros cuatro no perdían a sus camaradas que aterrizaban. Perpendicularmente a la dirección de aterrizaje, sobrevolaban el campo manteniendo a raya al enemigo que, desde posiciones de cemento, hacía fuego de ametralladora cuyos impactos se veían claramente alrededor del Me-110 que estaba aterrizando.

De repente, Hansen vio como aterrizaba, simultáneamente, un trimotor Junkers. Se trataba, como más tarde podría comprobarse, del avión de transmisiones de los paracaidistas que no habían llegado y que sería utilizado adecuadamente más tarde.

Por lo pronto, cerníase la catástrofe sobre el aeródromo. El Junkers se había posado sobre la segunda pista de asfalto. Si entraba en colisión con el Messerschmitt que rodaba por la primera, en el punto de cruce de ambas pistas, el campo quedaría bloqueado haciendo imposible el aterrizaje de otros aviones.

Hansen miraba encolerizado hacia abajo. Habían estado aguardando a los aviones de transporte hasta aquel momento y precisamente cuando los cazas pesados, sin una gota de gasolina y con los aviones cosidos a balazos se disponían a aterrizar, aparecían los trimotores... Pero gracias a la mayor velocidad de aterrizaje del Me-110 llegó al cruce de las pistas antes que el Ju-52. Aquel peligro había sido conjurado.

Lent no consiguió detener su aparato. Rodaba demasiado de prisa. Hansen esperaba que acaso lograse despegar de nuevo y hacer otro intento de aterrizaje, pero al final de la pista el avión capotó.

Hansen ya no pudo ver nada más, pues tenía que concentrarse en su propio aterrizaje. Su motor derecho se había averiado también. Del tubo de rebose salía vapor blanco y la temperatura del aceite crecía alarmantemente. “¡Si aguantase siquiera un minuto!”, pensó Hansen.

A pocos metros de altura cruzó el límite del campo. Quitó gases del todo y con cuidado tiró la palanca mientras el aparato tocaba el suelo. Pasó cerca de los dos aviones noruegos que estaban ardiendo, el avión seguía rodando en dirección al terreno abatido por las ametralladoras noruegas, pero nada sucedió.

Hansen vio como otro Messerschmitt 110 que había aterrizado antes que él se había tenido que abrir paso disparando mientras aterrizaba.

Con mucho cuidado accionó los frenos y detuvo el avión a unos diez metros del final de la pista. El radiotelegrafista tenía en sus manos la ametralladora lista para disparar, pero el fuego que les estaban haciendo hasta un minuto antes había cesado por completo. ¿Sería que los noruegos e daban por vencidos?

En realidad lo que había sucedido era que el capitán Erling Munthe Dahl, jefe de la escuadrilla de caza de Fornebu, impresionado por el ataque rasante de los Me-110 alemanes, ordenó por radio a las nueve horas :

  • atención a los Gladiator : aterricen en cualquier parte menos en Fornebu. El aeródromo está siendo atacado por los alemanes.

Dos cazas habían aterrizado ya. Uno por averías en el motor y el otro acribillado por los disparos recibidos en el combate aéreo con los cazas pesados alemanes, éste último piloteado por el suboficial Waaler. A raíz de ello, el capitán Dahl quería ahorrarles a los demás cazas de la escuadrilla la suerte de los dos primeros Gladiator, que habían sido destruidos en el suelo por el ataque rasante de los Me-110.

Cinco Gloster Gladiator aterrizaron, tras el combate, en unos lagos helados al norte y al oeste de Oslo. Cuatro resultaron destrozados por averías durante el combate o falta de combustible. Solamente un Gloster Gladiator sobrevivió al encuentro con los Me-110.

Gloster Gladiator destrozados en los lagos helados de Noruega.

Cuando los aparatos estaban aterrizando en Fornebu, el capitán Dahl, con el personal de tierra, se retiró a la fortaleza de Akershus. Los antiaéreos y las ametralladoras dispararon todavía contra dos de los aparatos alemanes y luego se hizo el silencio. El aeródromo de Oslo-Fornebu había dejado de ser defendido por los noruegos.

El primer teniente Hansen saltó de su aparato haciendo señas al otro avión que estaba aterrizando. Repartió sus cinco aparatos de manera que con sus ametralladoras traseras batieran un bosque contiguo desde el que podían ser atacados.

También el segundo teniente Lent se acercó al lugar. Su avión estaba con el tren de aterrizaje y más de las tres cuartas partes del aparato habían sufrido roturas, quedando a pocos metros de una casa, al otro lado del aeródromo. Había sido un milagro que el piloto y el radiotelegrafista resultaran ilesos. El cabo Kubisch había desmontado la ametralladora trasera y la llevaba con su cargador a sus compañeros de escuadrilla., a aquel puñado de hombres que habían realizado la toma del aeródromo desde el aire.

A las 9:17 aparece de nuevo una patrulla de Junkers dispuestos a aterrizar. Los aparatos de transporte ruedan hasta cerca de las paredes de roca desde la que la antiaérea ligera noruega ha hecho fuego y cuya primera víctima ha sido el capitán Wagner, apenas un cuarto de hora antes. Pero los noruegos ya no disparan. Los soldados de infantería descienden de los aviones sin la menor sospecha de la situación y estiran las piernas y encienden cigarrillos.

A primer teniente Hansen se le ponen los pelos de punta. Se dirige apresuradamente hacia ellos, indicando a los soldados cuál es el emplazamiento de las piezas antiaéreas y las ametralladoras noruegas. Entonces se ponen a cubierto y envían avanzadillas que pronto regresan con prisioneros. Los noruegos se rinden.

Entretanto, un Ju-52 aterriza y se dirige hacia donde estaban los cinco Me-110. Es recibido por gritos de júbilo : se trata del avión de transporte de la escuadrilla.

El capitán Flakowski, profesor de vuelo instrumental del I Grupo de la 76 Escuadra de Caza Pesada, ha conducido con pericia, a través de las nubes, aquel avión de transporte, pasando sobre el Skagerrak. El aparato lleva una carga que es recibida con una alegría inmensa : los seis mecánicos más expertos del escalón de tierra de la escuadrilla y una carga completa de municiones.

Por encima del fiordo de Oslo se ha cruzado Flakowski con las patrullas de Junkers que regresaban y que con pasadas continuas le invitaban a acompañarles. Flakowski se había limitado a abrir la puerta que separa la cabina de pilotaje del resto del avión y decir a sus hombres :

  • Preparen las pistolas. En Oslo habrá pelea.

 

Y allí estaban ellos, Paul Mahle, el armero, que con sus compañeros pondrían de nuevo en funcionamiento los aviones que con tantos apuros habían tomado tierra. El capitán Flakowski reunió a toda prisa a unos cuantos soldados y procedí a inspeccionar el campo, luego, con los noruegos capturados, apartaron de las proximidades de la pista los restos aún humeantes de los dos cazas tipo Gladiator.

De repente el primer teniente Hansen creyó estar soñando. Un automóvil americano de color azul celeste y lujosa estampa apareció en escena. De su interior salió un oficial alemán vestido de uniforme. Era el capitán Spiller, el agregado aéreo en la embajada alemana en Oslo. Hansen le dio las novedades de la escuadrilla y Spiller  preguntó :

  • ¿Dónde están los paracaidistas? ¿Y el batallón de infantería?

Hansen no tenía idea.

El golpe de mano para la toma de Oslo había consistido al parecer en el mero aterrizaje y desembarco aéreo de unos pocos hombres en Fornebu, puesto que las fuerzas de infantería embarcadas en los navíos de guerra alemanes seguían en el paso Dröbak.

  • Deben comunicar inmediatamente que ha sido tomado el aeródromo -  dijo Spiller -, de lo contrario estaremos esperando a las unidades de transporte hasta que resulte demasiado tarde.

Haciendo un paréntesis se debe decir que el capitán Spiller, moriría horas más tarde. El audaz intento, una compañía de paracaidistas, dirigida por Spiller, de perseguir al Rey de Noruega y a sus ministros en Elverum, fue detenido por fuerzas noruegas en Midtskogen, en una acción en el curso de la cual encontró la muerte el propio Spiller.

Así, pues, desde el Junkers de transmisiones se envió el siguiente radiomensaje :

“Fornebu e nuestro poder. Primera escuadrilla de la 76 Escuadra de Caza Pesada.”

El mensaje fue captado en Aalborg y retransmitido a la jefatura del X Cuerpo de Ejército Aéreo en Hamburgo. Se habían dado por perdidos los bimotores de caza pesada enviados a Fornebu y de pronto llegaba, no sólo la noticia que aún existían, sino lo que nadie hubiera imaginado : ¡se podía aterrizar en Fornebu...!

Entretanto, la orden de marcha de los grupos de transporte había sido alterado considerablemente.

Las escuadrillas quinta y sexta, que llevaban a bordo los paracaidistas, tuvieron que volver grupas entre la espesa niebla reinante frente al fiordo de Oslo, sin embargo, algunos aparatos que entre las nubes habían perdido el contacto con el grueso de la formación aterrizaron en Fornebu media hora más tarde sobre el horario previsto.

El grupo 103, que seguía a veinte minutos al que llevaba a los paracaidistas, no cumplió la orden de regresar que había radiado el X Cuerpo de Ejército Aéreo, pero cuando el comandante del grupo, el capitán Wagner, cayó en la fase final de la aproximación por el fuego antiaéreo de los noruegos, la mayoría de los aparatos se alejaron. Sólo el segundo jefe del grupo, el capitán Ingenhoven, consiguió aterrizar en Fornebu con unos cuantos aparatos. Aquellos eran los aviones que aterrizaban casi al mismo tiempo que los Me-110 de Hansen.

Resultó, pues, que mediada la mañana del día de la Operación “Wesserüburg”, el día 9 de Abril de 1940, solamente un puñado de soldados alemanes había tomado posesión del aeródromo de Fornebu : soldados de infantería del 324 Regimiento, algunos paracaidistas y las tripulaciones de los aviones.

Paracaidistas alemanes en Noruega.

Mandados por oficiales decididos, especialmente los capitanes Flakowski e Ingenhoven, aquel grupo heterogéneo  se apoderó de los nidos de ametralladora, asegurándose el dominio del aeródromo.

“Aproximadamente tres horas después – dice textualmente el informe de la escuadrilla primera de la 76 Escuadra de Caza Pesada – aterrizaron las unidades que transportaban al grueso de las fuerzas : los paracaidistas y las tropas aerotransportadas.”

Ahora la cosa seguía los pasos previstos. Nuevas escuadrillas de transporte se dirigían a Fornebu. El campo quedó rápidamente saturado. Varios Junkers aterrizaron con precipitación tras un vuelo difícil. Sufrieron diversas roturas y bloquearon las pistas asfaltadas. No obstante a primera hora de la tarde ya había llegado el 324 regimiento de Infantería completo.

Aviones de transporte Ju-52 en el aeródromo de Fornebu en Oslo.

Al atardecer, “tal como se había previsto”, la capital noruega estaba en poder de los alemanes. Oslo era la primera ciudad de la historia que había sido tomada por fuerzas aerotransportadas. Dos días más tarde el general en jefe del X Cuerpo de Ejército Aéreo, general Geisler, estrechaba efusivamente la mano del teniente Hansen en Oslo, diciéndole :

  • De no haber sido por su escuadrilla, las cosas serían bastante diferente aquí.....

Fuente :

La Luftwaffe (C. Bekker)

Saludos.

V. Wobst

29-04-2008

En el hilo de los Bf-110 ya se había publicado algo al respecto: https://mundosgm.com/smf/index.php?topic=2540.30. Pero las imágenes le han dado un buen arreglo. 

Saludos

Deleted member

30-04-2008

Mira que no lo había visto, lo extrajeron del El Gran Capitán, y yo mismo fui el que lo publiqué allí.

Saludos.

V. Wobst

30-04-2008

Pues mejor que mejor, no hay a quien pedirle permiso &"2

De nuevo, genial artículo Juan Manoel 

saludos

V. Wobst

30-04-2008

Debería añadir que el Bf 110 es uno de mis cazas favoritos, y que esta acción, si hubiese sido efectuada por la USAAF, ya habría salido en un montón de peliculas 

saludos

MIGUEL WITTMAN

30-04-2008

Los alemanes han tenido muchos años para hacer las películas de sus hazañas bélicas y no las hacen. Si ellos no las hacen, ¿por qué motivo las van a hacer otros paises?

Saludos.

Deleted member

19-05-2008

Esto no tiene que ver tanto con la Guerra en el Aire pero...

no se preocupe Bueno lo único que si es cierto es que los alemanes se arriesgaron y lucharon contra las adversidades que se les presento. Como siempre me gusta leer sus post una felicitación.

Deleted member

28-05-2008

La incursión Spiller :

Hablemos algo de este “fallschirmjager adoptivo”, el capitán Eberhard Spiller.

Tal como relatamos anteriormente, el capitán Spiller, llegó al aeródromo de Fornebu en Oslo, aquel 9 de abril.

Fallschirmjager en Oslo.

En ese momento capitán Spiller, era el agregado de la Luftwaffe en Oslo. Al desembarcar los fallschirmjager en Fornebu, tomó el mando de una compañía y avanzó ingresando en Oslo. Sus intenciones exactas no están claras, pero con la compañía de paracaidistas montada en buses salió en una persecución en profundidad detrás de las líneas noruegas (aunque no se puede hablar mucho de las líneas en esta fase de la campaña) del rey noruego y de su gobierno.

Ametralladora Colt M29 de 7,92 mm, la más común entre las tropas noruegas. Como ametralladora antiaérea usaba calibre 7.5, desde 1939.

Consciente de la existencia de esta columna alemana que los perseguía, el gobierno y el rey huyeron a Elverum, mientras una unidad mixta de guardias, oficiales y milicianos hizo un par de barricadas en la carretera de Hamar a Elverum, para retrasar a los paracaidistas. La caza se llevó a cabo por más de a través de más de 100 kilómetros de territorio noruego. A medianoche los alemanes llegaron a la primera barricada, y después de una breve lucha Spiller donde fue mortalmente herido, en la llamada batalla de Midtskogen, en la noche entre el 9 y 10 de abril. La columna alemana fue rechazada y se devolvió.

Obus de 12 cm. fabricado y diseñado por la empresa noruega Kongsberg Vaapenfabrikk.

En su camino de regreso se encontró con un batallón noruego de infantería motorizada y una batería de artillería que tenía rumbo hacia el norte. Tomados totalmente por sorpresa, los noruegos fueron desarmados y sin demora todos los oficiales fueron tomados prisioneros. La columna bastante aumentada, por los prisioneros,  logró volver a Oslo indemne. Si bien la pérdida de una batería de artillería motorizada y los muy necesarios oficiales fue bastante malo para los noruegos, la pregunta es si el mayor éxito de la incursión  Spiller  no era la cantidad de rumores que empezó, que confundieron la toma de decisiones del Alto Mando Noruego por varios días, y peor aún, obligó a la segunda evacuación, el mismo día, del gobierno y el mando, lo cual retrasó decisiones muy importantes para muchas horas.

Batería antiaérea noruega de 75 mm.

Equipo de avistamiento de aviones noruego Gamma Centralsikte. En esta fotografía de una batería en las afueras de Oslo, un equipo de avistamiento puede verse a la izquierda de los hombres en el medio (detrás de la pequeña colina), mientras que un telémetro óptico y una ametralladora Colt se puede ver a la derecha.

Fuentes :

http://hem.fyristorg.com/robertm/norge/history_section.html

Saludos.

V. Wobst

02-06-2008

Que buen aporte Juan Manoel, es interesante la historia de esta columna que no es muy conocida 

josmar

02-06-2008

Felicitaciones, Juan Manoel. Un trabajo muy detallado, y con unas fotos magnificas.....

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