29-04-2008
Esto no tiene que ver tanto con la Guerra en el Aire pero........
Cuando la Escuadrilla de Caza Pesada tomó el Aeródromo de Fornebu en Oslo (parte 01) :
Uno de los puntos más importantes en la Operación Weserübrg, era la de tomar los aeródromos principales, y uno de ellos era el de Fornebu en Oslo.
Para la ocupación del aeropuerto se habían dispuesto dos compañías de paracaidistas (la de mando y la 2ª del I Regimiento de Cazadores Paracaidistas) al mando del capitán Erich Walther, encargado de tomar dicho aeropuerto mediante un golpe de mano. Como único apoyo aéreo para esta operación se había previsto una patrulla de cuatro cazas pesados (1ª Escuadrilla del I Grupo de la Escuadra 76) al mando del primer teniente Hansen. Posteriormente serían asignados cuatro cazas pesados más. Cuando los aviones de Hansen llegasen a Fornebu tendrían combustible para veinte minutos más de vuelo, por lo tanto antes de llegar a cero los indicadores, debían haber aterrizado. ¿Saldrían airosos de su empeño?
En las primeras horas de la mañana del 9 de Abril de 1940, el parte meteorológico no dejaba el menos resquicio de esperanza respecto a la ya escasísima visibilidad reinante en Oslo. El Skagerrak, que había de cruzar la ruta de los aviones alemanes que se dirigían al objetivo, estaba completamente cubierto. La niebla estaba prácticamente pegada al mar y llegaba hasta unos 600 metros sobre la superficie. Encima de esta capa había otras más o menos densas. Había que excluir completamente el vuelo rasante y por otro lado si los aviones volaban por encima de las nubes, ¿cuál sería el momento adecuado para realizar la perforación? ¿Y qué sucedería si en el momento decisivo la visibilidad vertical era nula? ¡No era muy halagüeña la perspectiva de los enormes acantilados noruegos!
Me–110 sobre el Skagerrak rumbo a Noruega.
El teniente coronel Drewes volaba al frente de su grupo de transporte, el II. Conducía la primera oleada que se dirigía a Oslo-Fornebu. La formaban 29 trimotores Ju-52 que llevaban a los paracaidistas del capitán Erich Walther dispuestos para lanzarse. Pero cuando más se acercaba Drewes al fiordo de Oslo más mala se hacía la visibilidad. En algunas ocasiones los aviones de su formación desaparecían de la vista metiéndose en la niebla, que a cosa de 20 metros impedía la visibilidad.
Con los dientes apretados, Drewes proseguía. Tenía plena conciencia de lo trascendente que su acción resultaba para el conjunto de las operaciones. De pronto uno de los aviones que iban al final de la formación anunció por onda extracorta :
- Aviso al comandante : faltan dos aviones.
Los dos aparatos habían desaparecido al atravesar un muro de niebla. Aquello le decidió; no podía responder del éxito del vuelo y dio orden de poner rumbo de regreso, radiando el siguiente mensaje a Hamburgo :
- Regreso por mal tiempo. Me dirijo hacia Aalborg.
En el hotel Esplanade corrían los más negros presagios al recibir en mensaje. Acababa de saber que los noruegos no se iban a entregar sin lucha.
Eran las 8:20. La agrupación naval de combate llevaba tres horas cañoneándose en Oslo con las baterías de costa noruegas, que desde la fortaleza de Oskarsborg dominaban el estrecho de Dröbak. El buque insignia alemán, el crucero pesado “Blücher”, había sido hundido a las 7:25 por varios disparos y torpedos. No se tenía idea si los demás navíos podrían atravesar el estrecho de Dröbak, ni cuando podrían desembarcar en Oslo las fuerzas que llevaban a bordo.
Así, pues, resultaba mucho más importante aún la toma del aeródromo de Fornebu, para que siquiera el desembarco aéreo pudiera llevarse a cabo con normalidad. Pero ya los paracaidistas estaban de regreso y la segunda oleada de aviones, a veinte minutos de distancia de la primera proseguía, sin sospechar nada, rumbo a noruega llevando a bordo un batallón de infantería, el II del 324 Regimiento.
Para el caso de que los paracaidistas (como sucedía en aquel momento) no pudieran saltar cuando se había previsto, el general Geisler había recibido la orden tajante de Goering : “Ordenar el inmediato regreso de las unidades de transporte que forman las siguientes fuerzas de ataque”.
Amargado, el jefe de transporte aéreo, barón Von Glabenz, trataba de disuadir a general en jefe :
-
Rehuso el dar la orden de regreso a mis unidades, mi general...puedo intentar el aterrizaje aunque no se haya conquistado el aeródromo...
-
Si. ¡Y los noruegos van a derribar nuestros Junkers a docenas...! – respondió Geisler.
-
Los ocupantes de los primeros aparatos pueden hacer frente a las defensas enemigas – insistió Von Glabenz con terquedad -. Por lo menos debiera dejarse a criterio de la primera unidad que llegue a Fornebu la decisión sobre si debe o no debe aterrizar... Además – prosiguió Von Glabenz, esgrimiendo otro argumento -, Aalborg está ya saturado y si las unidades que se dirigen a Noruega intentan aterrizar en esta localidad va a ser una catástrofe...
Pero no insistió más. Geisler hizo transmitir a los grupos de transporte la siguiente orden :
“Se ordena regresar a todas las unidades. X Cuerpo de Ejército Aéreo.”
Pero entonces sucedió algo inusitado, algo que ni la mentalidad de más amplias miras podría juzgar sin sorpresa : el soldado no era un simple y “ciego receptor de órdenes”...
El comandante del grupo que seguía a veinte minutos de vuelo a los paracaidistas, era el capitán Wagner. Dicho oficial recibió la orden de regreso, pero no la cumplió.
Aquella orden le pareció a Wagner, en aquel momento y precisamente cuando faltaba poco para llegar a su objetivo, un truco del enemigo por lo incongruente e ilógico que parecía. Ante todo, la firma “X Cuerpo de Ejército Aéreo” le hizo concebir ya algunas sospechas, pues su grupo dependía del jefe de transporte aéreo para las fuerzas terrestres, barón Von Glabenz. Sólo de él debía recibir lógicamente una orden de tal trascendencia.
El capitán Wagner decidió, pues, proseguir su misión. Sus pilotos estaban todo plenamente capacitados para el vuelo sin visibilidad. Cuando esta segunda oleada se acercaba a Noruega, la niebla más densa estaba frente a la costa, pero hacia el interior la visibilidad no era ya tan mala, sino que cuanto más se penetraba más mejorada. ¿ Por qué no iba a poder aterrizar en Fornebu ?
La patrulla que iba a la cabeza de la formación estaba ya sobrevolando el aeródromo. Wagner le dio la vuelta observándolo con detenimiento.
No era un campo grande, sino más bien chico y metido entre acantilados. En un extremo de las dos pistas asfaltadas, el terreno se elevaba pronunciadamente y en el otro había un canal. No era ni mucho menos un aeródromo ideal, pero para los viejos y nobles Junkers no era problema aterrizar allí.
En el suelo se podían ver envueltos en llamas los restos de dos aviones. El aeródromo debía estar recién conquistado, pues todavía rondaban por allí algunos cazas pesados.
Tranquilizado, Wagner dio a sus aparatos la orden de aterrizaje y tras un viraje ceñido, enderezó su aparato que planeó preparándose para aterrizar. De pronto unas ráfagas de ametralladora pesada hicieron blanco en el avión. El capitán Wagner murió y otros hombres resultaron heridos. El segundo piloto aceleró los motores y se elevó de nuevo. ¿Y ahora qué?
Atónito el primer teniente Hansen, jefe de la escuadrilla de caza pesada que debía efectuar el apoyo aéreo a los paracaidistas que se lanzasen sobre el aeródromo noruego, contemplaba desde su Messerschmitt 110 la insólita escena.
Desde hacía media hora su escuadrilla estaba luchando contra el enemigo. A las 8:38 nueve cazas noruegos del tipo Gloster Gladiator, que tenían el sol de espaldas, habían efectuado un ataque contra los aviones de Hansen. A las 8:45, tal como se le había ordenado, se dirigió hacia el aeródromo de Fornebu para proteger y apoyar la acción de los paracaidistas que debían llegar. Dos de los Me-110 desaparecieron durante el combate, de modo que sólo eran seis los que hicieron su aparición en Fornebu, atacando nidos de ametralladoras y baterías antiaéreas. En la pista de rodaje destruyeron dos cazas Gloster Gladiator y se mantuvieron a la espera.
Gloster Gladiator destruidos en los aeródromos de Noruega.
Pero los paracaidistas no llegaban... Se hicieron las 8:50, luego las nueve, y tres luces rojas hirieron los ojos de Hansen. En cuanto se encendiera la cuarta sería la señal de que los depósitos de combustible estarían vacíos...
Según los cálculos, cuando se hallasen sobre Fornebu les quedaría combustible para veinte minutos más de vuelo. En esos veinte minutos debían estar allí los paracaidistas y conquistar el aeródromo, pero el tiempo había transcurrido ya...
¡Al fin! A eso de las 9:05 aparecieron los primeros Junkers. Hansen respiró aliviado. Los cazas pesados viraron hacia los costados para poder mantener calladas las ametralladoras que había emplazada en los nidos y proteger así en el momento más crítico a las fuerzas propias. Ahora sólo quedaba aguardar el lanzamiento...
¡Cómo iban a adivinar que en aquellos aviones no iba un solo paracaidista! ¡Que se trababa de la segunda oleada! Por eso Hansen fue el primer sorprendido cuando vio que el primer Junkers se disponía a aterrizar y que tras recibir varias ráfagas metió gas a fondo y despegó de nuevo cuando ya estaba tocando el suelo. Para acabar de poner bien las cosas, vio que tres de sus seis Messerschmitt 110 estaban volando con un solo motor. Tenían los radiadores acribillados y además estaban volando con las últimas gotas de combustible.
¡No había más remedio que aterrizar!
¡Si los otros no lo hacían, tendrían que ser ellos, los cazas pesados del I Grupo de la 76 Escuadra, los que tomaran el aeródromo noruego de Oslo-Fornebu!
Continuará............