Una hora antes de medianoche, el grupo de blancos oblicúa hacia el “Archerfish”, pero no se acercan lo bastante para darle oportunidad de sumergirse y atacar. Luego un cambio de dirección los pone fuera de alcance. Tesoneramente, el “Archerfish” continúa la caza.
A las 3,00 llega la hora fatal para el “Shinano”. Cambia otra vez de rumbo y, sin dar crédito a lo que ve, el “Archerfish” se encuentra casi justamente delante del blanco.
¡A-uuh-gaah! ¡A-uuh-gaah! La señal de alarma de inmersión parece penetrar más los oídos que de ordinario. “¡A los puestos de combate, sumergidos!”.
“¡Cuartel de escotilla asegurado, mi capitán!”
“¡Sumergir a ocho grados!” “¡Todas las máquinas a un tercio!”
“¡Profundidad 16 metros!” Cada hombre cumple su misión con absoluta pericia. El “Archerfish” se sumerge suavemente. El radar da la distancia por última vez en el momento en que la antena se sumerge: 10.700 metros, y acercándose rápidamente.
“¡Arriba el periscopio!” El largo y brillante tubo va saliendo de su orificio. El capitán mira atentamente largo rato a la tenue luz del amanecer. Los tripulantes del submarino se preguntan un poco inquietos si se ha sumergido en el lugar debido.
En voz baja, el capitán habla al fin: “Lo veo”.
Estas palabras corren de boca en boca por todo el barco. Los tripulantes se miran y sonríen orgullosos. “¡Lo tenemos en el periscopio!”
La voz del capitán se hace más firme. “¡Distancia... marquen! ¡Abajo el periscopio!”
Todo va bien. A 20 nudos, el enemigo recorrerá la distancia entre el lugar donde se encuentra y el “Archerfish” en nueve minutos. La distancia a la proyección de su trayectoria es de 500 metros. ¡Demasiado cerca! El “Archerfish” se encontrará casi directamente debajo del blanco cuando éste pase.
“¡Virar a babor!” Haciendo girar más su proa en dirección al blanco, el “Archerfish” maniobra para colocarse en posición más favorable para disparar.
“¿Cuánto tiempo queda ahora?” —pregunta con voz ronca el capitán.
“¡Estará aquí en dos minutos!”
“¡Arriba el periscopio!”
Hábilmente, el capitán hace girar el periscopio y echa una ojeada rápida. De repente se detiene: “¡Abajo el periscopio! ¡La escolta está pasando por encima de nosotros!”
El periscopio se repliega rápidamente. Un destructor pasa a toda velocidad por encima del submarino, con un estrépito tan ensordecedor como el de un tren expreso.
“¡Observación de tiro! ¿Están listos los torpedos?” Inconscientemente, la voz del capitán se ha hecho cortante y aguda. Ha llegado el momento en espera del cual no han descansado en toda la noche.
“Todo listo para disparar, mi capitán.”
“¡Arriba el periscopio! ¡Parece perfecto! ¡Rumbo marquen!”
Y la palabra final, la palabra para la que se han estado preparando: “¡Fuego!”