Por partes Fug.
A la pregunta de la encuesta de si el Bismarck debía iniciar la Operación Rheinübung, contesté afirmativamente por varias razones.
Independientemente el matiz político y moral de toda operación, el deber y el propósito de una marina es utilizar sus buques contra el enemigo. No tiene objeto construir y mantener esas costosas unidades para tenerlas atracadas.
Alemania venía haciendo eso desde el primer día de la guerra con gran éxito dentro de sus posibilidades y el estado mayor alemán propuso un plan más ambicioso que contó con un moderado apoyo de Hitler (para quien los buques de línea era un símbolo de status personal). El exitoso crucero de guerra realizado por el Scharnhorst y el Gneisenau (20.000 tm hundidas y convoyes desviados o dispersados) en el segundo trimestre de 1941 indujo a la conclusión de que una flota de unidades pesadas causaría una verdadera carnicería entre los convoyes ingleses.
En un principio se barajó incluso la posibilidad de esperar a que el Tirpitz estuviese listo para enviar al Atlántico dos flotas compuestas cada una por un clase Bismarck, un Scharnhorst y un Hipper. El primero haría frente a los acorazados de escolta, el segundo se encargaría de los mercantes y el tercero mantendría a raya los destructores y cruceros. Estas dos formaciones, cruzando el océano de un lado a otro, sería la pesadilla del Almirantazgo y pararían (creían) el tráfico mercante.
Luego, ya conocemos que las cosas no fueron como se pensaba o quería. El Scharnhorst necesitaba tras su crucero un recorrido de sus máquinas, el Gneisenau chocó contra una mina que le abrió un considerable boquete en la proa y el estado mayor desaconsejo esperar al Tirpitz porque la estación estaba muy avanzada ya y las noches propicias para intentar escabullirse al Atlántico eran ya pocas.
Con todo eso, solo quedaban disponibles el Bismarck y el Prinz Eugen.
¿Qué iba a hacer Raeder?
¿Dar marcha atrás a la operación?
Hubiera sido un despropósito y un bochorno para la marina de guerra reservar sus buques mientras las demás armas luchaban sin restricciones. Lütjens, en quien Raeder confiaba ciegamente, había dado el visto bueno a la salida con solo dos buques y los demás ya se irían incorporando al Atlantico cuando pudiesen.
Raeder era marino de acorazados e hizo lo que tenía que hacer: usarlos estirando al máximo su suerte y sus posibilidades.
La situación de la Kriegsmarine comparada con la Kaisermarine no tiene comparación. En la PGM Alemania podía permitirse el lujo de un encuentro contra una flota inglesa y salir victoriosa. La Kriegsmarine solo podía permitirse golpes de mano y jugar al gato y al ratón.
La diferencia numérica entre ambas marinas era abismal.
Saludos.