17-09-2006
“Los nazis siguen creyendo que hicieron lo correcto”
Director de programas de historia de la BBC, el escritor británico Laurence Rees es autor de varios documentales y estudios sobre la II Guerra Mundial. En su nuevo libro Una guerra de exterminio describe la brutal contienda entre las tropas de Hitler y Stalin.
Laurence Rees lleva 15 años investigando y produciendo documentales sobre la II Guerra Mundial, por los que ha recibido tres premios Emmy y otros muchos galardones. Ahora acaba de publicar Una guerra de exterminio: Hitler contra Stalin, donde revela que el enfrentamiento entre las tropas de uno y otro no fue un conflicto bélico convencional sino, tal como ha explicado a MUY, una guerra de exterminio en la que murieron millones de soldados y civiles.
“El punto de inflexión de la guerra fue en octubre de 1941, cuando Stalin decidió resistir en Moscú y luchar contra Hitler”
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– ¿Quién fue el responsable de aquella matanza?**
– Los principales responsables fueron los nacionalsocialistas alemanes. Los archivos históricos demuestran lo que pensaba Hitler en 1937 de los rusos y de sus dirigentes, a los que calificaba de “banda de criminales judeobolcheviques”. Los nazis plantearon la invasión de Rusia como una guerra de aniquilación declarada a un pueblo de “infrahombres” y hay documentos alemanes en donde se demuestra que sabían que no podrían alimentar a millones de rusos en los territorios ocupados. Durante los primeros meses de invasión, Hitler cosechó éxito tras éxito. En aquel verano de 1941, las tropas alema nas mataron a decenas de miles de personas: judíos, prisioneros y líderes comunis tas. De los cinco millones de soldados rusos capturados en la guerra, más de tres millones murieron de hambre o de diversas enfermedades.
– Pero los rusos también cometieron atrocidades.
– El Ejército Rojo respondió a las brutalidades que cometieron los nazis y en el conflicto oriental los dos bandos fueron culpables de crímenes horribles. La mente paranoica de Stalin, que ordenó a sus tropas no rendirse al enemigo en ninguna circunstancia, provocó la muerte de miles de soldados. Durante la batalla de Moscú, 8.000 ciudadanos fueron ejecutados por su actitud cobarde ante el enemigo. Los oficiales soviéticos obligaron a los soldados a permanecer en sus puestos sin apenas armamento y a 43 grados bajo cero.
– Es cierto que al comienzo de la guerra en Rusia los servicios de inteligencia americanos y británicos pensaron que los alemanes iban a derrotar a los soviéticos?
– Sí. Documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores Británico, de la Armada y del Departamento de Estado de Estados Unidos demuestran que muchos america nos y británicos creían en una derrota rusa. La rápida victoria de 1940 en Francia y las tácticas de “guerra relámpago” hicieron creer que la maquinaria militar nazi también sería devastadora en Rusia. Tan sólo una semana después de la invasión alemana, 150.000 soldados soviéticos murieron o fueron heridos. En octubre de 1941, tres millones de soldados soviéticos habían sido hechos prisioneros.
– ¿En aquellos primeros momentos de la invasión, Stalin consideró la posibilidad de pactar la paz con los alemanes?
- Sabemos por ciertos testimonios y documentos que al principio, cuando las tropas alemanas cerca ban Moscú, Stalin pensó seriamente en pedir un tratado de paz a Hitler. Asimismo, el 16 de octubre de 1941, el líder ruso estuvo a punto de huir de la capital en su tren blindado para escapar de los alemanes. Aquél fue el día más decisivo de toda la guerra. Si Stalin hubiera subido al tren, la resistencia soviética se habría resentido gravemente. Finalmente decidió quedarse para enfrentarse a los alemanes. Su presencia en Moscú elevó la moral de la población y contribuyó de forma decisiva a la derrota nazi.
– Algunos autores afirman que la batalla de Stalingrado y la que tuvo lugar en el verano de 1944 (Operación Bagration) fueron decisivas para el declive nazi.
– Sin duda, la batalla de Stalingrado fue un gran revés para Hitler. La ferocidad de la lucha y los enfrentamientos mano a mano sorprendieron a los alemanes. Y poco después, en verano de 1944, el Führer sufrió su mayor revés militar cuando Stalin ordenó la Operación Bagration en Bielorrusia. En esta batalla los soviéticos eliminaron más divisiones alemanas que los aliados en Normandía. Pero sigo creyendo que el verdadero punto de inflexión, el que cambió el rumbo de la guerra, ocurrió años antes, en 1941, cuando Stalin decidió permanecer en Moscú para encabezar la resistencia contra el enemigo.
– ¿Cómo respondió Stalin a los grupos étnicos de la URSS que habían colaborado con los nazis?
– Su respuesta fue terrible. Algunas minorías étnicas de la URSS colaboraron con los nacionalsocialistas porque los veían como liberadores. Pero Stalin no distinguió entre culpables y no culpables. Todos fueron deportados a Siberia. El pueblo calmuco fue uno de los grupos étnicos que más sufrió su venganza. Todos expiaron los pecados de los pocos que habían colaborado con el enemigo.
– ¿Cómo pudo una nación europea tan cultivada como la alemana engendrar un régimen capaz de asesinar a seis millones de judíos?
– Es una pregunta muy difícil de contestar. Podríamos estar horas hablan do sobre las posibles razones y no dar con la respuesta adecuada. Entre otras causas, creo que fue crucial la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial. No se pueden subestimar los daños y la humillación que provocó el Tratado de Versa lles, que los alemanes veían totalmente injusto. Además, Alemania buscó un chivo expiatorio para explicar cómo un ejército tan poderoso como el suyo había podido perder la Gran Guerra, y lo encontró en el pueblo judío.
“El Ejército Rojo respondió brutalmente a la crueldad de los nazis. Ambos bandos cometieron crímenes horribles”
– ¿En qué medida influyó la crisis económica de los años veinte en el ascenso de los nazis y el posterior exterminio de los judíos?
– De una forma muy directa. La crisis económica y los tremendos índices de desempleo hicieron que en las elecciones los votos fueran hacia los extremos. Muchos alemanes dieron su apoyo a los comunistas y a los nacionalsocialistas, lo que creó una sensación de crisis entre los votantes de centro derecha. Cuando empezó la II Guerra Mundial ese sector de la población pensó que el régimen de Hitler impediría una nueva derrota de Alemania, lo que les daba mayor seguridad. A la vez, la propaganda nazi insistió una y otra vez en la idea de que el complot judío fue la causa del desastre alemán en la I Guerra Mundial.
– Su libro anterior se centraba en Auschwitz. ¿Qué papel jugó ese campo de concentración en el contexto general del Holocausto?
– Fue el único campo nazi que combinó el aniquilamiento masivo de judíos y las funciones de campo de concentración para trabajos forzados. Además, fue el lugar donde se produjo la mayor matanza masiva de la historia: en Auschwitz fueron asesinadas 1.100.000 personas, de las cuales un millón eran judías.
– En su libro aparecen los testimonios de algunos nazis que actuaron como verdugos en la Solución Final. ¿Por qué se decidieron a hablar con usted? ¿Se sienten ahora más seguros?
– Esa actitud de seguridad es muy típica en todos los nazis que he entrevistado. La mayoría de nosotros queremos pensar que esa gente estaba loca. O al menos queremos creer que, pasados los años, muchos de ellos han terminado por arrepentirse de su terrible papel en los campos de exterminio. Pero la historia nos demuestra lo contrario, porque no fueron forzados a hacer lo que hicieron. Ellos creían que actuaban correctamente. El genocidio no fue un crimen perpetrado por una sola mente criminal. Lo cometieron cientos de miles de personas, y la mayoría era gente normal. No estaban locos. Lejos de arrepentirse, los nazis que he entrevistado siguen creyendo que lo que hicieron estuvo bien. Realmente es muy peligroso tener tanta fe en algo.
– Usted es de las pocas personas que ha logrado entrevistar a un buen número de verdugos de las potencias totalitarias de entonces: Japón, Alemania y la URSS. ¿Fue la política de terror y exterminio similar en los tres casos?
– Los criminales nazis que he conocido eran diferentes del resto. Tal y como dijo Goebbels, ellos no trataban de cambiar la mente de nadie. Su objetivo era dirigir el país y reforzar su régimen. Siempre que no pertenecieran a los grupos perseguidos –judíos, comunistas, homosexuales...–, los alemanes podían llevar una vida más o menos tranquila. Por el contrario, Stalin instauró un terror completamente arbitrario. Cualquiera podía ser denunciado como enemigo del pueblo. No había una regla fija en la represión.
– ¿Y los japoneses?
– Cuando hablé con algunos militares nipones que participaron en la II Guerra Mundial me sorprendió mucho lo que me contaron sobre su brutal sistema de entrenamiento, que se centraba en la destrucción de la personalidad de los soldados para convertirlos en armas letales. Su eficacia quedó patente en las misiones suicidas que llevaron a cabo los kamikazes. En ese sentido, no tenían mucho que ver con los nazis. Los soldados japoneses con los que hablé justificaban su brutalidad alegando que obedecían órdenes impuestas desde el régimen. Por el contrario, los criminales nacionalsocialistas no sentían arrepentimiento por lo que hicieron.
– Algunos alemanes comparan los asesinatos masivos de los nazis con los brutales bombardeos que sufrieron sus ciudades.
– Muchos nazis, entre ellos el que fue comandante del campo de Auschwitz, Rudolf Höss, justificaron sus acciones con este tipo de razonamientos: “Los aliados mataron niños y mujeres con bombas. Nosotros hicimos lo mismo con gas. ¿Cuál es la diferencia?”. Pero la comparación es imposible. Los bombardeos aliados buscaban la derrota de Alemania y el consiguiente final de la guerra. Si los nazis hubieran salido victoriosos de la II Guerra Mundial, los asesinatos masivos y el exterminio habrían continuado.
– Mucha gente cree que las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron un crimen contra la huma nidad. ¿Para usted son comparables al genocidio nazi?
– No, los documentos demuestran que ésa fue la forma de acabar la contienda. Los estadounidenses aplicaron la tecnología militar para adelantar la victoria sobre Japón, pero su objetivo no era eliminar a un pueblo por cuestiones raciales, tal y como hicieron los nazis con los judíos. La diferencia es muy importante.
– ¿Sus investigaciones le han vuelto más pesimista cuando piensa en el destino de la humanidad?
– Hace años pensaba que tener fe en algo era una actitud muy positiva, pero ahora desconfío totalmente de la gente que tiene una creencia absoluta. No es que me haya vuelto pesimista; sólo me he convertido en una persona más escéptica.
Fernando Cohnen.