Esa última foto es origen de encarnizados debates en todos los foros que conozco.
El motivo es que la ametralladora que luce al fondo es una Breda 20 mm/65 italiana y el marinero que aparece en la foto tiene un aire más latino que teutón. Es por lo que se dice que la foto es de una MAS italiana antes que una SBoot alemana.
Yo particularmente soy de los que pienso que en esa lancha se comía más Spagetti que Sauerkrautt.
Saludos.
En realidad de tantas veces que la he visto como “artillero de una S-Boot”, estaba totalmente convencido, que era así, además que mis conocimientos sobre armamentos son limitados...me he dejado llevar, por lo que puede ser que tengas razón, Estimado Topp.
Ahora te dejo otra historia que te hará pensar que no sólo las S-Boot son las grandes olvidadas de la Kriegsmarine, eclipsadas por las grandes unidades de superficie y los UBoote.
Desde mi punto de vista en la Segunda Guerra Mundial el concepto de “Unidades de Elite”, era bastante menos clara que la que se tiene hoy en día. Existían tropas de elite, que se consideraban de esa forma desde su concepción misma, quizás los paracaidistas, los comandos y las tropas de montaña podrían haber caído en esta concepción, con un entrenamiento tal desde sus inicios. Hubo otras que se les puede considerar de elite por los teatros de operaciones donde actuaron, y su adaptación a ellos, quizás acá entren tropas como los Chindits. Pero hubo otras que se les puede considerar de elite, por la visión que tenían de ellas sus enemigos.
Esta es la historia de una de ellas.
La Tercera Flotilla de Barreminas :
Si pensamos en la Marina de Guerra Alemana, indudablemente se incluye en ella a los submarinos y buques principales, los submarinos, así como también a los cruceros auxiliares, con todas las hazañas que realizaron, y a veces hasta los torpederos y cazatorpederos. Pero de una u otra forma siempre nos olvidamos de las pequeñas embarcaciones que prestaron servicio en las costas de Europa, como los minadores y los barreminas, las naves de escolta, los cazasubmarinos, los botes patrulla, las embarcaciones de defensa portuaria y las naves auxiliares de todas clases que, tripuladas por marineros alemanes, cumplieron numerosas misiones de vigilancia y protección como parte de las defensas de Alemania. Muchas veces sus tripulaciones se hacían a la mar en verdaderas astillas, en cualquier cáscara de nuez, en botes de servicio portuario que sólo podían montar un cañón de 20 mm.
Sin embargo, esos hombres fueron la masa, la Infantería de la Armada Alemana. Gracias a ellos fue posible que otros, cuyas proezas son más conocidas, se hicieran a la mar y volvieran a puerto. Su misión consistía en proteger a los convoyes y las costas, en patrullar por las noches y explorar durante el día las rutas marítimas para localizar las minas, y enfrentarse siempre a la creciente superioridad de la fuerza aérea enemiga. Fueron los hombres modestos de quienes casi nadie habla al referirse a la Marina Alemana; y, si embargo, pertenecieron a ella y tomaron parte en su lucha y en su derrota.
La siguiente historia representa un poco a todos estos hombres : La Tercera Flotilla de Barreminas.
La historia de esta unidad comenzó de forma extraña. En 1942, la “Tercera” fue enviada por carretera para enfrentarse al enemigo, que en este caso eran los rusos en el frente del Mar Negro. Los botes de 120 toneladas, montados en transportes gigantescos de sesenta y cuatro ruedas, rodaron lentamente hacia el sur por la “autobahn”, que partía de las márgenes del Elba, cerca de Magdenburgo. Cuando llegaron a orillas del Danubio, fueron botadas al agua para continuar río abajo impulsados por sus máquinas. Por la misma ruta (la única) al Mar Negro, siguieron después los torpederos, algunas S-Boote y E-Boote, las R-Boote, los lanchones ferry y hasta pequeños submarinos. Uno se puede dar una idea de lo que les esperaba, si se considera que la fuerza naval rusa en el Mar Negro comprendía varios cruceros, cazatorpederos y cañoneros, así como una gran cantidad de pequeñas embarcaciones cuya capacidad de lucha era aproximadamente igual a la de los alemanes, y, además varias flotillas de submarinos...
R-Boote (Räumboote-Lanchas Costeras) en operaciones de minado.
A pesar de ello, pronto se hizo evidente que los rusos no sabían aprovechar su superioridad de su flota del Mar Negro. Además, era todavía la época del avance alemán, y los Stukas pudieron bombardear repetidas veces los puertos rusos del Cáucaso, donde se encontraba la flota. Sólo los submarinos enemigos mostraban una creciente actividad.
La “Tercera” cumplió muchas misiones que le encomendaron, misiones que no se limitaban a barrer minas. No podía pedirse más al pequeño grupo de barquichuelos. La flotilla no sólo tuvo que proteger a los transportes y convoyes en el Mar Negro, si no que apoyó al ejército que luchaba en tierra y bombardeó las posiciones enemigas, como la “montaña de la muerte de Noworossisk”; cuando las municiones casi se habían agotado, aparecieron algunos barcos rusos de mayor tamaño, y la retirada fue la única salvación.
Pero hay ocasiones en que los barreminas tienen que permanecer próximos al enemigo, aún cuando la capacidad de combate de éste sea diez veces mayor. En 1943, cuando los rusos comenzaron a ganar una superioridad decisiva en tierra, la misión de los pequeños barreminas consistió en apoyar la retirada de las tropas alemanas como mejor pudieron, de modo semejante a como antes apoyaron su avance.
En noviembre de 1943, el enemigo se consideró lo suficientemente fuerte para enviar miles de soldados a través del ancho Estrecho de Kerch, a Crimea, formando así la primera cabeza de puente en esa península que se encontraba todavía en manos alemanas. Su primer asalto tuvo éxito; pero los rusos no podían abrigar la esperanza de triunfar definitivamente a menos que, siendo maestros en la improvisación como lo eran, pudieran llevar a través del Estrecho, noche a noche y recurriendo a todos los medios flotantes de que disponían, refuerzos, víveres, armas, municiones y, sobre todo, agua fresca.
La “flota” alemana del Mar Negro, recibió la orden de poner fin al paso de los abastecimientos rusos por el Estrecho, de ahogar el torrente a toda costa, con la esperanza de que las debilitadas tropas de Crimea pudieran entonces expulsar a las fuerzas soviéticas de la cabeza de puente. El nombre de “flota” era demasiado rimbombante para designar las fuerzas que la marina tenía a su disposición : la flotilla de barreminas, unos cuantos torpederos y una flotilla de lanchones-ferry y de ferries tipo Siebel. Los rusos, por su parte, contaban con centenares de embarcaciones de todos tipos, incluyendo cañoneros pesados y cazatorpederos. Pero su actividad estaba restringida a dos factores. Por principio de cuentas, los alemanes bloquearon el estrecho sembrando campos de minas en tal forma que el canal libre de ellas era extremadamente angosto; y, en segundo lugar, se abrieron paso hasta quedar rodeados por los transportes rusos, de tal suerte que éstos difícilmente podían aprovechar el fuego superior de su artillería sin dañar a sus propios barcos.
Durante la noche del 7 de noviembre de 1943, los barreminas de la “Tercera” irrumpieron por primera vez dentro del Estrecho en su lucha cuerpo a cuerpo y pasaron la barrera de minas, abriéndose paso cautelosamente en la obscuridad. Si bien era cierto que los soviéticos mantenían un intenso tráfico de transporte por el Estrecho, harían contacto con él de un momento a otro.
¡Objeto a estribor!, informaron al mismo tiempo varios vigías.
¡Allí están!
Los barreminas se encontraban frente al enemigo. Los rusos habían botado al agua todo aquello que podía flotar. : ferries, pequeños buques de vapor, botes de motor, remolcadores y lanchones, barcazas, gabarras y hasta botes de remos, canoas y balsas improvisadas.
¡Enciendan los focos!, ordenó el comandante de la flotilla en cuanto se dio cuenta de la situación. ¡Cuiden que no los aborden!
Volvían otra vez los días de los piratas. Seguramente muchos marineros recordaron los cuadros de las grandes batallas navales del pasado, en las cuales las flotas enemigas se acercaban a corta distancia para disparar sus andanadas al casco enemigo. Los combatientes luchaban a tiro de pistola y el encuentro cuerpo a cuerpo se iluminaba fantasmagóricamente con las balas trazadoras, los focos, granadas y bengalas. La batalla fue muy enconada, pero los alemanes, con sus botes más rápidos y de maniobra más fácil, llevaron la mejor parte.
En la segunda noche, los cañoneros rusos esperaron al acecho, resueltos no sólo a mantener a raya al peligroso enemigo, sino que despedazarlo con el mayor alcance de sus cañones. Pero como éstos sólo podían apuntar por encima de la línea horizontal, les fue imposible disparar más abajo de las cubiertas enemigas. Aprovechando esta circunstancia, el comandante alemán, dio la orden de que sus botes se aproximaran lo más posible, a fin de navegar bajo la trayectoria de las granadas rusas.
Pronto se encontraron los cañones rusos al alcance de la mano, y la artillería rusa disparaba vanamente hacia el cielo. Por otra parte, los marineros alemanes, les tenían reservada una sorpresa : habían pedido algunos lanza cohetes, de los capturados a los rusos, al ejército, y dirigieron la puntería de esos “Stalinorgans” contra los buques soviéticos. Otros botes se precipitaron a toda velocidad hacia los cañoneros, viraron en el último momento y arrojaron sus cargas de profundidad bajo las proas del enemigo.
Poco después se inició la “lucha callejera” con otro ataque sobre la ruta soviética de abastecimientos, en el curso del cual la Tercera Flotilla de Barreminas inventó un sinfín de nuevos métodos de defensa contra las superiores fuerzas a que se enfrentaba, así como para cortar la corriente vital de abastecimientos destinada a la cabeza de puente rusa. Por ejemplo : navegaban tan próximos a los barcos enemigos, que, usando una pistola lanza amarras podían disparar un cable en uno de cuyos extremos habían asegurado un gancho de hierro, con el propósito de que éste se sujetara a cualquier punto del buque adversario; en el otro extremo se encontraba atada una carga explosiva que era atraída por el cable hacia el casco de la nave rusa. Esto sucedía si las cosas resultaban como se había planeado; pero en muchos casos no fue así.
Las pérdidas soviéticas fueron muy elevadas. Se dice que el Alto Mando Soviético ofreció una recompensa de cincuenta mil rublos por la captura del comandante de la flotilla alemana; pero éste supo burlarlos. Después de una cuantas noches, los botes de la “Tercera”, dominaron el Estrecho de Kerch. El 17 de noviembre, algunas unidades del ejército alemán atacaron y derrotaron a las fuerzas rusas en Crimea, debilitadas por la falta de los indispensables aprovisionamientos. La cabeza de puente fue destruida.
Flotilla de barreminas alemana en formación naval.
Sin embargo, el año siguiente, 1944, señaló el colapso del Frente Oriental alemán y el fin de las unidades navales en el Mar Negro. El frente de Crimea fue flanqueado desde el norte por las fuerzas abrumadoras del Ejército Rojo. En sus últimas misiones los barreminas de la “Tercera”, ayudaron a evacuar el cuerpo principal de las tropas alemanas en Sebastopol, llevándolo a las costas rumanas y búlgaras, de las que se alejaron los soldados tan rápido como pudieron. En estos últimos viajes se apiñaban a bordo de los barreminas hasta cuatrocientos cincuenta hombres, y las pequeñas embarcaciones navegaban tan abrumadas por aquella carga extraordinaria, que las cubiertas superiores estaban al nivel del agua.
Por fin sonó la última hora de la Tercera Flotilla de Barreminas. El 28 de agosto de 1944, los alemanes hundieron sus naves frente al puerto búlgaro de Varna, y ya en tierra se dejaron desarmar por los búlgaros. Sin embargo el comandante de la flotilla se había hecho de un documento firmado por un conocido general búlgaro y adornado por impresionantes sellos : “Por el presente se autoriza al oficial naval alemán capitán Klassmann y a los ochocientos hombres que lo acompañan para que pasen libremente y lleven una escolta hasta la frontera búlgara”.
Aquel documento surtiría efecto en los búlgaros, pero ¿qué decir de los rusos, de quienes se tenía antecedentes que ya habían tomado el centro de Sofía con tropas paracaidistas? Los marinos se acercaron cautelosamente a la capital búlgara. No se veía alma viviente en los patios del ferrocarril...¿sería posible apoderarse de un tren? Había vagones suficientes. Efectivamente, dos horas más tarde llegaron dos contramaestres a bordo de una locomotora; habían logrado persuadir a un ferroviario búlgaro, que conocía su manejo, para que llevara un tren hasta la frontera. Este viaje, que se convirtió más tarde, cuando el búlgaro echó a andar la locomotora, en una precipitada huida desde el Mar Negro hasta las primeras posiciones alemanas en Yugoslavia, cruzando territorio ocupado por el enemigo, fue una de las hazañas más notables que haya llevado a cabo una unidad naval alemana en tiempo de guerra. Con su tren “blindado”, del que habían desprendido la locomotora, se precipitaron cuesta abajo hasta el primer pueblo yugoslavo después de la frontera, se apoderaron de la estación por sorpresa y allí se equiparon para el resto del viaje.
Al paso de un tiempo fueron rodeados por un gran grupo de guerrilleros de Tito. Cuando el comandante guerrillero los conminó a rendirse, respondieron con la amenaza de bombardear la población y sus posiciones a menos que se les garantizara que pudieran retirarse si ser molestados; al mismo tiempo aparecieron de los costados de los carros abiertos las bocas de sus cañones (eran, en realidad, postes telegráficos metálicos), que giraban artísticamente sobre las espaldas de los marineros. En verdad sólo había dos pistolas entre los ochocientos hombres.
Por último consiguieron apoderarse de un transmisor radiotelegráfico y se comunicaron con las líneas alemanas. Se les respondió que una unidad motorizada saldría en su encuentro. Así fue como los tripulantes de la “Tercera”, después de una marcha de trescientas millas a través de los Balcanes, fueron recibidos por seis camiones militares llenos de soldados alemanes entre las escarpadas montañas y valles de Yugoslavia. Los soldados eran austríacos, y los saludaron con su marcada pronunciación :
Vaya, ¿quiénes son ustedes?
Los marineros no dudaron para responder :
Rusos, ¿no lo ven?
Pues quien hubiera imaginado : la marina caminando a pie. Los austríacos sacudieron la cabeza. ¿No saben que es peligroso hacerlo en este país? Las montañas están llenas de guerrilleros. Abran bien los ojos. Nosotros cubriremos la retaguardia.
No volvieron a ver a aquel puñado de soldados, poco después cayeron en manos de los guerrilleros que avanzaban. Cuando los marineros se enteraron de esto en Nish, pasadas las líneas alemanas, aseguraron que habían salvado la vida gracias a unas canciones; Klassmann había ordenado a sus ochocientos hombres que entonaran cantos marciales y baladas marineras a todo pulmón para dar la impresión de que su grupo era muy numeroso.
En Nish los esperaba un mensaje radiotelegráfico del almirante Dönitz : Vuelvan a Alemania tan pronto como sea posible para reorganización Tercera Flotilla de Barreminas.
R-Boote.
Así lo hicieron. En cuanto estuvieron listos sus nuevos botes, aunque no estaban completamente armados, se les destinó a la evacuación de los refugiados del Báltico. Luego vino la capitulación, y, una vez más, el capitán Klassmann entró en contacto con los rusos.
Fue después de la guerra, en Swinemünde, a donde había llevado su flotilla para rendirla. Desde el principio sus negociaciones con los británicos, los rusos habían insistido en que querían la Tercera Flotilla de Barreminas a cualquier precio...con sus antiguas tripulaciones. Los marineros habían oído circular algunos rumores sobre estas negociaciones, y a pesar de que los ingleses aseguraron que por ningún motivo los entregarían a los rusos, las antiguas tripulaciones fueron substituidas subrepticiamente por otras.
Los rusos, naturalmente, se salieron con la suya, y la flotilla les fue entregada; pero sus tripulaciones se habían dispersado a los cuatro vientos. Sólo el comandante de la flotilla se mostró dispuesto a correr el riesgo e insistió en zarpar con sus barcos. En Swinemünde, viendo que estaba resuelto a ir a tierra, lo acompañó un policía militar británico para custodiarlo. Apenas había puesto un pie en el malecón se le aproximaron algunos oficiales rusos.
¿Dónde dejó a sus hombres, comandante?, le preguntaron. Seguramente estaban bien informados, pues mencionaron algunos nombres. Pero no se mostraban disgustados ni recelosos; por el contrario sonreían. Y haciendo un movimiento de cabeza para indicar al policía militar, continuó diciendo el que hablaba : No tema. La guerra se acabó...todo está perdonado y olvidado.
Entonces comprendió Klassmann cuales eran sus intensiones : quería que él y algunos otros fueran a Rusia como instructores.
Venga con sus hombres...no lo lamentará.
Se sabe que otros aceptaron estas ofertas porque sus familias vivían en la Zona Rusa, y también se sabe que fueron cumplidas las promesas que les hicieron : buena paga, buen alojamiento, ayuda para sus familiares que vivían en Alemania. Pero Klassmann se negó a ello. Los barcos de la “Tercera” zarparon hacia el este, como muchos otros buques de guerra alemanes, pero sin instructores. Al final se consumó su destino y pasaron a formar parte de la Armada Soviética.
Fuente :
La Swastica en el Mar (Cajus Bekker).
Saludos desde Chile.