En pleno verano de 1942, mientras la dura acción alemana penetraba en el corazón de la URSS en dirección a Stalingrado, Stalin envió desde Moscú este llamamiento, conocido como "Orden nº 227":
"El enemigo envía continuamente al frente nuevas fuerzas, avanza y penetra profundamente en el territorio de la Unión Soviética sin preocuparse por las grandes pérdidas que sufre, ocupa nuevas zonas, destruye y saquea nuestras ciudades y nuestros pueblos. En este momento se están llevando a cabo combates en la zona de Voronez, en el Don, en el sur y a las puertas del Cáucaso septentrional. Los invasores alemanes avanzan en dirección de Stalingrado hacia el Volga y quieren a toda costa llegar hasta Kuban, el Cáucaso septentrional y las riquezas petrolíferas y de cereales que hay en la zona. La población civil, que siempre ha mirado con amor y devoción al Ejército Rojo, empieza a desilusionarse; ya no cree en el Ejército Rojo, y una parte le maldice porque abandona a la población en manos de los tiranos germánicos, huyendo hacia oriente. En el frente, muchos y poco cuidados individuos se consuelan hablando de la posibilidad de una ulterior retirada hacia oriente favorecida por la amplitud del terreno, el gran número de habitantes y la disponibilidad de las reservas de trigo. De esta forma, estas personas quieren justificar su vergonzoso comportamiento en el frente, pero en realidad, razonamientos de este tipo resultan totalmente engañosos y falsos, útiles sólo para el enemigo. Cada oficial o cada soldado, cada funcionario político, tiene que darse cuenta de que nuestros bienes no son inagotables y que el territorio de la Unión Soviética no es un desierto, sino que representa a trabajadores, campesinos, intelectuales, madres, padres, mujeres, hermanos, nuestros hijos.
Las regiones que el enemigo ha invadido o intenta invadir representan pan y productos de todo tipo para las tropas; el subsuelo contiene los metales y el combustible necesarios para la industria, las fábricas, los talleres y las líneas ferroviarias que suministran armas y municiones al Ejército Rojo. Después de haber tomado Ucrania, la Rusia Blanca, los territorios bálticos, la cuenca del Donetz y otras zonas, disponemos de un territorio mucho más pequeño, de una población menos numerosa, de menos trigo, menos metales, menos talleres y menos fábricas. Hemos perdido más de setenta millones de habitantes, miles de toneladas anuales de trigo y más de diez millones de toneladas anuales de metal. No tenemos ya la superioridad que teníamos al principio contra los alemanes por lo que se refiere a reservas humanas y de trigo. Retirarse ahora significaría la ruina para nosotros y nuestra Patria. Cada palmo de tierra que hemos abandonado ha servido para hacer al enemigo más fuerte, debilitándonos nosotros y nuestra Patria (...). Ya no se puede tolerar que oficiales, comisarios y funcionarios políticos retiren por su cuenta un buen número de destacamentos de sus posiciones. Ya no se puede tolerar que, presa del pánico, algunos decidan sobre la situación del campo de batalla, arrastrando consigo en la retirada a otros combatientes, abriendo así las puertas a la invasión. Los pusilánimes y los viles han de ser aniquilados inmediatamente. Para cada oficial, soldado y funcionario político, la exigencia de no retroceder sin la orden expresa de sus superiores ha de representar una férrea disciplina. Los mandos de compañía, batallón, división, los correspondientes comisarios y funcionarios políticos que se retiran de sus posiciones sin la orden de sus superiores, son traidores de la Patria y como tales han de ser tratados. Esto es lo que pide nuestra patria. Responder a su llamada significa salvarla, provocando el exterminio del odioso enemigo y, consiguientemente, la victoria (...).
El mando del Ejército Rojo ordena a los consejos militares de los distintos frentes, y en primer lugar a los comandantes que: a) eliminen el estado de ánimo típico de la retirada y eviten con mano de hierro esa propaganda según la cual debemos y podemos retirarnos sin daño hacia el oriente; b) retiren totalmente el mando y envíen a los tribunales militares a los mando del Ejército que han permitido retirase arbitrariamente sin la orden del mando del frente; c) formar, en las proximidades del frente, de uno a tres destacamentos de detención (según sea la situación), a los que enviar los oficiales y los correspondientes funcionarios políticos de todas las armas culpables del reato de cobardía. Enviarles a las zonas más peligrosas del frente para darles la posibilidad de redimirse con su propia sangre de sus delitos contra la Patria (...).
La presente orden ha de ser leída en todas las compañías, escuadrones, baterías, escuadrillas y mandos".
El comisario del pueblo para la defensa
Firmado. STALIN
28-julio-1942