Gracias Alexander <<1
*Todos conocen los días de la defensa de stalingrado y sus heroicos defensores gracias a diarios y periódicos. La experiencia está muy bien transmitida en el libro de in Constantine Simonov “Días y Noches”. En este libro se habla de una casa, cuya guarnición repelió todos los ataques de los fascistas. Por supuesto yo solo se de la defensa de nuestra casa. Hubo seguro otras casas con la misma determinación, pero cuando leo el libro, se asemeja mucho a lo que yo tuve que vivir durante esos días, especialmente el enorme estrés de las constantes batallas que sacaban a relucir “El gran heroísmo de nuestros combatientes”.
Perdimos la cuenta de los ataques que tuvimos que soportar. Sin embargo, aquel día de octubre cuando los fascistas atacaron con tanques quedó grabado en mi memoria. Nuestros observadores reportaron que la infantería iba detrás de los tanques.
-Al ático – Ordené a los soldados
Subimos las ametralladoras ligeras y las automáticas. Los rifles AT lograron parar a uno de los tanques en seco. Otros dos avanzaron hasta la mitad de la plaza pero sin posibilidad de apuntar tan arriba tuvieron que retroceder.
A mi señal todos comenzamos a disparar desde el ático. Separamos a la infantería de los tanques y eliminamos a la mayoría de ellos.
El ataque fue repelido. El enemigo en venganza desató otra andanada de artillería sobre nosotros.
El 7 de Noviembre era el aniversario de la gran revolución socialista de Octubre.
Sorprendía el silencio que había en Stalingrado ese día. Parece que los alemanes esperaban grandes discursos y una ofensiva para ese dia, por eso estaban cautelosos.
Nosotros sin embargo, supusimos que los alemanes no nos dejarían festejar esa fecha y seguíamos muy de cerca sus movimientos.
Acostumbrados al ensordecedor sonido de la batalla constante ese dia quedo grabado para siempre lo sorprendentemente tranquilo que estaba Stalingrado.
Al atardecer nos trajeron saludos del comandante de nuestra división, el general Rodimtsev. Felicitaba a nuestra guarnición en esta fecha y nos agradecía por los servicios prestados en el combate. Nos trajeron una cena especial para conmemorar la fecha. Nos sentamos en círculo para comer, yo me puse de pie y me dirigí a los soldados:
-Camaradas! Hoy es la gran celebración, hace 25 años nuestro país se convirtió en soviético. Aquí estamos ahora, viviendo una cercana vida de soldados. Nadie jamás pensó que en Stalingrado había una casa donde celebraríamos los 25 años de la revolución. Sin embargo ¿Qué nos trajo a todos aquí desde distintos puntos del país? Defendemos nuestro régimen Soviético que proclamaron nuestros grandes lideres Lenin y Stalin. Protegemos la libertad y felicidad de nuestra madre patria. Hoy como todos los días de la defensa, nuestros pensamientos están con el camarada Stalin. Cuyo nombre lleva la ciudad que defendemos. No tenemos telégrafo para enviar saludos de parte de los que defendemos la plaza 9 de Enero. Pero se que el camarada Stalin aun sin telegramas sabe que los soldados de Stalingrado le mandan sus saludos de combate y que juran llevar esta tarea hasta el final! Por Stalin! Por nuestra madre patria soviética! Por Stalingrado! Por la victoria!
Vi en aquellos sucios soldados, que sus caras se iluminaban con una sonrisa de orgullo y en el sótano de aquella destartalada casa comenzaron a retumbar los “Hurra!”
Este amistoso “Hurra” aparentemente asustó a los fascistas. I de una manera rara comenzó un ataque. El silencio fue roto por ametralladoras y morteros.
El fuego pronto cesó, nuestro vigilante había mantenido su guardia. En el sótano, durante la calma los soldados conversaban entre ellos, sobre donde solían pasar estas fiestas antes de la guerra y de sus lugares de origen. Aquí, en esta ciudad donde la muerte nos esperaba en cualquier lugar, nuestros lugares de origen desde donde habíamos llegado a esta inmortal ciudad sobre el Volga vivían fuertemente en nuestros corazones y pensamientos.
Recordaba mi villa nativa, nuestros bosques azules, nuestros lagos y a mi madre. “Anisya Egorovna ¿reconocerías ahora a tu hijo?” me pregunte a mi miso. La última vez que vi a mis parientes le había encantado mi aspecto, con mi uniforme nuevo planchado e impecable. Ahora había perdido todo ese atractivo. Cuantas noches sin dormir habíamos pasado sin siquiera cambiarnos la chaqueta! Todo estaba impregnado con pólvora y polvo de ladrillo!
Soñábamos con que terminara la guerra y volver a nuestros hogares. Todos hablábamos de eso, y recordábamos nuestros hogares, Sabgaida y Glushchenko – Ucranianos, siempre recordando la estepa.
Sabgaida
Abkhazian Sukba siempre recordando los hermosos jardines y plantaciones de su Koljol.
Entrado en la conversación, Turgunov Uzbeco y el tártaro Ramazanov nos hablaban de sus tierras y nos invitaban a imaginar…
Turgunov y Ramazanov
Todos nos convertimos en hermanos adoptivos, cercanos y comprensivos el uno con el otro. Muchos de los que festejaron esa fiesta en stalingrado volvieron a sus casas y llevaron vidas felices. Gente insuperable y querida!
-También festejaremos en nuestra calle! –Repetimos las palabras de nuestro histórico líder. Nos alentaban en los más terribles ataques y nuestra casa se mantenía tan inaccesible para los fascistas como antes. Para esa fecha nuestra casa ya era un punto de referencia en los mapas, como “La casa de Pavlov”. Este nombre se popularizó desde el primer dia en que se supo que habíamos tomado la casa. Esto sucedió cuando Kalinin llego con mi reporte al cuartel general. Entonces el Coronel Yalin interesado en nuestra situación llamó al batallón y preguntó:
-¿Cómo está “La casa de Pavlov”?
Desde ese momento nuestra casa figuraba con ese nombre incluso en los sumarios. Y me enteré que incluso el “Pravda” había publicado un artículo con la descripción de nuestra guarnición y también llamaban a la casa “La casa de Pavlov”
En ese momento yo no sabía nada de eso, y cuando lo escuché por primera vez no me di cuenta de que hablaban de nuestra casa. El tituló vive hasta nuestros días. No es simplemente por el honor del soldado que digo que en esa casa no estaba solo Pavlov, sino también de Aleksandrov, Chernogolov, Glushenko, Sukby, Stepanoshvili y muchos mas que llevaron a cabo la orden de la comandancia y defendieron esa casa hasta la muerte.
Durante esos días sentíamos que se avecinaban grandes cambios. Sin embargo desde los primeros días en que nuestra división desembarcó en el Volga, ninguno tenia dudas de que la ciudad jamás seria tomada por los fascistas. Los guardias hicimos una promesa “No hay tierra para nosotros mas haya del Volga”. Y no importaba cuanto metal y fuego los fascistas tiraran contra nosotros, no tendría éxito en romper el espíritu de los defensores de Stalingrado!
Los alemanes estaban tan cerca que cuando la cosa estaba calmada podíamos escuchar el sonido de su gramófono que estaba en una de las casas más cercanas. Una vez algún alemán embravecido por el Schnaps nos gritó en un ruso muy malo:
-Oigan, miren! Pronto los ahogaremos en el Volga
-Equivocado! – Respondió alguien desde la casa- Los guardias no se queman con el fuego ni se hunden en el agua!
-Bueno niños – les dije a mis soldados –Vamos a darles tanto fuego que no se olviden jamás de nuestra canción “¿Dónde está la calle?, ¿Dónde la casa…?”
Y así esperamos a esa mañana de noviembre cuando nuestra artillería comenzó a bombardear con una fuerza devastadora. Cientos de piezas escupían fuego y muerte sobre las posiciones fascistas. Nunca habíamos escuchado semejante estruendo en nuestra estadía en Stalingrado. Los soldados de nuestra guarnición que estaban libres subieron al ático a contemplar el espectáculo.
-Bueno señores, nuestra artillería ha comenzado – exclamó alegremente Sabgaida –Le están dando fuego a los fascistas! Viva! Viva! – Gritaba como si nuestra artillería pudiera escucharlo.
Pero comenzamos a ponernos nerviosos cuando los “Katiuska” pasaban rozando nuestra casa. Los alemanes no podían hacer nada y se estaba preparando la ofensiva.
Para nosotros era bien visible la orilla del Volga. Aquí, una cortina de humo era cortada continuamente por cientos de brillantes rayos. Nuestros corazones latían alegremente ante la vista de tanto poder. Las densas nubes de humo envolvieron las posiciones enemigas. Para nuestra precaución ordené que todos volvieran al sótano y a la vigilancia. La artillería podía escucharse en todos lados de la ciudad.
-Así que el ataque será amplio – Dije a mis amigos –Con suerte volveremos a casa en poco tiempo.
Todos estábamos confiados de que si comenzaba la ofensiva en Stalingrado, entonces seria el final de los fascistas. Ya habían pasado más de 50 días y noches desde que nuestra guarnición tomó la casa. Sobrevivimos a cientos de ataques y bombardeos. En esos 58 días nunca habíamos dejado de combatir en primera línea. Pero todos nosotros soñábamos con otro tipo de batalla – Ir adelante, la ofensiva…*
Capitulo cuatro “La fiesta llegó a nuestra calle” del libro “En Stalingrado” de Yakov Pavlov